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Para que se forme una playa debe haber ciertas condiciones que lo permitan. Primero debe existir un área geomórfica que permita la acumulación de sedimentos. Segundo, debe ser mayor la acumulación o acreción de sedimentos que la erosión, ya que si la segunda es mayor, no habrá una acumulación permanente. Recordemos que toda playa ha alcanzado naturalmente un cíclo entre la acreción y erosión. Sin embargo, si se insertan nuevas variables que afecten esta relación se puede sobrepasar el límite geomórfico de la playa y desencadenar una serie de eventos que pueden llevar a la pérdida de la playa.

El tamaño del sedimento va a depender de la fuerza del oleaje en la playa. Si es una playa de alta energía, por lo general el sedimento va a ser grueso. Mientras que en playas de energía baja o media baja, los sedimentos van a ser finos y medios, aunque puedan presentar clastos debido a la acción de temporales y marejadas.

La playa es una formación geomórfica dinámica y cambiante, que está en permanente cambio. Están sujetas a cambios extraordinarios generados por la acción del oleaje, los eventos climáticos (tropicales y extratropicales), la acción del hombre, etc. Por eso no se puede decir que se fue dos veces a la misma playa, ya que la playa de hoy es diferente de la de ayer y mañana.

El término “playa” también tiene una acepción a menudo empleada en los textos de Geografía y Geología para designar a los bordes fluctuantes de lagos salobres, salinos o de “salares” propiamente dichos. Es un término muy frecuente en México y el Oeste de los Estados Unidos. Estos lagos salinos o “salares” suelen presentarse en cuencas endorreicas o depresiones de escasa profundidad donde la evaporación es muy intensa, por lo que se van acumulando las sales, al precipitarse, en el fondo de las mismas.

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