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Aseguraban tener 80, 100 o 120 mil militantes. Pero cuando una ley dictada por ellos mismos, aunque bajo presión de la opinión pública, los obligó a demostrarlos, el resultado fue desolador. Y una nueva prueba de la profunda desconexión entre ciudadanos y políticos.

A 37 días del plazo fatal, ningún partido en Chile tiene las firmas necesarias para presentar un candidato presidencial. Para algunos como el PPD, el Partido Radical, el Comunista, la UDI y Renovación Nacional, el asunto es más dramático. Hoy no cumplen con las militantes en ninguna región del país, por lo que arriesgan no poder presentar tampoco postulantes al Parlamento. Sus senadores y diputados no podrían ir a la reelección, y en el caso del PPD, Ricardo Lagos, al ser militante, quedaría fuera de la carrera presidencial.

Hablamos de las colectividades que negociaron y protagonizaron la transición, que han dominado el Congreso y los ministerios, y que hoy quedan desnudos en su falta de participación real. Las famosas “bases” de las que suelen hablar los dirigentes para legitimarse, son simplemente un fantasma.

Los dirigentes de los partidos se han ganado esta indiferencia, adoptando un discurso antipolítico suicida, refugiándose mucho tiempo en un sistema electoral a su medida, excluyendo a los ciudadanos y a sus propios militantes de las decisiones y dejándose seducir muchas veces por el poder económico.

Pero también hay que recordar que no se ha inventado una democracia que funcione sin partidos; cuando ellos desaparecen, el espacio es llenado por los caudillos y los autoritarios. Y ésa, no es la solución para los problemas de nuestra democracia.

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