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Han pasado 27 años desde el fin de su dictadura y más de una década de su muerte, pero el nombre de Pinochet se tomó la campaña presidencial. Abrió los fuegos el subsecretario del Interior, al decir que Piñera es el candidato de los que gritan «Viva Chile y Pinochet», un concepto que, con distintos matices, repitieron la vocera Narváez y el ministro Eyzaguirre.

Piñera respondió acusando a Aleuy de «mentir, por mala intención o falta de inteligencia», y Chile Vamos anunció acciones por el uso de las cuentas del gobierno en redes sociales para replicar la crítica política del subsecretario.

Es cierto, que el grito «Viva Chile y Pinochet» se escuchó en el lanzamiento de Piñera hace justo una semana. De hecho, hoy el formalizado senador Iván Moreira reconoció haber sido uno de los que gritó el nombre del ex dictador.  

Pero también es cierto que ese fue un grupo minoritario, que debe responder por ellos mismos  y sobre todo, que el propio Piñera jamás fue cercano a la dictadura. Votó por el No en el plebiscito y su primera candidatura presidencial, en 1992, fue saboteada en una operación de espionaje militar en su contra, realizada desde instalaciones del Ejército y difundida por el empresario pinochetista Ricardo Claro.

Piñera no llegó a ser el candidato de la derecha no gracias al pinochetismo, y ya en La Moneda causó el enojo de ese sector al cerrar el Penal Cordillera y aludir a los «cómplices pasivos» de la dictadura.

Mantener esa distancia y condenar cuando se justifiquen los actos de la dictadura,  será clave en la campaña de Piñera. Porque acercarse a los nostálgicos de Pinochet no sólo es un retroceso en los principios democráticos, también es una mala estrategia cuando hay que buscar la mitad más uno de los votantes.

No hay que olvidar que todos los presidentes desde 1990 a la fecha tienen una cosa en común: todos ellos votaron por el No.

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