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Bárbara Figueroa reelegida al frente de la Central Unitaria de Trabajadores, con 387 mil votos para su lista.

Ese podría ser el titular, pero esa frase y esas cifras no darían cuenta de encubren la lo que realmente ocurre en la CUT.

Porque no es que casi 400 mil trabajadores hayan respaldado directamente en las urnas a la lista de  Figueroa. La CUT insiste con una votación indirecta, en la que el voto de cada dirigente vale por la cantidad de trabajadores que dicen representar.

Pero  la propia Figueroa admitió que las elecciones de agosto del año pasado se hicieron con padrones adulterados. Y hace apenas 2 semanas, el Tribunal Electoral Regional anuló esos comicios por fraude, mientras la fiscalía investiga una presunta falsificación de instrumento público.  

Pero la directiva de Figueroa se empecinó en hacer nuevos comicios. Con la oposición de organizaciones importantes como el  los trabajadores de la salud o los empleados públicos de la ANEF, que denuncian que persisten las irregularidades.

Incluso el colegio de profesores, al que pertenece Bárbara Figueroa, congeló su participación en la CUT, lo que en opinión de los disidentes inhabilita a la candidata para postularse a un nuevo cargo.

La CUT vive una crisis profunda. Tan profunda, que podría ser terminal si no se toman en serio medidas de transparencia y democracia.

Sin ellas serán cada vez menos los trabajadores que sienten a la CUT como la legítima -y unitaria- representante de sus intereses.

 

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