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Una «puñalada». Así calificó Pablo Longueira la decisión de su correligionario Joaquín Lavín de restringir al mínimo los rodeos en estas Fiestas Patrias.

Un debate encarnizado, en que algunos alcaldes, han cancelado los rodeos en sus comunas, mientras que otros los mantienen en su programación dieciochera.

Es un choque cultural, como los que suele traer la modernidad en muchos ámbitos; las costumbres cambian, los valores mutan, y tradiciones que antes eran intocables se examinan ahora con ojo crítico.

Especialmente entre los jóvenes de las grandes ciudades, se ve al rodeo como una expresión de crueldad hacia los animales, que -como antes ocurrió con las peleas de gallos- debe quedar de una vez por todas en el pasado.

En la cultura ligada al campo, en cambio, se niega que haya maltrato y se rescata al rodeo como una tradición deportiva y social, incomprendida por quienes se han criado lejos del mundo rural.

Un debate entre culturas y estilos de vida distintos que ojalá no sea un diálogo de sordos. Porque en una sociedad moderna, las tradiciones son y deben ser siempre objeto válido de crítica y de debate.

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