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(CNN en Español) – Cada vez que se enciende un nuevo telescopio, aprendemos algo fundamental sobre el universo.

La semana pasada, científicos hicieron un anuncio memorable que surge de los más modestos telescopios: detectores de ondas gravitacionales. Y lo que revelaron esos detectores es la observación de una catástrofe cósmica.

Hace mucho tiempo y en una galaxia muy lejana, literalmente, dos hoyos negros, encerrados por eones en una danza de la muerte, finalmente se estrellaron uno contra el otro. En el transcurso de unos pocos milisegundos se liberó una cantidad de energía equivalente a la masa de tres estrellas del tamaño de nuestro sol, en forma de ondas gravitacionales que rugieron en todo el cosmos.

Las ondas gravitacionales ocurren cuando la fábrica del espacio y del tiempo se deforma por el movimiento de grandes masas.  Albert Einstein predijo su existencia en 1916.

En este anuncio, hoyos negros con la masa de 31 y 25 masas solares, respectivamente, emergieron en un gigantesco hoy negro con una masa 53 veces más grande que nuestro sol.

Durante ese breve instante, la energía gravitacional emitida por la colisión eclipsó toda la luz emitida por todas las galaxias en todo el universo conocido. Después de viajar durante 1.800 millones de años luz, el grito de la muerte de estas dos estrellas ancianas atravesó la Tierra.

El pasado 14 de agosto, tres detectores grabaron la travesía de esas tres ondas gravitacionales. Dos de los detectores, ubicados en Estados Unidos, son llamados LIGO y el otro, localizado cerca de Pisa, en Italia, se llama Virgo.

Los tres tienen forma de L y cada una de sus patas mide cerca de 3,2 kilómetros de largo. Estos fenomenales equipos científicos usan tecnología láser y espejos para medir pequeños cambios e identificar el paso de ondas gravitacionales.

Se ha propuesto la construcción de otro detector adicional en la India, llamado Indigo, para mejorar aún más la capacidad de estos aparatos de darnos información fundamental sobre el universo.

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