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No era un goleador, un volante talentoso ni el director técnico. Ocupaba un puesto que suele ser anónimo: el de preparador físico.

Es que  Luis María Bonini, quien falleció esta madrugada víctima de un cáncer, no era un preparador cualquiera: exigente, estricto, pero también cercano y carismático, se ganó el cariño de sus jugadores y de los hinchas chilenos.

Como mano derecha de Marcelo Bielsa, Bonini fue protagonista de un momento único no sólo de nuestro fútbol sino de nuestra sociedad. El proceso Bielsa marcó al país al demostrar que se pueden hacer las cosas con excelencia y rigor, pero también con decididos principios éticos.

No fue perfecto ni mucho menos: Bielsa cometió equivocaciones y no logró los títulos que sí obtuvieron sus sucesores. Pero esa mística en que un equipo de profesionales se convierte en referente para un país entero es inolvidable y se mira siempre con nostalgia.

Por eso el dolor por la partida de Bonini, y por eso también la esperanza que embargó a muchos ante la noticia de que Bielsa había sido suspendido de su trabajo en el Lille de Francia y que la ANFP reconocía su interés en contactarlo.

Porque aunque sea una opción muy remota, la ilusión de que Bielsa regrese está. Y eso dice mucho de una sociedad que pide profesionalismo y ética, trabajo y convicciones, no sólo en el fútbol sino en todos los ámbitos.

 

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