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Fueron, aparte de varios políticos, las grandes perdedoras de estas elecciones: las encuestas. Estuvieron muy lejos del resultado, con algunas excepciones, sobrevaloraron la votación de Piñera y subvaloraron la del Frente Amplio.

Hoy una de ellas, CADEM, vuelve a salir a la luz pública para anunciar que midió un empate técnico de cara a la segunda vuelta. Y la polémica se reavivó. Un dato: el 70% de sus encuestados dice haber votado cuando la participación fue del 46%.

Aunque lamentablemente la seriedad de un sondeo como el CEP, con amplia muestra, reemplazo de encuestados, inversión de recursos en su desarrollo, tampoco la salvó del error.

La cruda realidad es que ni en Chile ni en ninguna parte se sabe con certeza cómo hacer una encuesta de veras fiable, más en el contexto del voto voluntario.

¿Quiere decir esto que nunca más deberíamos hacer públicos los resultados de las encuestas? No.

Los medios, que no fuimos lo suficientemente críticos con los sondeos y los ciudadanos, debemos exigir ciertos estándares y sobre todo transparencia: de cómo se construye el sondeo, quién lo financia o sus intervalos de confianza.

Porque de lo que siempre debió tratarse es de informar bien. Con todo el contexto posible y una mirada crítica sobre la trayectoria de aciertos y errores de cada sondeo.

 

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