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Hoy nos levantamos orgullosos. Chile se convirtió en el segundo país latinoamericano en ganar un Oscar a la mejor película extranjera, un galardón que ni siquiera potencias audiovisuales como Brasil o México han logrado.  

No fue casualidad. Es la coronación de una década de éxitos para el cine chileno, que con directores como Pablo Larraín, Matías Bize, Sebastián Silva y ahora Sebastián Lelio, ya habían ganado el Goya, el Fénix, el oso de Plata de Berlín, los Globos de Oro y el Oscar a mejor corto animado.

Como todo arte, el cine es un hijo de su tiempo, y remite a la estética, la moral y la política de su época. En eso, Una Mujer Fantástica acertó medio a medio. No sólo es una buena película; también un fenómeno que visibilizó un tema vedado por la ignorancia y los prejuicios.

Daniela Vega hoy es un emblema mundial de los derechos de las personas transgénero, y por eso resulta tan vergonzoso que el país al que ella representa la obligue a viajar con un pasaporte con nombre y género masculino.

Obligar a las personas transgénero a someterse a exámenes vejatorios y trámites absurdos no sólo es arcaico, es inhumano. Es propio de una sociedad que no reconoce a cada persona el derecho a buscar su felicidad libremente.

Por eso, hoy no sólo nos levantamos como un país orgulloso. Nos levantamos con la esperanza de convertirnos en una sociedad mejor, en que cada uno de nosotros, independente de su origen, etnia, recursos o género, ipueda perseguir sus sueños, como ganar un Oscar…

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