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Tener una opinión en un debate es justo y legítimo. Pero cuando esa opinión usa un lenguaje descalificador y ofensivo, resulta inaceptable.

Hoy el cardenal Ricardo Ezzati, al ser consultado sobre la inclusión de menores en el proyecto de identidad de género, señaló que el tema no es simplemente la edad, sino que es más profundo y que va más allá del nominalismo, diciendo lo que usted acaba de escuchar: que no por ponerle a un gato el nombre de perro, comienza a ser perro…

¿Puede un debate, que trata de la identidad y dignidad de las personas, recibir un trato tan ofensivo por parte de una iglesia que en el lenguaje pretende ser misericordiosa e inclusiva?

En este mismo contexto, el arzobispo apela a respetar la antropología y discutir en el marco de la realidad, como si una  persona transgénero estuviera en el imaginario, desconociendo la historia de sufrimiento de personas que hace muy pocos años no se atrevían a compartir ni hacer pública su identidad sexual.

¿Se puede hablar con tanta dureza desde la ignorancia? Precisamente hoy la revista norteamericana U.S Catholic publica un extenso artículo sobre el diálogo, no siempre fácil, entre la Iglesia y la comunidad LGBT, pero dentro de un contexto en el que sin cambiar la doctrina, se ha abierto a la acogida.

Hoy el único cardenal chileno en ejercicio ha utilizado palabras que ofenden y deshumanizan. Ni perros ni gatos arzobispo Ezzati… Personas, que merecen un trato digno, especialmente de una institución que predica la caridad.

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