“Olvidamos que es un género de ficción”: Cómo el porno distorsiona las experiencias sexuales de mujeres y hombres

Por Paula Lepe

08.03.2022 / 11:03

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Dominada por contenidos machistas, la pornografía tiene el poder de cambiar la forma en que las personas experimentan el placer. Estudios han apuntado a un menor disfrute por parte de los hombres que se exponen demasiado al porno, mientras que la joven cantante Billie Eilish ha reconocido que sufrió una adicción que perjudicó sus primeras experiencias sexuales. CNN Chile habló con expertas para entender cómo enfrentar este fenómeno.


A los 19 años y siendo una las cantantes más populares de la generación Z, Billie Eilish confesó que fue adicta a la pornografía. “Solía ver mucho porno. Empecé cuando tenía 11 años”, reveló en diciembre de 2021 en entrevista en The Howard Stern Show. 

“Creo que destruyó mi cerebro”, dijo la intérprete de Bad Guy. Su exposición a ese tipo de material audiovisual la llevó a aceptar “cosas que no eran buenas” las primeras veces que tuvo relaciones sexuales. Pensaba que “eso era lo que se suponía que me debía gustar”. 

La artista más joven en ganar las cuatro principales categorías de los Grammy ya había hablado sobre su relación con el porno en su canción Male Fantasy, de su segundo álbum de estudio, Happier Than Ever (2021). La letra menciona que tras una ruptura decide distraerse con pornografía, pero al mirar la pantalla termina odiando la forma en que la actriz mira a la cámara e incluso los diálogos. “Ella nunca estaría tan satisfecha, eso es una fantasía masculina”, manifiesta. 

 

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Breve evolución del porno (y cómo se hizo adictivo)

Uno de los principales antecedentes de lo que hoy conocemos como el porno data de fines del siglo XIX. Rodado en 1896 (apenas un año después de la presentación del cinematógrafo de los hermanos Lumière) y estrenado en 1903, Le Coucher de la Mariée (El atardecer de la casada), es un cortometraje francés que muestra la intimidad de una pareja de recién casados en su noche de bodas.

De sus siete minutos iniciales, hoy apenas sobreviven tres, correspondientes al momento en que la novia se desviste

Una de las primeras producciones audiovisuales pornográficas fue rodada muy cerca de Chile, en Argentina. El Satario (o el sátiro) mostraba a un grupo de mujeres desnudas siendo perseguidas por un fauno, el que finalmente atrapa a una de ellas y consuma lo que algunos han definido como una violación. 

Tal vez no tan lejos de estas rudimentarias producciones, en 2019 el porno amateur lideró las búsquedas en Pornhub, según datos de la misma plataforma. Los términos más buscados ese año fueron “japonés”, “hentai” y “lesbianas”. El usuario promedio: hombres heterosexuales

De las antiguas películas porno, este tipo de contenido ha saltado a cápsulas mucho más breves adaptadas a la corta concentración de las personas, fáciles de encontrar incluso en plataformas como Instagram. La psicoanalista y escritora Constanza Michelson explica en conversación con CNN Chile que si “antes había películas porno, ahora son videos cada vez más cortos, tal cual como el crack. Es una cuestión muy tóxica, a la vena”. Si bien no afirma que el porno sea causante directo de adicción, sí cree que el acceso casi instantáneo que tienen los nativos digitales a este tipo de contenidos -que generan una satisfacción inmediata-, da pie a que “unos se queden más pegados que otros, porque es un shot de intensidad, de goce rápido”.

El modelo del porno, afirma la autora de 50 sombras de Freud, está presente en otros aspectos de nuestra cultura: con un par de clics podemos pedir comida, transporte y hasta potencialmente conocer a nuestra persona ideal

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Un estudio publicado recientemente en Psychological Medicine encontró que ver pornografía frecuentemente puede afectar la vida sexual de los hombres, influyendo en su autoestima e incluso causándoles disfunción eréctil e incapacidad de satisfacer a sus parejas sexuales. En la investigación, mientras ​​más videos de este tipo veía un hombre, más probable era que informara niveles deficientes de función sexual. También reportaron niveles más bajos de deseo llegado el momento de tener sexo real.

Brad Salzman, fundador del Centro de Adicción Sexual de Nueva York, dijo al New York Post que se ha encontrado con hombres que ven pornografía de ocho a 10 horas al día. Según Salzman, los hombres suelen sentirse “inadecuados” después de la exposición repetida a la pornografía, que con frecuencia presenta a hombres con penes grandes y cuerpos cultivados en el gimnasio.

En esa línea, Michelson cree que el porno afecta por igual a hombres y mujeres: “Se nos olvidó que es un género de ficción y comenzó a ser una especie de marca que de alguna manera intensifica el ideal de las relaciones sexuales, como que fuera para atletas de alto rendimiento. Eso genera una especie de miedo, de inhibición tanto en hombres como en mujeres”. 

Fantasías masculinas

“Estoy sola en casa / Tratando de no comer / Distrayéndome con pornografía / Odio la forma en la que ella me mira / No soporto la conversación / Ella nunca estaría tan satisfecha / Eso es una fantasía masculina / Estoy volviendo a terapia” – “Male Fantasy”, Billie Eilish 

¿Es machista el porno? 

Si bien Michelson reconoce que el porno “más mainstream” tiene una gramática machista y misógina, también destaca la aparición del posporno y las lecturas feministas y queer que esta corriente permite. En cambio, la abogada e integrante de la coordinación nacional de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, Silvana del Valle, declara que “la pornografía que existe es patriarcal y la que está disponible, sobre todo para niños y jóvenes varones, es una pornografía en la que la posición de la mujer es de subordinación para satisfacer el placer sexual inmediato de los hombres”. 

En línea con lo que manifestaba Billie Eilish, Del Valle comenta a CNN Chile que “los niños y jóvenes, mujeres y hombres, ven que existe una imagen irreal sobre lo que son las relaciones sexuales, cómo se produce el placer, qué relación tiene la sexualidad con la identidad de género y orientación sexual”. 

“Todo está tergiversado de una forma patriarcal, la pornografía disponible y de fácil acceso es de dominación hacia las mujeres. Esto va a afectar de manera directa a sus relaciones personales, sea cual sea su orientación sexual”, cuestiona. 

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Durante los últimos años, la explosión del porno feminista ha posibilitado otro tipo de contenidos orientados hacia la satisfacción de las mujeres, algo difícil de observar en la pornografía tradicional. En su charla TED de 2014, la directora feminista sueca de cine para adultos Erika Lust describía así al porno: “Imaginen una escena porno ¿Qué ven? Una mujer. Rubia, vestido apretado, labios rojos, pechos del tamaño de sandías. Un pene. Un pene del tamaño de la de un semental entre sus labios. Ella lo está chupando. ¿Por qué? Porque este buen chico vino a rescatarla cuando su auto quedó en pana. Después de la mamada de agradecimiento, él termina en su cara y ella sonríe con falso placer. Eso es porno”. 

“Y es hora de que el porno cambie”, agregaba

Para Michelson, “el problema del porno más estereotipado es que tiene esta gramática donde la sexualidad es una sexualidad fetichista, de primeros planos, donde el foco está puesto en la genitalidad, donde hay violencia, y donde además el deseo es super lineal, es decir, una mujer vio un pene y listo, inmediatamente todo funciona, lo que no tiene nada que ver con la sexualidad humana, que es enredada, complicada”. 

En esta performance, la psicoanalista advierte una falta de rodeos y reducción al mínimo del repertorio de gestos: “Freud decía que el primer acto cultural es la espera, es decir, la no satisfacción inmediata, el rodeo, esperar, porque no tenemos todo al tiro: no nos comemos toda la mermelada; le dejamos algo al otro para que el otro nos quiera. Ese es el acto cultural, no renunciar a la satisfacción inmediata de mis deseos. La cultura hace décadas está apuntando a lo contrario, a que cada vez debamos esperar menos. En la sexualidad, el rodeo que hay que dar para conocer a alguien, para ver si enganchas, para ver si te dicen que sí, para ver si las cosas salen bien… es como si quisiéramos ahorrarnos todo ese rodeo. Y bueno, el costo de la satisfacción inmediata, de las cuestiones que tienen esa lógica, es que nos vuelven más adictos, nos vuelven compulsivos”.

Por eso, su consejo es “cultivar la espera y la paciencia, porque en esos espacios podemos pensar y nacen cosas interesantes, entre ellas el erotismo y el deseo, cuestiones que implican rodeos, y esos rodeos hacen que aparezca algo nuevo, las cosas inesperadas, las sorpresas, los encuentros, nuevos deseos”.

Educación sexual integral como arma frente al sexismo

¿Existe una edad prudente para comenzar a ver porno? 

Si bien Michelson no se aventura a dar un número, sí considera que un buen momento es “cuando uno ya pueda entender que es un género de ficción, cuando uno tiene una cierta madurez que depende un poco de cada persona, de los entornos, de tantas cosas”. 

“Pero es difícil lidiar con un espíritu de los tiempos que es más grande que uno. El problema es que está por todas partes”, reflexiona. 

Para la psicóloga Carla Ljubetic, directora general de la Fundación Niñas Valientes, la educación sexual integral (ESI) juega un rol determinante en la relación de niños y niñas con los contenidos sexistas, ya sea porno, publicidad e incluso discursos mediáticos. “Creemos que la ESI va más allá de lo preventivo e intenta también educarnos en otra manera de relacionarnos en relación a la afectividad y la sexualidad. En ese sentido, creemos que es importante que pueda considerar, por ejemplo, el consentimiento”, comenta a CNN Chile. 

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Ljubetic lamenta que hoy en Chile no hay una ley de educación sexual integral y destaca la necesidad de avanzar en esa dirección: “Creemos que la ESI es un derecho no solamente desde una mirada biologicista, sino que también es importante que incorpore la perspectiva de género, porque es lo que nos va a permitir también reconocer el problema, sensibilizar y desarrollar herramientas y prácticas para poder enfrentar la desigualdad de género y avanzar hacia la construcción de una sociedad mucho más justa”. 

En relación a los contenidos sexistas, explica que “la educación sexual integral lo que nos ofrece es poder desarrollar el pensamiento crítico (…) lo que podemos hacer es reconocer ese mensaje y decir ‘acá hay sexismo, acá me están tratando de decir algo, pero hay un mensaje por debajo, que en general es sutil, que justamente genera una situación de desigualdad’. Entonces, yo veo ese mensaje y a través del pensamiento crítico puedo asumir una posición y, por ejemplo, no reproducirlo. Puedo tomar otro tipo de decisiones, puedo ir justamente hacia la dirección contraria y problematizar que lo que ahí ocurre, que lo que ahí se está diciendo, es sexista, genera violencia y que debemos cambiar esa lógica”.