"Nos pintaron que la maternidad debería ser una experiencia fantástica, de disfrute, pero en la práctica es imposible que nos cause total bienestar, y esa contradicción las madres la llevan en silencio y con mucha culpa". En este reportaje, expertas y madres revelan a CNN Chile la desconocida y dura realidad del trabajo reproductivo.
En 2018, la escritora, profesora y activista feminista ítalo-estadounidense Silvia Federici (79) planteó en El patriarcado del salario que “el feminismo ha significado una búsqueda de autonomía, de rechazo al sometimiento de las mujeres en la familia y en la sociedad, como trabajadoras no reconocidas y no pagadas, una sublevación contra la naturalización de las tareas domésticas y por el reconocimiento como trabajo del trabajo doméstico”.
Del mismo modo, Federici advirtió que la familia “es esencialmente la institucionalización de nuestro trabajo no remunerado”. Así, las mujeres madres (cisgénero y transgénero) se convierten en “grupos de personas sin derechos (…) al naturalizar formas de trabajo que en realidad son parte de un mecanismo de explotación”.
El trabajo doméstico se designó como rol histórico de las mujeres, especialmente si son madres. “El trabajo de reproducción y de su desvalorización es un problema construido en una sociedad en la cual este trabajo no es particularmente degradante o poco creativo en sí mismo, como desafortunadamente muchas feministas piensan también. Ha sido convertido en un trabajo que oprime a quien lo realiza”, especificó la autora.
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“Las mujeres son esclavas de la maternidad. La maternidad es una cárcel: el padre es libre, pero la madre no. Las mujeres sacrifican sus vidas y su libertad por sus hijos”, aseguró la escritora feminista egipcia Nawal El Saadawi (89) a El Clarín.
Nawal acusa que a las mujeres “se nos ha criado hasta llegar al sacrificio, sacrificio por la familia, por los hijos, por el país. Pero ni el país ni el marido ni los hijos se sacrifican por las mujeres. Aun así, lo toleramos. Tenemos que erradicar esta psicología de la esclavitud”.
Durante los últimos años, la cuarta ola del feminismo ha instaurado distintos debates en la opinión pública, entre ellos, el derecho a elegir ser madres. “La maternidad será deseada o no será”, advierten las activistas.
Vocación de madre
Matilde Méndez (29) es estudiante universitaria, diseñadora freelance y tiene un hijo de tres años. Si bien decidió ser mamá, en la práctica descubrió un problema estructural del cual pocas veces se habla.
“La maternidad, como es ahora y ha sido siempre, está mal. Hay páginas de psicología que dicen ‘ser mamá es como volverse loca’. No es natural. No se puede naturalizar. Esto es porque hay una serie de condiciones adversas y una respuesta sin sentido del entorno a una situación de vulnerabilidad y necesidad. Se ha normalizado la indiferencia de la sociedad con las madres”, asegura Matilde a CNN Chile.
En estos tres años viviendo la maternidad, Matilde definió un concepto: “vocación de madre”, un símil de la definición de vocación profesional: “la maternidad es una actividad humana, es trabajo, pero nadie se pregunta si tiene vocación para realizarlo”.
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“¿Tengo la vocación para hacer todas las actividades de la maternidad? No podemos preguntarnos eso, porque no se habla de ella como un trabajo, sino como un mandato natural, como un acto de amor y un sacrificio. ¿Tengo vocación para no ir al baño en cinco horas porque no tengo ayuda con la guagua? No, nadie tiene vocación para eso. Es una falacia. El trabajo de la maternidad está totalmente precarizado, no hay derechos, no hay libertad de desplazamiento”, acusa.
Por lo mismo, en su experiencia, la diseñadora confesó que “parece que todas las dolencias fueran indivisibles a la maternidad“.
Foto: CNN
En 1997, a los 36 años, Ofelia Díaz* (nombre ficticio) dio a luz a su primera y única hija. “Yo no quería ser madre. No era como las jóvenes de esa época que ya mayores de 30 pensaban en tener un hijo sólo por compañía. Después de quedar embarazada, inmediatamente la quise”.
Ofelia afirma tener vocación de madre, a pesar de todos los desafíos que implica la maternidad, la crianza y los cuidados.
—Siendo madre, ¿estuvo alguna vez varias horas sin ir al baño porque no podía dejar sola a su guagua?
—Sí.
—¿Le molestó?
—No. No importaba. Para estar y cuidar a mi hija podía aguantarme sin problema las ganas de ir al baño o ducharme.
La mujer de 60 años recuerda que “el padre estuvo semi presente los primeros seis años, después se alejó porque formó una familia y se olvidó. Además, fue violento conmigo y con mi hija a pesar de su corta edad. A veces pasaba plata, él decidía cuánto dinero le iba a dar a la niña. Yo nunca quise demandarlo porque el amor de madre era superior a la parte económica y no quería exponer a mi hija a un juicio y a litigios”, indica.
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En este punto, asevera que la situación socioeconómica de su familia “no era la mejor y yo quería sacarla de ese entorno. Para eso debía darle una buena educación y en Chile sale caro. Al solicitarle ayuda al padre, él me decía ‘te voy a quitar a la niña, me la voy a llevar’ y me asustaba porque pensaba que le iba a hacer daño. Esa fue una las causas principales por lo que no lo demandé por pensión de alimentos”.
Aún así, Díaz pudo darle a su hija una buena educación, pero no fue fácil. “En el primer colegio me sentí discriminada. Las monjas tenían una estructura de familia: padre, madre e hija. Yo no cumplía con eso. Además, eso se lo transmitían a las alumnas y ellas eran crueles con mi hija. Le hacían notar la falta de su padre. En el segundo colegio, también católico, fue diferente. Me sentí acogida y las monjas que entrevistaron a mi hija inmediatamente la acogieron. Hubo una diferencia notable. Sólo les importaba la niña y su educación. Ni las profesoras ni las estudiantes la hicieron sentir mal por no tener padre”.
Ofelia y Matilde coinciden en un punto: la maternidad viene de la mano con la pérdida de la tranquilidad.
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“La tranquilidad se pierde y nunca se recupera. Una siempre está preocupada de su hija, no importa la edad que tenga. Una nunca más duerme sin pensar en nada, porque cree que le puede pasar algo a la guagua, después que le puede pasar algo en el colegio, las primeras fiestas, las llegadas tardes… entonces, los nueve meses de embarazo disfruté el sueño como nunca, sabiendo que ese sueño reparador nunca más lo tendría”, enfatiza Ofelia.
Asimismo, aunque su hijo tiene sólo tres años, Matilde tiene el peso de todo un futuro por delante. Reflexiona sobre el colegio, en cómo será el mundo y el país cuando termine sus estudios, pero también tiene temor. Puede pasarle algo, a ella o a su hijo: “una piensa en dos vidas, tú tienes que planificar tu vida, pero tratar de arreglar, cuidar y planificar otra”.
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“Muchas perdimos la tranquilidad y no sé si todos los padres viven igual de intranquilos. Una nunca se puede desconectar de sus hijos, aunque esté haciendo otra cosa”, dijo Méndez.
Díaz asume que las labores reproductivas y productivas no fueron fácil de cumplir. Por lo mismo, cree que debe existir una ayuda para quienes cumplen roles de cuidado, como las madres. “Así como cuando la ex presidenta Michelle Bachelet dio un bono para las dueñas de casa. Eso debiese ser mensual y permanente, porque es un desgaste, la mujer que cría y cuida se desgasta de forma física y mental. Además, el rol de cuidado no le corresponde sólo a las mujeres”.
Matilde, en tanto, sostiene que frases como “la maternidad será deseada o no será” son una falacia. “Desear un embarazo no significa desear toda la carga de la maternidad. Yo no sé si alguien realmente podría desear todo esto, porque es un sacrificio instalado como una condición sin la cual no puedes ser buena madre”.
Ante esto, es clara: “está instalado el sacrificio eterno de las madres en la sociedad, como si eso fuera bueno, pero una tiene que estar bien para una misma y para los hijos/as. Recién con estas conversaciones se está abriendo la posibilidad de ser madres humanas, madres personas”.
Maternidad: “Una sobrecarga gigante que no se cuestiona y se normaliza”
Lo relatado por Matilde y Ofelia lo confirma la psicóloga feminista Paloma Jorratt. “Tenemos dos o tres años y nos ponen en los brazos a una muñeca para cuidarla. No sabemos hablar y ya estamos cuidando de alguien. Es muy lógico que creamos que cuidar es nuestro rol, pero nadie nos cuida a nosotras y terminamos en sociedades con mujeres madres desgastadas y deprimidas”, apunta.
La profesional explica que las madres no son protagonistas de sus propias vidas, “porque se nos enseña que todo el resto es más importante que nosotras y que cuidarnos es egoísta”.
La doble jornada laboral -a veces triple- que cumplen las madres influye directamente en distintos problemas físicos y psicológicos. En este punto, Jorrat lanzó una crítica a sus pares: “esto repercute en enfermedades y trastornos que muchas veces sólo se les medica y no se ve el real trasfondo que tiene que ver con un agotamiento naturalizado, se cree que estos problemas son biológicos o genéticos, se patologiza y dicen que las mujeres tienen más tendencia a tener depresión o ansiedad, pero no se evalúa del punto de vista cultural”.
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Actualmente, los “altos niveles de depresiones y ansiedad” en las madres es por “una sobrecarga gigante que no se cuestiona y se normaliza”.
“Cuando los profesionales no se cuestionan esto o no tienen un punto de vista feminista, recetan las pastillas, expresan que las mujeres tienden a ser así, pero no abordan el tema de fondo que tiene que ver con una desigualdad estructural donde las mujeres estamos en una posición de desventaja y los hombres en una de privilegio”.
Otro punto de vista psicológico de la maternidad es el sentimiento de culpa constante. Esto tiene una explicación.
Jorratt explicó que existen dos “modelos de madres”:
- Virgen María: viene del mito de la madre abnegada que se sacrifica con todos y deja sus intereses al último lugar.
- Superwoman: la que puede ir al gimnasio, trabajar, hacer las tareas de los niños y fregar los platos con una sonrisa en el rostro.
“Los dos imposibles y a costa de la salud mental”, advirtió la psicóloga. Por ende, “como mujeres hemos tomado todos estos mitos y nos sentimos culpables. Somos mujeres que vivimos con mucha culpa permanente por todo y viendo el sacrificio como algo bueno”, especifica la psicóloga.
¿Por qué las madres sienten culpa? La experta indica que “es un mecanismo del patriarcado como un sometimiento de las mujeres para que nosotras mismas nos castiguemos y nos pongamos en ese lugar secundario en la sociedad”.
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Ante esto, muchas desarrollan una contradicción: “nos pintaron que la maternidad debería ser una experiencia fantástica, de disfrute, pero en la práctica es imposible que nos cause total bienestar y esa contradicción las madres la llevan en silencio y con mucha culpa”.
Emilia Brito, magíster en Análisis Económico, estudiante de Ph.D. en Economía de Brown University e investigadora del Observatorio de Políticas Económicas (OPES), expone que uno de los principales factores detrás de la salida de muchas mujeres del mercado laboral “es el nacimiento de un hijo e incluso de aquellas que no salen del mercado del trabajo experimentan efectos bastante negativos en cuanto a empleo, calidad de empleo y salario”.
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“La maternidad no es valorada”
La investigadora de OPES especifica que los efectos asociados a los cuidados deben ser analizados al momento de impulsar políticas públicas, como por ejemplo en el postnatal: “en Chile, menos del 1% de los hombres son elegibles. Esas son políticas diseñadas sin tener en consideración los fuertes estereotipos de género que dictan quiénes son las personas que asumen la tarea de crianza y cuidado de niños y niñas”.
Del mismo modo, Catalina Arteaga, doctora en Ciencias Políticas y Sociales especializada en líneas investigativas de género, familia y cuidados, explica que “el modelo de paternidad ha ido cambiando, pero la brecha entre el número de horas que dedican las mujeres y los hombres a hacer actividades domésticas es muy distante, y con la pandemia eso se ha exacerbado”
La experta, integrante del Núcleo Género y Sociedad Julieta Kirkwood, señala que “la colaboración de los hombres, según lo que ellos plantean, es en tareas como jugar y no en labores como limpiar”.
Arteaga especifica que “la maternidad no es valorada ni en términos socioculturales, ni simbólicos y menos económicos”.
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Entonces, ¿cómo avanzamos hacia una maternidad que no destruya a quienes ejercen este rol? “Lo que se plantea desde el feminismo es el derecho al cuidado como un elemento que debiese ser central en la sociedad. Las actividades de cuidado son irremplazables y deben ser socializadas y asumidas por la sociedad en su conjunto y no solamente por las mujeres”, ejemplifica la experta en género, familia y cuidados.
Y es que el rol de los cuidados y la crianza no es una tarea exclusiva para mujeres. Quizás, si hombres y disidencias tomarán más responsabilidades al respecto, la carga de las madres no sería tan dura y desgastante.
“Siempre hay cosas que hacer en la casa, el trabajo doméstico nunca termina, las tareas con los niños nunca terminan, pero la vida tiene un ritmo donde una no puede estar continuamente haciendo tareas que no se terminan, es imposible. No se acepta el descanso de las madres y una tiene que dar siempre excusas y se pierde absolutamente el derecho al ocio, cosa que la gente sin hijos y padres tienen”, considera Matilde.
La joven madre de 29 años coincide con la opinión de las especialistas: “no es que la sociedad tenga que hacer la vida de las madres más fácil, es que el rol de cuidados tiene que diluirse en la sociedad, porque toda la sociedad tiene que estar a cargo de la vida y hoy eso sólo está puesto en la madre”.
—¿Qué consejo le daría a las futuras madres?
—No tengan hijos. Es un sacrificio desproporcionado. La promesa de amor se cumple, se quiere mucho a los hijos, pero la posición social a la que una desciende automáticamente al ser madre no se la deseo a nadie. Tener hijos no te va a arreglar la vida y si estás mal, después vas a estar peor. Si sientes que la vida no tiene sentido, búscale uno, pero insisto, los hijos no te van a arreglar la vida.