Ya diciendo adiós al nombre que se volvió un ícono de la industria, EA Sports no defrauda en entregar una experiencia futbolística que mantiene contenta a su hinchada con mecánicas más pulidas y que también, sin hacer mucho esfuerzo, da una eficaz bienvenida a los viudos de la alicaída competencia. Aquí lo bueno y lo malo.
Con el pasar de los años, la brecha en el universo de los simuladores de fútbol ha ido creciendo a un ritmo acelerado, especialmente en la presente década, dejando a FIFA como la elección dominante y, de manera no muy sorpresiva, rompiendo sus propios récords.
Podrá haber discusión al interior de la comunidad sobre si año a año los cambios se han vuelto cada vez más tenues, pero donde no hay dudas es las cifras de ventas de la presente entrada: FIFA 23 se ha convertido en la edición más vendida en la historia de la franquicia con 10,3 millones de jugadores.
Ultimate Team, el modo que no consigue ser igualado en la escena, sigue siendo el principal incentivo para comprar el FIFA más reciente. Y sin haber sido absolutamente necesario tocar la fórmula para reafirmar su éxito, por primera vez cambiaron el sistema de química. Reels, memes y dudas en un comienzo, pero más fácil de entender, a fin de cuentas.
A la hora de mover a los jugadores, quienes llevan más tiempo podrían detectar un ritmo más pausado que en la entrega anterior. Con ello, sin parecer demasiado explícito, el juego permite algo más de elaboración colectiva y premio al buen timing para desbordar: la aceleración ahora tiene las características de Controlada, Explosiva y Prolongada.
Por cierto, en una menor medida, esto provoca menos dependencia de la estadística de ritmo y de las estrategias de interminables contragolpes dependiendo sólo de la velocidad irracional.
Algo que sí se sigue notando desde el comienzo es la facilidad con la que el tiro a tres dedos termina en las redes. Jugadores de mejor estadística pueden hacer gala de combas inatajables que, de seguro, serán armas no tan letales en el transcurso del año. Además que ya sabremos cómo evitar exponernos a estos nuevos ángulos de tiro de manera inconsciente.
¿Y el famoso HyperMotion 2? Sí, se nota si lo miras de cerca. EA habla de 6 mil animaciones reales, el doble de capturas de movimiento que en la versión anterior, que por cierto también incluyen a los partidos de fútbol femenino.
Yo me considero detallista en este sentido y me parece que es una gran inversión que tiene sus recompensas. Puede ser invisible, sobre todo si llevas años en FIFA y las jugadas te salen igual, pero si después de unas semanas regresas a FIFA 22 se notará mejor ese avance.
Y es que no se trata simplemente de realismo visual o de movimientos más naturales, sino que de tener un abanico mayor de reacciones posibles, tanto para los compañeros que controla la IA como a la hora de, por ejemplo, enfrentar un 1 a 1 en defensa.
En este punto alguien como yo, que defiende muy mal, puede encontrar algo de refugio, ya que al esperar al atacante que viene driblando en corto fuera del área, tienes tiempo para girarte y reaccionar a tiempo a las aperturas que intencionalmente abres para perseguir al rival y, por ejemplo, desplazarlo con el cuerpo o directamente arrebatarle la pelota cuando se le va larga. Defensores de clase mundial ya no se sienten como conos esperando a ser rebasados.
Otra incorporación que celebro es la nueva modalidad de tiros libres y penales. Ya era hora de un cambio, pero no solamente es una renovación obligada, sino que una que favorece positivamente al gameplay.
En el caso de los lanzamientos de esquina, me recuerda mucho a mi querido FIFA 98: nada mejor que la sencilla guía de cómo el balón caerá en el área. Además, aparece el tipo de remate y la posición en la que el jugador impactará el balón, algo que a todos los amantes del juego real les hará total sentido.
Para los penales, al fin, un sistema menos imaginario que con el transcurso de las jornadas se vuelve más y más natural al tener el control justo abajo del balón, como si estuvieras en la vida real con la cabeza fija en la pelota a 12 pasos del gol.
Y hablando de goles, aprecio mucho que al fin las mallas de los arcos se inflan de manera realista al momento de marcar. Atrás esos días de pliegues poligonales que arruinaban esa repetición en cámara lenta. Es este tipo de detalles el que indica que estamos bordeando los límites de lo mejorable.
Volta, por otra parte, tiene adiciones como nuevas mejoras, los seis nuevos juegos Arcade y a que la EXP ganada ayuda al progreso del jugador de Clubes Pro. Algo más de incentivo para un modo que ya está corriendo el riesgo de sentirse como un accesorio, atrapado en esa media tinta entre realismo del barrio y el exagerado FIFA Street, muerto en alma hace una década. No dejo de pensar en lo bien que haría verlo con ADN propio en un título separado.
FUT o muerte
Es la joya de FIFA y sigue siendo el modo que llena horas y horas de Streamings en todo el mundo. La idea sigue siendo la misma, cómodamente para los que llevan años heredando la maestría en sus mecánicas y la buena gestión de sus monedas a la hora de adquirir packs y jugadores.
El cambio sustancial se vive en el sistema de química. Ya no es relevante la proximidad entre jugadores, como si cada carta emitiera un aura positivo o negativo a su alrededor.
Ahora cada jugador individual puede influir en la química total de la plantilla, las variables siendo las mismas: compartir nacionalidad, liga y club. Pero lo más importante es que ahora los futbolistas no se arruinan si es que la química no acompaña. Eso sin duda es una noticia positiva para los que vienen desde otros juegos mudándose a FIFA, ya que sus primeros esquemas no entrarán con el pie izquierdo, al ya no verse los jugadores penalizados en sus estadísticas base si no tienen química con sus compañeros en la formación, haciendo así mucho más sencilla la adaptación.
Lo que falta
Con las décadas FIFA ha encontrado su propia picardía. Se pueden editar los campos, pirotecnia, hay una buena customización en Volta. Pero hay cosas que han permanecido estáticas con un inmenso y sumamente explotable espacio de mejora. Puntualmente, me refiero a dos.
Primero, los rostros. No es mucho pedir que los equipos de elite, de Champions al menos, tengan a toda la plantilla con rostros realistas y no los genéricos que distan mucho de las caras reales. Es tal vez la única cosa en la que indiscutiblemente la competencia le había tomado ventaja. Es una materia de cantidad que a estas alturas cuesta defender.
Esto también lleva a replantear si los creadores de rostros actuales, pese a que son extremadamente detallistas, están orientados en la dirección correcta. Han existido desde la década pasada mejores editores que permiten, por ejemplo, a partir de una foto mapear los rostros de quienes queremos tener nuestro avatar en el juego. Soluciones que en la mitad del tiempo dejan un resultado el doble de bueno. Hoy sólo queda pensar en que el peinado algo se parezca al look real.
Y en segundo lugar, faltan guiños a lo clásico en la personalización. Este es un gran deseo que muchos futboleros quisiéramos tener: más balones de los 90 y los 2000, además de los botines que marcaron época en mayor cantidad. Hoy los tienen, vemos Total 90, Predator, HyperVenom… pero pocos pares por época. Hay una mina de oro esperando ahí.
EN RESUMEN
FIFA 23 es todo lo que un fanático pueda querer: simulación pura, gráficas tope de línea y la actualización en vivo con el corazón puesto en el fútbol de verdad, el de cada fin de semana.
Es sin duda el FIFA más fácil de adoptar para los escépticos que vienen de la competencia, con mejoras con lógica de mega-parche de calidad de vida y de funcionalidades pensando en dar una amable bienvenida.
Sin embargo, y pese a que en FUT hay actividades para vivir la temporada completa en constante evolución, califica como una actualización necesaria. Se lleva la copa una vez más, pero sin causar una revolución. Se disfruta bastante, pero también te deja con ganas de más, planteando la pregunta sobre qué hará EA Sports FC en el futuro con esta base, la más sólida que se ha visto en la franquicia.
Experto en política estadounidense y ex subsecretario de Asuntos Hemisféricos de EE.UU., el cientista político chileno analiza las elecciones presidenciales y su impacto en la relación de EE.UU. con América Latina.