Se trata de una tendencia impulsada por el movimiento "flygskam", o la "vergüenza a volar", debido al enorme impacto medioambiental que tiene este tipo de transporte. En comparación con los aviones, la huella ecológica del tren es menor dado que, entre otras cosas, consume menos combustibles fósiles y la mayor parte de las líneas están electrificadas.
Los suecos están disminuyendo sus viajes en avión. Se trata de una tendencia impulsada por el movimiento “flygskam”, o la “vergüenza a volar”, debido al enorme impacto medioambiental que tiene este tipo de transporte.
Tal como lo ilustra The Economist en un gráfico, el volumen de pasajeros para vuelos nacionales en Suecia ha caído un 8% en lo que va de 2019, continuando la tendencia ya registrada en 2018 (un 3% de caída anual).
Las cifras, recopiladas por Swedavia, la operadora de los diez principales aeropuertos del país, son más modestas para los vuelos internacionales (2,8%) pero son una muestra de una tendencia clara.
Se trata de una iniciativa que se hizo especialmente conocida gracias a la activista de 16 años, Greta Thunberg, quien se ha convertido en una de las principales voces contra el cambio climático, y quien ha manifestado su oposición al avión: este año realizó una gira de dos semanas por varias ciudades europeas, entre ellas al Foro Económico Mundial en Davos, siempre en tren.
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Además, actualmente se encuentra cruzando el Océano Atlántico a bordo de un velero para dirigirse primero a Nueva York donde asistirá a la Cumbre de acción climática, para luego bajar por Sudamérica para llegar a Chile y asistir a la próxima COP 25.
Según SJ, la compañía pública de ferrocarriles sueca, el número de quienes que optan por el tren siempre y cuando sea posible ha aumentado de un 20% a un 37%, mientras que sus cifras corroboran el interés: en 2018 vendió 1,5 millones de tickets, un 5% que durante el curso anterior.
La alternativa por el tren se debe a que su huella ecológica es menor: consume menos combustibles fósiles y la mayor parte de las líneas están electrificadas. Al viajar en tren un pasajero emite 14 gramos de dióxido de carbono (CO2) por km, en comparación con 285 gramos emitidos si se desplaza en avión.
Los cálculos, realizados por la Agencia Ambiental Europea (EEA por sus siglas en inglés), son para un tren de cerca de 150 pasajeros y un avión de 88. Para aviones de mayor tamaño, la cifra puede superar 170 gramos de dióxido de carbono por km por pasajero, de acuerdo a un informe del London School of Economics.
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Pero el problema no sólo se reduce al CO2. Cuando los aviones queman combustible también liberan vapor de agua y óxido nitroso, otros gases de invernadero, y esas emisiones se producen a gran altitud en la atmósfera, donde el impacto es mayor debido a una serie de reacciones químicas.
El “flygska” tuvo en Suecia entre sus primeros impulsores al medallista de oro olímpico y ahora comentarista Bjorn Ferry, conocido por viajar cientos de km en tren a eventos deportivos y negarse a volar debido al cambio climático.
A él se sumó la madre de Greta Thunberg, Malena Ernman, una de las cantantes de ópera más reconocidas de Suecia, y quien -antes que su hija- manifestó su decisión de no subirse a un avión, que afectó significativamente sus compromisos artísticos.
Otras celebridades apoyaron a Ernman y aseguraron que tampoco volarían.