Una de las ventajas de vivir en Latinoamérica es que podemos mirar hacia el futuro. Desde el primer caso en China pasaron tres meses antes del arribo del virus a Chile. Sabemos cómo lograron detenerlo en Asia y los errores que cometieron en Europa o EE.UU. Sobre ello, debemos buscar fórmulas y establecer cuáles son las consecuencias sociales y económicas que ellas acarrean.
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Una de las cosas que descubrí durante este aislamiento pandémico es que es posible viajar en el tiempo.
Hacia el pasado es fácil. Basta traer de regreso algunos recuerdos, memorias que nos visitan desde un ayer tan cercano y que hoy nos parece tan lejos: caminar hacia la plaza o en bicicleta rumbo a un nuevo lugar donde comer distinto y beber algo rico.
Lo que era cotidiano nos parece excepcional y lo excepcional se hizo cotidiano. Respirar al aire libre y llenar los pulmones de viento no es opción en estos días, pero si lo es viajar hacia el futuro, aunque esa opción esté determinada por como vivimos el presente que nos toca:
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“Mi nombre es (…), vivo con mi papá y mi hermana chica de 8 años. Él quedó sin pega por el estallido social, yo encontré trabajo, pero lo perdí ahora por la epidemia. Nos cortaron la luz, no tenemos plata para el arriendo ni para comprar comida y nadie nos ayuda. No sé a quién recurrir”
“¿Qué pasa con las familias que no tenemos derecho al Bono COVID? No tenemos trabajo ni hijos y no recibimos ningún tipo de ayuda del Estado. Tenemos cuentas por pagar y no tenemos comida. ¿A quién podemos recurrir?”
Estos relatos son algunos entre los cientos que llegan por redes sociales a los municipios más pobres del país, mensajes que dan cuenta del presente que enfrentan muchas personas en Chile. Un presente que puede empeorar y que para comprender hay que viajar un poco en el tiempo.
Un viaje al pasado inmediato en busca de respuestas
Germán Codina, el alcalde de Puente Alto, lideraba hasta la semana pasada la Asociación Chilena de Municipalidades (AChM). Junto a otros alcaldes, promovió la suspensión de clases cuando el gobierno descartaba la idea de manera tajante: “¿realmente se cree que cerrar los centros de educación que dan comida, protección, seguridad a la mayoría de los niños y enviarlos solos a sus hogares es una medida razonable? Escribía en Twitter el ministro de Salud, Jaime Mañalich, descartando la medida el pasado 14 de marzo. (61 casos confirmados de COVID-19)
Ese día, el propio presidente de la República, Sebastián Piñera, entraba al ruedo por Twitter respondiendo a la periodista Andrea Obaid que abogaba por lo mismo: “parece que en el país son más importantes las pérdidas económicas que la salud de las personas”, escribió ella, aludiendo al discurso pronunciado por Piñera el viernes 13 de marzo donde descartó la suspensión de clases.
Sólo se consideraba, dijo, aislar de los colegios a potenciales contagiados y la “suspensión de clases por 14 días del curso completo cuando un estudiante tenga contagio confirmado”. Si se contabilizan dos contagios, precisó, se suspenden las clases en todo el establecimiento. También anunció ese día el adelanto de la campaña de vacunación contra la influenza y llamó a la población de riesgo a vacunarse.
El sábado 14, Piñera insistió en lo mismo cuando le respondió por Twitter a la periodista: “en estas materias hay que ser muy responsable y conscientes de lo que implica cada decisión. Por eso, un representativo y calificado comité de expertos nos aconseja en el camino y medidas para proteger la salud de nuestros compatriotas, que es nuestra primera prioridad”.
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El domingo 15 de marzo, luego de la reunión del Comité de Expertos, María Teresa Valenzuela, epidemióloga que oficia de vocera, descartó la suspensión de clases argumentando que los niños “en la gran mayoría de los establecimientos educacionales existe la posibilidad de estar más seguros que en sus propias casas”. (75 casos confirmados de COVID-19)
A esa misma hora en La Moneda, los alcaldes estaban reunidos con el gobierno. Finalizado el encuentro, el presidente dio un giro y anunció la suspensión de clases a partir del lunes 16: “hemos escuchado a los alcaldes en su solicitud. Parece un alto grado de sensatez actuar en consecuencia cuando uno escucha argumentos que son razonables y prudentes”, dijo Mañalich tras el anuncio de la medida.
De inmediato, los alcaldes valoraron la decisión, pero advirtieron de nuevos problemas asociados y de otros aún vigentes en sus comunas. Primero, que más de 1 millón y medio de niños dependen de los Programas de Alimentación Escolar (PAE), de los cuales casi 300 mil, sin duda los más vulnerables, requieren incluso de esta ayuda durante el período de vacaciones. Otro problema es que los padres siguen obligados a trabajar y muchos de ellos no tienen con quién dejar a sus hijos.
El lunes 16, los centros de salud de casi todas las comunas del país se vieron abarrotados de personas de la tercera edad y de pacientes de riesgo que concurrieron masivamente a vacunarse. Hubo problemas de abastecimiento y no se respetó el distanciamiento social para prevenir la pandemia. (156 casos confirmados de COVID-19)
El errático control de multitudes
El 12 de marzo, el gobierno anunció la suspensión de aquellos eventos que congreguen a más de 5 mil personas. El viernes 13, el presidente dijo que a partir del lunes 16 de marzo se restringe la cifra a máximo 500 personas (el 14 hubo un concierto de The Offspring con 7 mil asistentes, donde uno de ellos dio positivo al COVID-19 días más tarde).
El día 15 de marzo, el ministro Mañalich acotó el número permitido a no más de 200 personas y el lunes 16 achicó más la cifra cuando dijo que los eventos que congreguen a más de 50 personas no están permitidos.
En solo cuatro días bajaron la cifra cuatro veces, pero dejaron fuera a todo el sistema de transporte público y al comercio que opera en los grandes centros comerciales. Qué decir de lo que ocurrió en los Cesfam con las vacunas.
Nuevamente los alcaldes advirtieron del problema y nuevamente no fueron escuchados. Ese mismo lunes 16 el edil de La Florida, Rodolfo Carter, exigió el cierre de cines, patios de comida, sitios de entretención, gimnasios, hoteles y moteles.
El martes 17 logró un acuerdo con los tres malls de la comuna para que cerraran más temprano. Las Condes y Providencia tomaron medidas en el mismo sentido. Los trabajadores de los recintos iniciaron protestas. Muchos empezaron a exigir decretar la cuarentena total. De nada sirve dejar a los niños en casa si los padres tienen que ir a trabajar en el transporte público exponiéndose al contagio y propagando el virus entre las comunas.
El 18 de marzo, el gobierno anunció el cierre del comercio no esencial en los malls capitalinos luego de lograr un acuerdo con sus propietarios. Ese mismo día, el presidente Piñera decretó Estado de Catástrofe: atribuciones especiales para el poder Ejecutivo destinadas a enfrentar la pandemia. (238 casos confirmados de COVID-19)
El viernes 20 de marzo, 56 alcaldes demandaron decretar cuarentena nacional al presidente mediante una carta, solicitud ya hecha por el Colegio Médico y diversos actores de todo el espectro político. Por la tarde de ese día, el jefe de Estado se sumó a una reunión con los ediles en La Moneda: “ingresó a la cita ‘molesto’ y con el ceño fruncido”, aseguró La Tercera en su edición del sábado 21.
Luego del encuentro, el ministro Mañalich instaló el concepto de“cuarentena progresiva” y, en medio de la rueda de prensa, ocurrió la escena entre el ministro del Interior, Gonzalo Blumel, y el alcalde Codima, quién se retiró molesto del palacio.
“Consideramos que el costo de la pandemia del coronavirus no se puede pagar con vidas y se va a tener que pagar con deuda pública, con poco crecimiento económico durante este año, pero no con vidas”, dijo Codima para explicar su molestia.
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Mañalich, esa misma tarde, arremetió nuevamente contra los alcaldes y su petición de aplicar la cuarentena: “lo que están pidiendo los alcaldes, algunos con afanes populistas, otros con afanes electorales, sin ninguna duda, es una insensatez completa”, dijo y especuló que en España la cuarentena había fracasado. (434 casos confirmados de COVID-19)
El domingo 22 de marzo, el presidente Piñera resolvió instaurar el toque de queda. La restricción que buscaba evitar la realización de fiestas particulares en algunos sectores de la capital, esencialmente la zona oriente, tuvo consecuencias inesperadas. (632 casos confirmados de COVID-19)
El lunes 23, a causa de esta medida, el transporte colectivo comenzó a operar más tarde. Esto generó trastornos a miles de capitalinos que se agolparon en los accesos del metro en peligrosas aglomeraciones. Solo el futuro nos dirá las personas que se contagiaron ese día. (922 casos confirmados de COVID-19)
Luego de esta negligencia, los llamados a quedarse en casa comenzaron a ser reiterativos entre las autoridades de gobierno, convocaron a las empresas a operar mediante teletrabajo y el martes 24 promulgaron la ley que lo regula. (1.012 casos confirmados de COVID-19)
El miércoles 25 de marzo, siete comunas de la Región Metropolitana fueron declaradas en cuarentena. “Las personas que viven en las comunas de Lo Barnechea, Vitacura, Las Condes, Providencia, Santiago, Ñuñoa e Independencia deberán permanecer en sus domicilios”, dijo Mañalich, argumentando que es en esta zona donde se concentra el mayor número de contagios. Los ediles de las comunas más pobres reaccionaron impactados.
El alcalde de Cerro Navia, Mauro Tamayo, se trenzó en una dura discusión con el intendente Felipe Guevara. “A mí me sorprende, discúlpenme, que el intendente intente tratarnos a todos como si fuésemos una tropa de estúpidos”, dijo en La Mañana de CHV en medio de un debate con la autoridad.
“Nos enteramos ahora que estamos en cuarentena, y ahora el Metro está lleno de gente y las micros que se mueven en transporte público están contaminando a nuestros vecinos, a nuestros ciudadanos”, agregó.
El jefe comunal apuntó a que la medida se aplica sólo a los barrios acomodados, mientras que los sectores más pobres de la ciudad siguen funcionando como si nada.
Los vecinos de Cerro Navia, expresó más tarde, “se sienten como pasajeros del Titanic. La sensación es que el barco se está hundiendo y hay pasajeros de primera clase, de segunda y de tercera, el drama es que los botes salvavidas no alcanzan para todos y nosotros estamos últimos en la fila, destinados a ahogarnos en el naufragio”. (1.252 casos confirmados de COVID-19)
Un viaje a los futuros posibles
La ventaja de los latinoamericanos ante la pandemia es que podemos mirar hacia el futuro. Desde el primer caso en China pasaron tres meses antes del arribo del virus a Chile. Sabemos cómo lograron detenerlo en Asia y los errores que cometieron europeos y estadounidenses. Hemos visto las fórmulas que han aplicado y conocemos las consecuencias sociales y económicas que ellas acarrean.
Cuarentena total implica hacerse cargo del sustento de quienes dejan de recibir ingresos, de la comida de los niños que dejan de ir al colegio, de las madres que no pueden trabajar. Así lo han hecho casi todos los países desarrollados. Viajar a futuro significa ver lo que sucede hoy en China, Taiwán, Japón o Corea del Sur. Ese es un destino posible., pero viajar al futuro significa ver también lo que ocurre hoy en Italia, Estados Unidos, España. Países que no tomaron medidas drásticas a tiempo.
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El sociólogo, académico y columnista chileno español Marcos Roitman escribe una columna en el diario La Jornada de México donde dice que “los mensajes del poder político son claros: si alguien tiene que sobrevivir, no son las personas, es el sistema”. Ese es el dilema que se debate en el presente que nos toca, la opción que enfrentan los gobiernos para construir el futuro de sus ciudadanos.
Este martes 31 de marzo se contabilizan en Chile 2.738 nuevos casos confirmados de coronavirus y los muertos ya suman 12. El gobierno promulgó el Bono COVID que entrega aportes económicos a los más vulnerables. Las autoridades del poder central observan números, estadísticas, proyecciones que delimitan vidas y muertes. Los alcaldes, en cambio, habitan entremedio de las personas, reciben mensajes de vecinos que conocen, se impregnan de tragedias que ocurren en el presente inmediato de sus territorios, muchos de ellos por eso, ya se adentraron en este viaje a través del tiempo y están viviendo el futuro, o más bien, uno de posibles futuros que nos esperan. (2.738 casos confirmados de COVID-19)