Psicólogos dan seis razones del por qué a los humanos les cuesta seguir el aislamiento social. Además, afirmaron que durante mucho tiempo se fortalecieron las libertades individuales, pero durante una pandemia, “esa mentalidad puede ser fatal".
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Vivir una pandemia implica que te pidan como medida de seguridad quedarse en casa y limitar el contacto con los demás.
La interrupción de la vida normal puede hacer que las personas se sientan ansiosas. Para algunos, eso incluye ignorar por completo el COVID-19 y continuar como si no pasara nada.
A pesar de las repetidas súplicas de los funcionarios de salud pública, autoridades expertas en la materia y de varios gobiernos para quedarse en la casa y frenar la propagación de la pandemia, muchas personas simplemente no lo están haciendo.
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Gordon Asmundson, profesor de psicología de la Universidad de Regina en Saskatchewan, está estudiando cómo los factores psicológicos impactan la propagación y la respuesta que le dan las personas a la pandemia.
Dividió a las personas en tres grupo: los que responden en exceso, los que no responden y los que se encuentran en algún punto intermedio.
Los que responden en exceso son los compradores de pánico que han acumulado suministros por meses. Están asustados y apoyarse en montones de papel higiénico los empodera y alivia ese miedo.
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Las personas en el medio están haciendo lo que se les pide que hagan sin entrar en pánico o actuar demasiado laxas.
Por otro lado, los que no responden son aquellos que desobedecen la guía de salud pública, los que se consideran invulnerables y no siguen el distanciamiento social porque creen que no se enfermarán, aunque podría evitar que las personas más vulnerables se infecten.
El virus puede propagarse por meses
El director de Investigación Clínica y Calidad de la Asociación Americana de Psicología, Vaile Wright, aseveró que “al igual que los compradores de pánico que acaparan el papel higiénico, los que no responden continúan reuniéndose en grupos e ignoran los consejos, se sienten impotentes”.
Asimismo, explico que “uno de los desafíos con la incertidumbre es que nos recuerda cosas que están fuera de nuestro control. Este tipo de desafío a las medidas, en cierta medida, es por tratar de recuperar el control”.
“Reunirse en multitudes aumenta el riesgo de exposición. Limitar el contacto con los demás es la única forma de frenar la propagación del nuevo coronavirus”, consignó.
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Steven Taylor, psicólogo clínico y autor de La psicología de las pandemias, dijo que las personas que viven en comunidades donde la infección no es generalizada y las autoridades no han tomado medidas de resguardo, pueden estar menos dispuestos a distanciarse de los demás.
“Las personas están minimizando la importancia, tal vez porque no están viendo a las personas en sus comunidades contagiarse con el virus”, sostuvo Taylor.
El coronavirus está creando lo que Taylor llama una “infodemia”: “cuando lo que consumen las personas de los medios de comunicación, las redes sociales y las conversaciones con sus seres queridos consisten en nada más que el COVID-19 pueden volverse insensibles a su gravedad”.
Esta sobrecarga de información también contribuye a mensajes mixtos: a las personas más jóvenes se les ha dicho repetidamente que tienen un menor riesgo de infección. Eso, combinado con la propensión de los adultos jóvenes a asumir riesgos, puede significar que no temen al virus.
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No es sólo un problema generacional
El mundo occidental, y Estados Unidos en particular, han apreciado durante mucho tiempo las libertades individuales, a veces incluso en beneficio de la comunidad. Y durante una pandemia, esa mentalidad puede ser fatal para las personas más vulnerables, dijo Taylor.
Es por eso que los trabajadores de la salud, las celebridades y la gente común están implorando al público que se queden en casa no solo para protegerse a sí mismos, sino por los demás: adultos mayores de 60 años de alto riesgo, personas con sistemas inmunes comprometidos, médicos y enfermeras.
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Los tres psicólogos están de acuerdo: los seres humanos anhelan la conexión, y la negación de la interacción social durante períodos prolongados puede doler.
Puede ser particularmente difícil para los adultos mayores, que ya tienen un mayor riesgo de mortalidad por depresión y soledad. Pueden estar menos dispuestos a usar herramientas tecnológicas, como FaceTime o videoconferencias de Zoom, para comunicarse.
¿Cómo persuadirlos para que no salgan?
Al identificar los factores psicológicos que contribuyen a estas respuestas, ya sea demasiado extremas o demasiado laxas, los funcionarios públicos pueden modificar sus mensajes para convencer a las personas de que sigan el distanciamiento social.
Ese mensaje puede ser complicado, afirman los psicólogos. Algunos creen que las personas deben tener miedo para quedarse en casa. Otros argumentan que usar el miedo puede ser contraproducente porque las personas que responden con miedo no toman decisiones basadas en la lógica, de ahí las compras en medio del pánico.
Es difícil lograr un tono igual con los que responden de más y los que no responden, dijo Asmundson. Pero hay una cosa en la que los expertos están de acuerdo: convencer a la gente de que se quede en casa es nuestra mejor apuesta contra una pandemia.