Especialistas mundiales que han estado dedicando sus esfuerzos a combatir la pandemia hablaron con CNN sobre las posibilidades que hay de superar la crisis con el desarrollo de una cura. Si bien creen que ese momento llegará, coinciden en que demorará más tiempo que los pronósticos que apuntan a 18 meses.
Londres (CNN) – Mientras los países yacen congelados en confinamientos y miles de millones de personas pierden el sustento, figuras públicas han puesto sus esperanzas en un descubrimiento que podría marcar el fin de la dañina pandemia de coronavirus: una vacuna.
Pero hay un escenario que puede ser el peor de todos: que ninguna vacuna logre ser desarrollada. En ese caso, las esperanzas públicas han estado constantemente creciendo y cayendo en la medida en que las soluciones propuestas caen antes de pasar la última valla.
En vez de barrer con el COVID-19, la sociedad deberán aprender a vivir con él. Ciudades podrían abrir lentamente y alguna libertades podrían volver, pero con seguimiento muy de cerca, si se siguen las recomendaciones de expertos.
El testeo y rastreo social se convertirá en parte de nuestras vidas en el corto plazo, pero en varios países, una instrucción abrupta de auto-aislamiento podría llegar en cualquier momento. Hay tratamientos que pueden desarrollarse, pero los brotes de la enfermedad podrían ocurrir todos los años y la cifra mundial de fallecidos podría seguir ascendiendo.
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Es una ruta raramente abordada por los políticos, quienes han estado hablando de forma optimista sobre las pruebas en humanos que ya se están realizando para encontrar una vacuna. Pero la posibilidad es tomada muy en serio por los expertos, porque ha pasado antes. Varias veces.
“Hay algunos virus contra los que todavía no tenemos vacuna”, dice el Dr. David Nabarro, profesor de salud global en la Escuela Imperial de Londres, quien también se desempeña como enviado especial de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el COVID-19. “No podemos asegurar de manera absoluta de que vaya a aparecer una vacuna o si, en caso de que aparezca, pasará un test de eficacia y seguridad”.
“Es absolutamente esencial que las sociedades en todo el mundo se pongan en una posición en la que puedan defender del coronavirus como una amenaza constante, y que sean capaces de desarrollar la vida social y actividad económica con el virus entre medio”, dijo Nabarro a CNN.
La mayoría de los expertos permanecen confiados de que la vacuna eventualmente será desarrollada; en parte porque, a diferencia de enfermedades como el VIH y la malaria, el COVID-19 no muta rápidamente.
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Muchos, incluyendo el director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos, Dr. Anthony Fauci, sugiere que podría pasar entre en un año y 18 meses. Otras figuras, como el asesor médico jefe del gobierno del Reino Unido, Chris Whitty, ha virado hacia el extremo más distante del espectro, sugiriendo que un año sería demasiado pronto.
Pero incluso si una vacuna es desarrollada, ponerla en acción en cualquiera de estos períodos de tiempo sería un logro que jamás se ha conseguido antes.
“Nunca hemos acelerado una vacuna a un año o 18 meses”, dice a CNN el Dr. Peter Hotez, decano de la Escuela Nacional de Medicina Tropocal en el Baylor College of Medicine en Houston. “No quiere decir que sea imposible, pero sería un logro bastante heróico”.
“Necesitamos un plan A y un plan B”, asegura.
Cuando las vacunas no funcionan
En 1984, la secretaria del Departamento de Salud y Servicios Sociales de Estados Unidos, Margaret Heckler, anunció a la prensa en una conferencia en Washington, DC, que los científicos habían identificado satisfactoriamente el virus que luego se conoció como el VIH — y predijo que una vacuna preventiva estaría lista para pruebas en dos años.
Cerca de cuatro décadas y 32 millones de muertes después, el mundo sigue esperando por una vacuna contra el VIH.
En lugar del descubrimiento, las afirmaciones de Heckler fueron seguidas por la pérdida de una gran parte de una generación de hombres gay y la dolorosa marginación de su comunidad en países occidentales. Por varios años, un diagnóstico positivo no era visto solamente como una sentencia de muerte: aseguraba que una persona pasaría sus últimos días abandonado por sus comunidades, mientras los doctores debatían en publicaciones científicas sobre si salvar a los pacientes con VIH siquiera valía la pena.
La búsqueda no terminó en la década de los 80. En 1997, el presidente Bill Clinton desafió a Estados Unidos a dar con la vacuna dentro de una década. 14 años después, los científicos afirmaron que estábamos a 10 años de lograrlo.
Las dificultades en encontrar una vacuna comenzaron con la propia naturaleza del VIH/SIDA. “La influenza es capaz de cambiarse a si misma de un año a otro, así que la infección natural o inmunización el año previo no te infecta el año siguiente. El VIH hace eso en una sola infección”, explica Paul Offit, pediatra y especialista en enfermedades infecciosas que co-inventó la vacuna del rotavirus.
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“Sigue mutando dentro de ti, así que es como si te infectaras con cientos de cepas diferentes del VIH”, dijo Offit a CNN. “(Y) mientras sigue mutando, también invalida tu sistema inmune”.
El VIH posee dificultades únicas y el COVID-19 no tiene ese nivel de evasión, haciendo a los expertos generalmente más optimistas sobre encontrar una vacuna.
Pero han habido otras enfermedades que han aturdido tanto a los científicos como al cuerpo humano. Una vacuna efectiva para la fiebre del dengue, que infecta a cerca de 400.000 personas al año de acuerdo a la OMS, ha evadido a los doctores por décadas. En 2017, un esfuerzo a gran escala en encontrar una fue suspendido luego de que se encontrara que empeoraba los síntomas de la enfermedad.
Similarmente, ha sido difícil desarrollar vacunas para rinovirus y adenovirus — los cuales, como los coronavirus, puedencausar síntomas de resfrío. Hay sólo una vacuna para prevenir dos cepas de adenovirus, y no está comercialmente disponible.
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“Tienes esperanzas altas, y luego tus esperanzas se desploman”, dice Nabarro, describiendo el proceso lento y doloroso de desarrollar una vacuna. “Estamos lidiando con sistemas biológicos, no estamos tratando con sistemas mecánicos. Realmente depende mucho en cómo el cuerpo va a reaccionar”.
Los ensayos en humanos ya están siendo llevados a cabo en la Universidad de Oxford, en Inglaterra, para una vacuna contra el coronavirus hecha a partir de un virus de chimpancé, y también en Estados Unidos para una vacuna diferente, producida por Moderna.
Sin embargo, su proceso de testeo -no el desarrollo- es lo que detiene y a veces frustra la producción de vacunas, añade Hotez, quien trabajó en la vacuna para proteger contra el SARS. “La parte más dura es mostrar que puedes probar que funciona y que es seguro”.
Plan B
Si la misma suerte cae en la vacuna contra el COVID-19, el virus seguirá con nosotros por varios años. Pero la respuesta médica al VIH/SIDA sigue entregando un marco para vivir con una enfermedad que no podemos erradicar.
“En el VIH, hemos sido capaces de hacerla una enfermedad crónica con antivirales. Hemos hecho lo que siempre hemos querido hacer con el cáncer”, dijo Offit. “No es la sentencia de muerte que era en los 80”.
El revolucionario desarrollo de una píldora profiláctica diaria ha llevado, desde entonces, a cientos de miles de personas con riesgo de contraer VIH a estar protegidas de la enfermedad.
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Un número de tratamientos han estado igualmente siendo probados para el COVID-19, mientras los científicos buscan un Plan B en paralelo a las pruebas de vacuna que están en proceso. Pero todas esas pruebas están en fases muy tempranas.
Los científicos están observando el medicamento experimental contra el ébola remdesivir, mientras los tratamientos con plasma también están siendo explorados. Hidroxicloriquina, citado como un potencial remedio que “cambia el juego” por el presidente Donald Trump, ha sido catalogado como no eficaz para tratar a pacientes muy enfermos.
“Los medicamentos que han escogidos han sido los mejores candidatos”, dijo Keith Neal, profesor eméerito en la Epidemiología de Enfermedades Infecciosas en al Universidad de Nottingham. El problema, asegura, ha sido la “aproximación por partes” en su testeo.
“Tenemos que hacer controles aleatorizados. Es ridículo que sólo recientemente hayamos conseguido recoger eso”, dijo a Neal a CNN, quien también revisa estos testeos para inclusión en las publicaciones de medicina. “Los papers que estoy mirando — estoy rechazándolos en términos de que no están llevados a cabo apropiadamente”.
Ahora, estos ensayos más completos han sido recogidos, u que una de esos medicamentos funciona para el COVID-19, las señales deberían surgir “dentro de semanas”, dice Neal. El primero puede haber llegado: la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) dijo a CNN que está en conversaciones para hacer el remdesivir disponible para pacientes después de haber mostrado signos positivos de una aceleración de la recuperación del coronavirus.
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Los efectos de un tratamiento exitoso podrían sentirse transversalmente: si un medicamento puede reducir el tiempo promedio que pasan los pacientes en las unidades de cuidados intensivos (UCI) incluso en algunos días, liberaría capacidad en los hospitales para incrementar notablemente la posibilidad de que los gobiernos los abran a la sociedad.
Pero qué tan efectivo es un tratamiento dependerá de cuál funcione. Remdesivir no tiene los suministros suficientes para llevar su producción a nivel internacional y elevarla podría causar problemas.
Y, crucialmente, cualquier tratamiento no prevendrá que las infecciones ocurran socialmente, lo que significaría que el coronavirus sería más fácil de manejar y que la pandemia disminuiría, por lo que la enfermedad estaría con nosotros varios años en el futuro.
Una vida sin vacunas
Si una vacuna no puede ser producida, la vida no permanecerá como está hoy en día. Sólo que no volverla a la normalidad tan rápido.
“El confinamiento no es sustentable económicamente, y posiblemente tampoco políticamente”, dice Neal. “Así que necesitamos otras cosas para controlarlo”.
Esto quiere decir que, mientras los países empiezan a salir de sus parálisis, los expertos empujan a los gobiernos a implementar una incómoda nueva forma de vivir e interactuar para darle al mundo unos meses, años o incluso décadas hasta que el COVID-19 pueda ser eliminado con una vacuna.
“Es absolutamente esencial trabajar en estar listo para el COVID”, dice Nabarro. Él llama a un nuevo “contrato social” en el cual los ciudadanos de cada país, mientras aguardan por volver a sus vidas normales, tomen responsabilidad personal con un autoconfinamiento si muestran síntomas o han estado en contacto con un potencial contagiado con COVID-19.
Eso quiere decir que la cultura de toser sin taparse o relativizar los síntomas del resfrío e ir a trabajar deben acabarse. Expertos predicen que un cambio permanente en las actitudes hacia el trabajo remoto, con trabajo desde casa al menos en algunos días, convirtiéndose en la forma de vida estándar de los empleados de cuello y corbata. Las compañías debieran esperar hacer rotar a sus empleados para que las oficinas nunca estén llenas innecesariamente.
“Se convertirá en una forma de comportarse que todos atribuimos a la responsabilidad personal… tratar a aquellos que están aislados como héroes en vez de extraños”, dice Nabarro. “Un pacto colectivo para la supervivencia y el bienestar de cara a la amenaza del virus”.
“Va a ser difícil hacerlo en las naciones más pobres”, añade, así que encontrar las maneras de apoyar el desarrollo de estos países “se volverá políticamente intrincado, pero también muy importante”.
En el corto plazo, Nabarro dice que un vasto programa de testeo y trazado sería necesario de implementar para permitir que la vida funcione en paralelo al COVID-19, uno que deje corto cualquier otro programa alguna vez establecido para enfrentar una pandemia, y el cual permanezca un tiempo en los países más grandes, como Estados Unidos o el Reino Unido.
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“Será absolutamente crítico el tener un sistema de salud público andando que incluya trazabilidad, diagnóstico en lugares de trabajo, monitoreo para una vigilancia de síntomas, comunicación temprana en dónde fuese importante de re-implementar la distancia social”, añade Hotez. “Es realizable, pero es complicado y nunca lo hemos hecho antes”.
Estos sistemas podrían permitir algunas interacciones sociales a cambio. “Si hay una mínima transmisión, podría, de hecho, ser posible reabrir las cosas para eventos deportivos” y otras grandes contenctaciones, dice Hotez, pero aquello no sería permanente y sería contínuamente juzgado por los gobiernos y entidades sanitarias.
Eso quiere decir que la Premier League, la NFL y otros eventos masivos podría seguir adelante con sus planificaciones en la medida en que los atletas estén siendo regularmente testeado y admitiendo público con semanas de distancia, incluso tal vez separando los asientos, antes de que cierren rápidamente en caso de que una amenaza surja.
“Bares y pubs probablemente están últimos en la lista porque están sobrepoblados”, sugiere Neal. “Podrían reabrir restaurantes, con distancia social”. Algunos países europeos han señalado que comenzarán a permitir restaurantes para servir a los clientes en una capacidad enormemente reducida.
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Los confinamientos, muchos de los cuales están en proceso de levantarse gradualmente, podrían retornar en cualquier momento. “De vez en cuando habrán brotes, el movimiento será restringido y podría aplicar a partes de un país, incluso a todo el territorio”, dice Nabarro.
Mientras más tiempo pasa, más se vuelve intensamente debatida la idea de “inmunidad de rebaño”, alcanzado cuando la mayoría de la población -en torno a un 70% a 90%- se vuelve inmune a una enfermedad infecciosa. “Si bien puede limitar la extensión de los contagios, la inmunidad de la población causada por una infección natural no es el mejor camino para dar inmunidad a la población. El mejor medio es una vacuna”.
El sarampión es el “ejemplo perfecto”, dice Offit, antes de que las vacunas fuesen difundidas, “cada año 2 o 3 millones de personas podían tener sarampión, y eso podría pasar aquí también”. En otras palabras, la cantidad de muertes y contagiados de COVID-19 podría ser vasta incluso si una gran porción de la población no es susceptible.
Todas estas predicciones están matizadas por la creencia general de que una vacuna será, eventualmente, desarrollada. “Yo sí creo que habrá una vacuna — hay mucho dinero, hay mucho interés y el objetivo es claro”, dice Offit.
Pero si las otras pandemias nos han probado algo, es que la cacería por una vacuna es impredecible. “No creo que una vacuna se desarrolle rápidamente”, advierte Offit. “Estaría realmente asombrado si pudiésemos tener algo en 18 meses”.