Las medidas de confinamiento y distanciamiento por el COVID-19 redujo a cero los ingresos de miles de trabajadoras del rubro, quienes ahora están colaborando mutuamente para saltar a las plataformas digitales. Sin embargo, aseguran, hoy están ganando menos que en sus peores días.
Cuando el club nocturno en el que promocionaba sus negocios en el sur de Chile fue cerrado por las autoridades al extenderse el brote de coronavirus, Camila Hormazábal se quedó sin acceso a su única fuente de ingresos.
La trabajadora sexual de 24 años, que exhibe varios tatuajes en su cuerpo, solía encontrar clientes en un bar del centro de la ciudad sureña de Concepción, en una ocupación que durante cuatro años le permitió ganar 715 dólares al mes. Pero de la noche a la mañana todo eso se esfumó.
Sin tener manera de pagar sus cuentas, Hormazábal decidió entonces recurrir a las videollamadas desde su apartamento y le pidió a sus clientes habituales que la encontraran en línea.
“Las videollamadas que hago igual aportan en algo, pero obviamente no es lo mismo, ya que ni siquiera el mínimo (de lo que puede obtener en un día) gano ahora“, dijo a Reuters por teléfono.
Camila Hormazábal, una trabajadora sexual de 24 años, usa computadoras portátiles para conectarse a la web y mantener encuentros eróticos en línea con clientes, en Concepción, Chile. 7 de abril de 2020. REUTERS/Juan González.
Ella es una de las miles de trabajadoras sexuales chilenas que enfrenta una situación precaria después que la intimidad que define su trabajo se alteró por la pandemia.
Debido al brote, desde Singapur hasta Alemania y México, las trabajadoras sexuales se han quedado sin ingresos y, a menudo, sin hogar.
En Chile, más de las tres cuartas partes de las al menos 60.000 trabajadoras sexuales son el único sustento de sus hogares y tienen al menos un dependiente, de acuerdo a la Fundación Margen, que les brinda apoyo social, legal y emocional.
Con la necesidad urgente de reemplazar los ingresos perdidos, muchas cambiaron a servicios en línea, ofreciendo a sus clientes videollamadas, fotografías eróticas y videos.
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Y las prostitutas mayores, que no tenían conocimientos tecnológicos, han sido capacitadas por una generación más joven y de clase media que financian sus estudios vendiendo sexo en línea, según la Fundación Margen.
“Las virtuales les llamamos nosotras. Hay unas que producen mucho” dinero, dijo Herminda González Inostroza, de 59 años, una exbailarina de discoteca que ahora actúa como portavoz de la Fundación.
“Y son ellas las que están enseñando a otras por redes sociales, Whatsapp, cómo manejar el rubro, cómo tienen que entrar, cómo pueden captar a clientes; que tienen que establecer una cuenta para cobrar por tarjeta, como instalar el webcam”, añadió.
“Para las de arriba de 45 (años), es difícil que nos metamos mucho en las redes sociales porque no tenemos el manejo que tienen los jóvenes, pero se aprende“.
Relax Chile, un sitio web que ofrece contenido para adultos y un lugar de encuentro para prostitutas y clientes, dijo que casi todas sus cuentas habían cambiado ofertas de contacto físico hacia entretenimiento en línea. Si bien significó la pérdida de algunos clientes, abrió puertas a otros del extranjero, dijo un portavoz.
Las prostitutas de Chile ya habían tenido dificultades antes del coronavirus por una ola de protestas sociales que estalló en octubre y que significó la aplicación de un toque de queda nocturno.
Si bien el trabajo sexual en sí no es ilegal en Chile, organizar el trabajo sexual sí lo es, lo que significa que el comercio permanece en el limbo.
AYUDA EN COMIDA
González dijo que un puñado de mujeres todavía se arriesgaba a encuentros físicos con clientes.
“Hay algunas compañeras que tienen sus clientes habituales exclusivos, que se juntan, no quieren perderles como clientes y necesitan pagar sus gastos básicos”, dijo. “Usan máscaras, guantes, para no tener un contacto tan físico con los clientes. Son 10, 15 minutos presencial y nada más”.
Camila Hormazábal, que a veces se pone una mascarilla facial rosa neón en sus videos para recordar a los clientes la importancia de las medidas sanitarias, dijo que la mayoría de sus clientes había apoyado el giro hacia los encuentros virtuales.
“Sí, obvio, quieren juntas pero yo les digo que sería irresponsable de mi parte y de la parte de ellos hacer una junta”, relató. “Yo no me expondría a esa situación sabiendo por lo que estamos pasando”.
González dijo que las trabajadoras sexuales no acceden a las redes de seguridad social porque alrededor de un tercio son extranjeras indocumentadas y otras tienen miedo a la estigmatización o a la investigación por parte de las agencias gubernamentales, por lo que no se han acogido a los planes de ayuda anunciados por el gobierno frente a la pandemia.
La Fundación entregó 60 paquetes de alimentos en marzo y 100 en abril a mujeres que tienen que mantener a niños, señaló.
La contribución de marzo fue financiada por algunos de los clientes de las trabajadoras sexuales online más exitosas, dijo, junto a las propias trabajadoras.
Un portavoz del Ministerio de la Mujer de Chile dijo que a las trabajadoras sexuales se les ofreció apoyo en medio de la pandemia como parte de las nuevas medidas para combatir la violencia doméstica y que eran libres de acceder a los beneficios sociales “como cualquier persona”.