La medida permitiría aplanar la curva con mayor rapidez y, por lo tanto, descendería también la cantidad de fallecidos. El líder del análisis puso como ejemplo el caso de una cajera que atiende a decenas de personas diariamente, aunque reconoció que se deben considerar variables éticas.
Un estudio matemático realizado por la Universidad Khalifa de Abu Dhabi, de Emiratos Árabes Unidos, planteó que la forma más eficaz de administrar una vacuna contra el coronavirus sería aplicándola primero en las personas que tienen más interacciones sociales y, por ende, más posibilidades de transmitir el virus.
El análisis pone en entredicho la estrategia que han anunciado muchos países a medida que la vacuna parece cada vez más cercana: inocular a la población de riesgo, entre quienes destacan adultos mayores y personas con enfermedades de base.
Los autores plantean que la población que más transmite el virus está integrada principalmente por jóvenes y trabajadores esenciales, quienes están más expuestos por las labores que realizan. Esta medida, aseguran, podría reducir más eficazmente los índices de mortalidad.
El ingeniero químico español Jorge Rodríguez, quien lidera el estudio, explicó en entrevista con Infobae cuál fue la metodología y los resultados: “lo que hemos hecho es una simulación numérica para grupos de población general en base a sus interacciones y a su mortalidad por grupos de edad que nos lleva a concluir que si distribuyésemos la vacuna inicialmente a aquellos grupos que tienen más interacciones en lugar de distribuirla a aquellos que en principio tienen una mortalidad más alta, sea por la edad o por otra circunstancia, esto conlleva a un corte de ese crecimiento exponencial, un corte temprano de esa curva, que es contra la que todos estamos peleando“.
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“Permite abortarla en su despegue de una manera prematura y de esa manera lograr un número de fallecimientos posterior que es mucho menor“, detalló.
Para ilustrar la idea, Rodríguez puso el siguiente ejemplo: “si a una persona le preguntan intuitivamente a quién es mejor darle. ¿A quién se la doy? A una persona mayor de 80 y tantos años que tiene pues una pequeña enfermedad, o 70 y tantos años, o a una chica de 26 años que está bien de salud. Inicialmente es muy evidente, se la voy a dar a este señor para protegerlo, ¿no? Luego, si yo te añado que esta chica es la cajera que te está atendiendo en el supermercado donde haces la compra diariamente, este señor, mi mamá, mi abuela, otras muchas personas que pasan por ese supermercado en el que esta chica está atendiéndoles y dándoles el dinero, moviendo los productos, entonces ya la intuición me puede cambiar. Porque si tienes una vacuna y yo impido que esta chica se contagie, logro que no contagie a un número mucho más grande de personas”.
El experto precisó que, en este enfoque, la variable principal no es la edad, sino más bien “el número de contactos que tiene esa persona diariamente con otros, porque es tu capacidad de propagar, tu capacidad de extender el virus”.
Sin embargo, también reconoció que los planes de vacunación deben tener en cuenta otras variables, como médicas, logísticas y éticas: “yo creo que todo el plan se debe desarrollar teniendo en cuenta todas estas variables de forma transparente, todas sobre la mesa y al final entendiendo bien el problema”.