El festival mantiene el colorido formato patentado por Perry Farrell desde Estados Unidos. Pero también hay detalles que vale la pena comparar para darse cuenta de que la versión chilena no tiene mucho que envidiarle a los principales eventos musicales del estilo.
1. Tomárselo con calma
En Alemania tomar cerveza es un asunto cultural. Su relación con el alcohol es mucho más libre y civilizada, por lo que Lollapalooza sigue la misma línea de prácticamente todos los conciertos: venta general de tragos. Cervezas en vasos de 400 cc a 4,5 fue lo más demandado en Berlín dentro de una amplia oferta que tenía desde distintos tipos de vinos hasta champaña y destilados. Un sueño para la versión chilena que solo cuenta con alcohol a la venta en el sector VIP.
2. Casa propia
El festival en Chile siempre tuvo casa propia. Desde la primera versión en 2011, el Parque O’Higgins recibió a Lollapalooza Chile y desde ahí que la producción ha ido adaptando el espacio para mejorar progresivamente la experiencia. Así han solucionado problemas como colapsos en escenarios o en los accesos al lugar, reduciendo al mínimo los problemas de producción.
En cambio, Lollapalooza Berlín siempre ha funcionado con casas arrendadas. La cuarta versión Alemana debutó en el Estadio Olímpico después de experimentar sin éxito con otros tres lugares anteriores. La producción de Lolla Berlín espera quedarse en el estadio que cuenta con buenos accesos para el público y un espacio amplio para la instalación del festival.
Pero al ser un lugar nuevo, aún deja pendientes como los reclamos de los vecinos por las pruebas de sonido o las decenas de asistentes comprensiblemente frustrados por no poder ver los shows de Armin Van Buren y David Guetta en un Perry’s Stage repleto.
3. Adulto joven
Lollapalooza Berlín es un festival joven comparado con Lolla Santiago. Las cuatro versiones recién completadas en Alemania contrastan con las ocho que suma el evento en Chile. Lollapalooza Santiago dobla en edad a su par alemán, un dato que es inversamente proporcional a la edad de la audiencia de cada evento.
Con el tiempo Lollapalooza fue atrayendo cada vez a gente más joven al Parque O’Higgins, dejando a los adolescentes como el grueso del público del festival. En cambio, el festival en Berlín el grueso de la gente va de los 25 años hacia arriba. Eso hace que el ritmo que se siente en la versión alemana es un poco menos vertiginoso que en Chile, donde además las cerca de 80 personas por día superan las 70 mil por jornada de Berlín.
Probablemente en Berlín aún van al festival más motivados por la música que por la experiencia, como ocurre en Chile. Un ejemplo: para Santiago los boletos vuelan sin saber quien estará en el cartel, mientras que en Berlín para cada jornada habían boletos disponibles a 79 euros en boleterías. De hecho el público adolescente ha sido factor clave para agotar entradas con anticipación y extender la duración del festival de dos a tres días.
4. Chilean Kidzapalooza
Lo que pasa en el lugar para niños habilitado en el Parque O’Higgins no pasa en ningún otro Lollapalooza. Cada año hay shows que generan tanta atracción como otros números estelares, teniendo a 31 Minutos como el mejor ejemplo del fenómeno.
En Chile el Kidzapalooza ha debido agrandar su espacio y ha encontrado un formato con vida propia dentro del mismo festival. Tanto por sus dimensiones y por la cantidad de niños y adultos que lo visitan, el Kidzapalooza de Santiago dobla o probablemente triplica a su símil en Berlín, donde todo es más tranquilo, pequeño y pausado.
5. Pequeños detalles
En general, el formato Lollapalooza ha sido fielmente replicado en las distintas ciudades a las que ha llegado. Eso hace que haya más coincidencias que diferencias. La gráfica, el consumo “cashless” con pulseras cargadas previamente, la diversa oferta gastronómica, la cantidad de escenarios, la calidad del cartel, el sello verde y las activaciones de marcas auspiciadoras son temas que funcionan prácticamente igual en una versión y otra. Los detalles pasan más por los lugares que reciben el festival.
El tener un estadio y sus alrededores disponible para el evento, facilita temas que en otras ediciones de Lollapalooza Berlín han generado problemas. Por ejemplo los baños. En Berlín decidieron que los baños del estadio fueran compartidos lo que redujo las filas, considerando que también habían más en los alrededores del lugar. Y eran baños de estadio sin olor a los baños de estadios que conocemos.
Un gran punto a favor del Estadio Olímpico es su conectividad. Tiene dos estaciones de tren público para llegar y una de metro, y sumado a que para el festival aumentaron sus frecuencias, volver no significó esperar. Otra novedad fue el uso de la piscina olímpica del estadio para un show de nado sincronizado que llamaron Aquapalooza.
Como es costumbre en los grandes festivales, una rueda de la fortuna funcionó durante todo el evento y nos hace fantasear con que Lollapalooza Chile ocupe algún día las instalaciones de Fantasilandia. Sería un golazo.