El increíble “registro personal” que Antonio Skármeta dejó en el cine durante su exilio en Alemania
Por CNN Chile
15.10.2024 / 15:49
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El Premio Nacional de Literatura dejó un importante legado en las artes; y más allá de los libros, tuvo un “insólito” (como calificaría él mismo más adelante) paso por el cine, donde destacó como guionista y director. Sus obras, filmadas en Europa a fines de los años 70 y mediados de los 80, se basaron mayoritariamente en la experiencia de los chilenos en el exilio.
Pese a que, a nivel popular, la principal herencia cultural queAntonio Skármeta entregó al mundo es relegada a sus novelas, el fallecido Premio Nacional de Literatura destacaba por su dinamismo en diversas artes. Y dentro de esa misma línea, tuvo una significativa incursión en el cine.
Su primer contacto con el rubro remite a 1972, año en que escribió el guion de La Victoria, basándose en las futuras elecciones de marzo de 1973. El filme, dirigido por Peter Lilienthal y con Silvio Caiozzi en la fotografía, fue estrenado el 17 de septiembre de 1973, pocos días después del golpe de Estado en Chile.
“Él (Lilienthal) vino a Chile en el 72 y filmó eso para explicarles a los europeos el entusiasmo del proceso de la Unidad Popular. Cuando preguntó sobre alguien que le pudiera hacer el guion, algunos amigos míos, bastante bromistas, le dieron mi nombre”, recordó el propio Skármeta en 1989, en una entrevista con la revista Enfoque 13.
El Goethe-Institut —mismo donde Skármeta fundó el taller literario “Heinrich Böll” en 1990—, trabajó en la restauración de la pieza en 2021 junto al Museo de la Memoria, y describió La Victoria como “un filme prácticamente desconocido en Chile”.
Lo que habría iniciado como una “broma”, terminó como una profunda amistad entre Skármeta y Lilienthal, con definitorias huellas en las vidas y carreras de ambos.
“Quedó muy contento con el trabajo y quiso que siguiéramos haciendo cosas juntos. Él fue el que me envió los pasajes para salir de Chile. Mi vinculación con Alemania, indudablemente, pasa por Lilienthal”, comentó el filósofo chileno, también a Enfoque 13.
Ocurrido el golpe militar, llegó a Berlín Occidental como exiliado y sin un manejo del idioma más allá de uno que otro concepto filosófico aprendido en su paso como estudiante y profesor en la Universidad de Chile.
Sin embargo, la necesidad de adaptación lo llevó no solo a acabar dominando el alemán (muchos años después, al comienzo del nuevo milenio, incluso asumió como embajador en Berlín), sino también a involucrarse de lleno en la escena artística local.
Según relata Jacqueline Mouesca en su libro Plano secuencia de la memoria de Chile: Veinticinco años del cine chileno (1960-1985), comenzó a trabajar como profesor de guion y estética cinematográfica en la Academia de Cine de la capital alemana. Allí conoció a productores, dramaturgos y directores.
Siguió, entonces, trabajando como guionista en Reina la tranquilidad en el país (Peter Lilienthal, 1975).
Posteriormente, mientras escribía para Desde lejos veo este país (Christian Ziewer, 1978) y El Regalo (Bernard Grote, 1978), llevaba a cabo en forma paralela su primera incursión como director de un cortometraje:Permiso de residencia.
Estrenado en 1979, el registro narra la espera en el exilio del descenso de Augusto Pinochet del poder; mientras, al mismo tiempo, van siendo derrocadas dictaduras como las de Portugal, Grecia e Irán.
En los años siguientes, continuó trabajando en guiones. En 1979, participó en La huella del desaparecido, dirigida por Joachim Kunert, y en 1980 escribió nuevamente para Peter Lilienthal en La insurrección, desde donde también extrajo su novela homónima.
Un escritor que, “de manera insólita”, saltó a dirigir películas
En 2015, año en que el Museo del Cine Alemán decidió editar y distribuir mundialmente las películas que Skármeta dirigió durante su tiempo en Berlín, el propio chileno contó que su salto a la dirección ocurrió “de manera insólita”.
“No pretendía ser director de cine, pues la escritura de novelas colmaba mi vocación”, relató en un artículo de su autoría para el Goethe-Institut.
Sin embargo, el tono tan humorístico como poético de su pluma no tardó en llamar la atención de las productoras alemanas. Todo cambiaría tras la visita a su casa de un dramaturgo del canal de televisión ZDF.
Tras invitarlo a beber vino chileno, Skármeta le habló sobre la historia en la que estaba inmerso: la relación entre Pablo Neruda y un cartero, inspirado en el discurso del poeta nacional al recibir el Premio Nobel de Literatura en 1971, así como su famosa cita a Rimbaud.
“Me gusta. Escríbeme un guion”, dijo que le comentó el productor.
“Lo grave ocurre cuando un mes después le mando el texto, y a la semana siguiente me llama por teléfono y me dice que quiere hacer la película. Y me pide que yo la dirija. Quedé estupefacto”, recordó.
La obra en cuestión era Ardiente paciencia, y se estrenó en 1983. Rodada en Portugal y protagonizada por Roberto Parada. En un Chile en plena dictadura, la cinta no pudo estrenarse en salas. Sin embargo, varios años después, en 1990, participó en el III Festival Internacional de Cine de Viña del Mar.
Ardiente Paciencia, dirigida y escrita por Antonio Skármeta.
Skármeta, por su parte, también en 1984 estrenó su segundo largometraje: Si viviéramos juntos (Wenn wie zusammen lebten…). En ella aborda la situación de los artistas chilenos en el exilio desde una mirada que fusiona el género documental con la ficción.
Un año después, llegaría su última obra hecha para la pantalla grande: Despedida en Berlín, que relata la ansiedad tras el retorno a la patria post-plebiscito.
“Las hice con honestidad, sencillez, espontaneidad, para responder a lo que los productores me pedían: dejar un registro personal de mi experiencia del exilio en Alemania”, quiso dejar en claro en 2015 respecto a las piezas cinematográficas de su autoría.
“Sé que son las obras de un escritor haciendo cine y desde esa perspectiva, creo que hay que ubicar sus defectos y eventuales méritos”, concluyó.
El conductor de CNN Chile Radio habló en la sección Cuestión de Opinión sobre las descalificaciones del mandatario argentino al presidente Gabriel Boric. "No responder con otro insulto es optar por la empatía y la posibilidad de entendimiento. Es una elección que cierto, es difícil. Habla, sin embargo, de la mejor versión de quienes somos y de quienes queremos ser", comentó.