“Araña” es más que una película sobre Patria y Libertad, es una metáfora sobre el Chile de hoy
Por Bruno Delgado
03.09.2019 / 18:06
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Protagonizada por Mercedes Morán, Marcelo Alonso, María Valverde, Pedro Fontaine y Felipe Armas, el largometraje, que ya se encuentra en la cartelera nacional, se centra en tres ex miembros de Patria y Libertad en los años previos al golpe y en cómo se adaptaron al Chile post dictadura.
Las películas de Andrés Wood son un ejercicio de memoria histórica en la gran pantalla, en el que mirando por el retrovisor se hacen reflexiones contemporáneas y con sentido de urgencia. Y Araña, su más reciente trabajo, no es la excepción.
Protagonizada por Mercedes Morán, Marcelo Alonso, María Valverde, Pedro Fontaine y Felipe Armas, el largometraje, que ya se encuentra en la cartelera nacional, se centra en tres ex miembros de Patria y Libertad en los años previos al golpe y en cómo se adaptaron al Chile post dictadura.
El realizador de Machuca y Violeta se fue a los Cielos nos presenta a Inés, a su novio Justo y al recién llegado Gerardo. En 1971 eran todos militantes del grupo de extrema derecha. En el país de ahora siguen siendo un trío explosivo, al borde del desequilibrio, y en el qui cada uno siguió con sus vidas como pudieron.
En Araña hay un notable esfuerzo por hacer una recreación de época y del clima político y social, pero la película no se estanca en eso, porque el objetivo está en evidenciar y entender “el estado mental y moral del país”, como dijera el crítico Antonio Martínez de El Mercurio.
1. Reflexión contingente
A primera vista, Araña puede parecer que intentará retratar con esfuerzo documental a Patria y Libertad, pero nada más lejos de la realidad. El realizador tras la serie Ramona (2018) se pregunta en esta ficción qué estarían haciendo hoy los miembros del grupo.
Esta es una película sobre clima el social actual reflejado en los ex militantes. Y es a través de ellos, que hacen de recipientes de un clasismo, xenofobia, nacionalismo y conciencia de clase a toda prueba, que observamos cómo dialogan ante la inmigración, la pobreza y la exclusión social del presente.
2. Memoria con ficción
La historia se da licencias porque no busca ser un archivo lleno de precisión histórica, porque no es su deber. Para ello reúne diálogos y momentos que fusiona en una alquimia cinematográfica en la que la misma persona tras el atentado al edecán del presidente Allende, Arturo Araya Peeters, años después, repite una de las frases icónicas de Lucía Hiriart en una entrevista a El Mercurio a comienzos de siglo.
De la misma manera, echa mano a diversos géneros como la reconstrucción histórica y hasta la falsa biografía, todo tejido por un thriller movido por la constante pregunta a la que está atento el espectador: en qué momento estos tres personajes estallarán como bombas de tiempo, a modo de metáfora del contexto políticos y social del ayer y el ahora.
3. Solvencia narrativa
La cinta tiene objetivos tan ambiciosos como íntimos por parte del director de La Buena Vida. Su clara vocación a explorar el pasado para re contextualizar episodios específicos y figuras de nuestra historia son un ejercicio tan personal como colectivo cuando decenas de personas se reúnen en la sala a oscuras para ver su cine.
Y ahí está justamente el motivo por el que sus películas logran conectar con el ADN nacional y convertirlas en acontecimientos, poniendo temas sobre la mesa, abriendo debates y entregando imágenes que se pegan en la retina: no olvida que al otro lado de la pantalla está el público.
Pese a llevarnos por saltos temporales, personajes áridos, resquebrajados y poco empatizables, equilibra las reflexiones con la historia vertiginosa y atrapante, aunque el balance no siempre sea perfecto.
4. Mujeres protagonistas
Ya sea una adolescente que vive en un campamento en la UP o una mujer que decide cantar contra viento y marea sobre sus dolores e injusticias, las mujeres de las ficciones de Andrés Wood brillan por sobre el resto, como personajes fuertes y fuera de serie. Y en esta ocasión ese puesto es para Inés.
Ya desde la primera escena nos queda claro que es una mujer de armas tomar. Al ver que su nieto no es incluido en el partido de fútbol del colegio, pasa por sobre toda autoridad y hace que todos los niños salten al campo de juego.
Lo mismo en su versión de 1971 cuando posa como Miss Universitaria. En vez de espantarse ante un violento exabrupto de Gerardo que termina a los golpes, lo aplaude, ríe cómplice y termina reclutando para Patria y Libertad.
En ella no hay contemplaciones. Siempre un paso adelante, haciendo uso de una dignidad y furia a toda prueba, ya sea que esté dando vuelta una camioneta en plena calle, teniendo sexo en la escalera o arreglándose el cabello con una herida en la cabeza.
5. Actuaciones
Los trabajos de Mercedes Morán (argentina) como la chilena Inés de furia contenida y calculadora, y de María Valverde (española) como la joven Inés rabiosa, volátil e impetuosa, estarán, probablemente, entre lo más destacado del chileno -y por qué no latinoamericano- a final de año.
Ambas actrices dan vida a un personaje de forma natural en el que no hay disonancias entre una actuación y la otra, dando forma en dos tiempos diferentes a una misma persona como si no fueran dos interpretes.
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