Este jueves 23 de abril se celebra el Día Internacional del Libro y quién podría ser más indicado para recomendar una lectura que los propios escritores. Conversamos con diez autores y les preguntamos qué estaban leyendo en estos días. A continuación, sus respuestas.
Quedarse en la casa y salir sólo si es “estrictamente necesario” es el mensaje de las autoridades para estos días de pandemia. Por supuesto, esa petición conlleva muchas dificultades, pero también nos da más tiempo para hacer cosas que hasta hace poco comúnmente, quedaban en segundo plano, como leer un buen libro.
Le preguntamos a los conductores de Chilevisión y CNN Chile qué estaban leyendo durante estos días de coronavirus. Las respuestas fueron muy variadas y esperamos que hayan sido un incentivo. Pero si con eso no bastó, hoy volvemos al ataque. Básicamente, porque estamos convencidos de que la lectura siempre va a ser una experiencia enriquecedora.
Además, es el momento más indicado. Hoy se celebra el Día Internacional del libro y no hay nadie más apropiado para recomendarnos qué leer que los propios escritores. Conversamos con diez autores y les preguntamos qué estaban leyendo en estos días, para inspirarnos o derechamente para copiarles. A continuación sus respuestas, que van desde libros infantiles hasta clásicos de todos los tiempos.
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Alejandro Zambra
“Quedaría mejor decir que estoy leyendo algún insondable novelón centroeuropeo, pero a decir verdad he leído poco durante este encierro, o más bien he leído casi únicamente libros para niños, que tal vez es la literatura perfecta, porque los autores dan lo mismo y porque son libros hechos para ser leídos una y otra vez y porque traen dibujos.
De los cuarenta y tantos que han matizado nuestra cuarentena mexicana elijo La Jardinera, un libro que publicó el Fondo de Cultura Económica con la letra de esa hermosa canción de Violeta Parra y unas ilustraciones brillantes de Paloma Valdivia. Es genial leerlo como cuento y luego escuchar la canción y después guitarrearla (el libro trae las posturas). Aunque debo admitir que, a sus dos años, mi hijo es mucho más mexicano que chileno, gracias a este libro y a los éxitos inmortales de 31 minutos, por momentos accedemos a una gozosa y desordenada chilenidad”.
Marcela Serrano
“Para la cuarentena opté por los clásicos. Leo a Homero. Ya me devoré La Odisea y ahora estoy por terminar La Ilíada. Aparte del lenguaje, que es de una enorme potencia, resulta toda una aventura conocer la relación de los dioses y los mortales y de qué manera estos son víctimas del Olimpo. La Ilíada es épica y te confirma que la vida es una larga lucha y nada más. La Odisea, en cambio, es más personal y subjetiva. Trata de la historia de Ulises, de la pertenencia, del regreso al hogar. La naturaleza humana es la misma, como si nada hubiese sucedido desde entonces hasta hoy”.
Alberto Fuguet
“Cuesta escribir en cuarentena si uno se dedica a eso. Y cuesta leer. Cuesta ver series. Pero algo he leído. Y picoteado. Leí Poeta Chileno de Alejandro Zambra, que es una novela gorda con personajes que terminan por conquistarte. Es muy chilena y muy de Santiago y se echa de menos la ciudad descrita. Zambra sabe lo que habla y se ríe del mundo de los poetas, pero lo hace con cariño también. Es acerca de padres e hijos, pero sobre todo acerca de una nueva familia: padrastros, hijastros, los novios de las madres que luego pasan a ser ex. También partí con Nuestra parte de noche, de Mariana Enríquez y me agarró su remix de los temas de Stephen King, pero los hace suyos. Enríquez es mejor escritora que King y trae lo raro a la experiencia cercana. Lo malo es que mi pololo me lo quitó así que ahora me lo lee. Un libro que ando hojeando es And the band played on acerca de la epidemia del SIDA y sus orígenes y cómo los científicos rastreaban el virus y sacaban conclusiones mientras que nadie los tomaba muy en cuenta y la fiesta seguía. Eso, creo. Ah: me compré un libro electrónico: Por la marcha de Patricio Fernández acerca de octubre y el estallido. Leer de la pandemia pasada, digamos, con algo de distancia, se me ha hecho bastante adictivo e iluminador”.
Alejandra Costamagna
“Acabo de leer una columna de la argentina Mariana Enríquez sobre la exigencia de tener respuestas en esta crisis, la creatividad a todo evento, la presión de ser productivos y su negativa a todo lo anterior. A Enríquez le preguntan por el miedo vinculado con la crisis sanitaria que estamos viviendo. Se lo preguntan, justamente, porque el terror ha sido el género que ha cultivado. Pero otra cosa es con pandemia, habría que decir. Otra cosa es tenerla clara cuando el mundo se está derrumbando allá afuera y no tenemos la menor idea de cómo vamos a salir de acá. Frente a la falta de claridad sobre el presente, lo que nos queda es sumergirnos en la oscuridad de un tiempo indefinido. Eso es lo que transmiten las casi 700 páginas de Nuestra parte de noche, la magnífica, torrentosa, perturbadora y adictiva novela que Enríquez publicó hace unos meses y con la que obtuvo el Premio Herralde 2019. Este es un libro de terror, claro. Un libro que habla de sociedades secretas, de médiums, de niños enjaulados, de la dictadura militar argentina, de liturgias sexuales, de herencias malditas, de sacrificios humanos, del sida. Una pesadilla ajena que hace eco en lo que estamos viviendo, pero que nos mantiene a una sana distancia. Aunque no sé si ‘sana’ sea la palabra exacta”.
Pablo Simonetti
“Aparte de leer nubes enteras de noticias respecto del coronavirus y su propagación, tragedia que me tiene tomado el seso desde enero y que ha vuelto a despertar en mí la pasión por los gráficos y los números y los logaritmos; estoy leyendo Momentos estelares de la humanidad, de Stefan Zweig”.
“Zweig es uno de los grandes biógrafos de la historia, si no es derechamente el mejor, y este libro es una recopilación de catorce miniaturas históricas dignas de ese don. Algunas están centradas en personajes que a él siempre le interesaron: Cicerón, Haendel, Goethe, Tolstói. Pero además aborda la vida de otros personajes que no figuran en los titulares de la historia universal ni de la historia del arte, aunque tuvieran un papel importantísimo en alguna de ellas, pues una gran decisión estuvo en sus manos, para bien o para mal. Lo leo pensando en quiénes serán los protagonistas incógnitos de este momento estelar que estamos viviendo, quiénes, motivados por la fuerza de las circunstancias extraordinarias que nos toca vivir, serán los artífices de un gran triunfo contra el virus o un gran fracaso. Ojalá tengamos un Zweig que pueda contarlo”.
Carla Guelfenbein
“Estoy leyendo El día que no fue, de Sandra Lorenzano, que es una novela cuyo centro es el dolor y el miedo que sufre la protagonista después de haber sido expulsada abruptamente de la vida de su ser amado. Recorremos junto a ella el vacío, los cientos de interrogantes, y cómo estas preguntas la remiten a otros dolores, a otros miedos, que la trascienden. Así es cómo conocemos la historia de la familia de su abuela que huye del ejército Zarista a Argentina cuando ella tiene apenas nueve meses, y cuyo miedo, está segura la narradora, fue traspasado en el ADN de generación en generación hasta llegar a ella misma. Un miedo ancestral, atávico. En este recorrido de referencias, se trenzan también las historias de mujeres emigrantes que tuvieron que abandonar sus tierras para caer en geografías desconocidas y amenazantes. El día que no fue es una novela de prosa poética, construida como una fina filigrana. Está colmada de reflexiones que nos remiten a nuestros propios miedos y dolores, otorgándoles un sentido universal”.
Francisco Ortega
“Empecé a leer La Tierra Errante (Ediciones B), de Cixin Liu, el autor chino más exitoso, hoy muy de moda porque Barack Obama, Bill Gates y Mark Zuckerberg se han declarado fans. La Tierra Errante es alucinante. En un futuro lejano el sol se apaga y la única manera de salvar a la humanidad es trasladar nuestro mundo a la órbita de Alfa Centauri. Para ello se instalan en la Tierra miles de motores de fisión nuclear que sacan al planeta de órbita y lo trasladan en un viaje de 10 mil años. Los supervivientes vivimos bajo tierra y los cuentos del libro relatan las historias de familias, hijos, nietos, etc. a lo largo de este viaje de diez milenios. Es increíble, partiendo de la idea inicial”.
María Paz Rodríguez
“Durante esta cuarentena estoy leyendo Dientes Blancos de Zadie Smith, que narra la historia de dos familias de inmigrantes en Londres; la de Archie Jones y Samad Iqbal, ex combatientes tras la Segunda Guerra Mundial. Al reunirse, treinta años después, ambos protagonistas se ubican en el lugar de los desplazados. La autora nos lleva a mirar las raíces de sus personajes, para contrastarlas con lo que sucede en la generación de los hijos, quienes se rebelan contra el racismo británico, conviven con su propia falta de conexión con sus orígenes y en constante tensión con el sistema. Dientes blancos está escrita en clave de sátira, por lo cual todo el drama de la pertenencia se lee con humor y cierta ligereza, pero no por eso, con menos profundidad. Smith es una narradora grande, ácida, y quizás su mayor logro en esta novela es contarnos la historia de un momento en un país, a través de la mirada de actores secundarios. Entonces, articula y mueve a sus personajes hacia donde quiere, y así mismo lo hace con sus lectores”.
Simón Soto
“En esta cuarentena estoy entrecruzando dos lecturas extraordinarias: Las Cartas. 1900-1914, de Franz Kafka, y el libro de ensayos El otro proceso, de Elías Canetti. El libro de Canetti está centrado en el análisis de las cartas que Kafka le escribió a su prometida Felice Bauer. Para Kafka, la correspondencia con Felice (que vivía en otra ciudad) fue una suerte de experimento literario, donde no hay cabida para el amor, pero sí para la obsesión, para probar formas, lenguaje”.
“Las cartas a Felice se transformaron en una maquinaria narrativa en la cual Kafka reafirma su vocación y se permite tensar la relación hasta lo insoportable. Le acomoda la distancia y la falta de contacto directo porque lo obliga a escribirle más y más”.
Francisca Solar
“Estoy leyendo Frankenstein, de Mary Shelley. Este libro propone un acercamiento profundo, analítico y entusiasta del famoso clásico que, aunque muchos pregonemos que es uno de los mayores hitos de la literatura, pareciera que nunca alcanza suficiente mérito en el colectivo. Aún penan las sombras de la misoginia entorno a esta historia y su célebre autora, pero hay quienes la enaltecen con propiedad y se unieron en este tomo colaborativo para recordarle al mundo cada detalle que hace de Frankenstein una obra de arte, piedra fundacional de la ciencia ficción y de la divulgación científica como tal.
Esta particular edición del sello Ariel es una belleza no solo por su diseño tan cuidado, sino por todos los académicos y escritores involucrados en cada pie de página y cada ensayo que acompaña al texto original de 1818. Es un aplauso cerrado y agradecimiento infinito a la memoria de Mary Shelley”.