Tras el impresionante debut de Olivia Wilde, siempre hay expectativas por ver si un cineasta puede conseguir otro éxito. En este sentido, "Don't Worry Darling" parece más un modesto revés que una gran decepción, pero en última instancia, es difícil calificar este proyecto como una victoria.
(CNN) – La oleada de dramas y rumores fuera de la pantalla que rodean a Don’t Worry Darling han puesto a la segunda película de la directora Olivia Wilde en una situación incómoda, incapaz de justificar el alboroto (en el mejor de los casos es suficientemente buena), pero probablemente en un buen lugar para sacar provecho de ello.
Florence Pugh es el argumento más fuerte para ver la película, pero teniendo en cuenta todos los proyectos en los que está, si te la pierdes, no te preocupes.
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El concepto oscuramente misterioso representa un marcado alejamiento del impresionante debut de Wilde con Booksmart, una pequeña película sobre la llegada a la adultez que alcanzaba todas las notas correctas. La actriz convertida en directora reunió a un elenco de primera categoría, pero en una historia que se alarga demasiado y que no se resuelve de forma muy limpia; de hecho, el final se convierte en lo que la fuerza motriz de la película se esfuerza por evitar, es decir, el caos.
Con una deuda espiritual con The Stepford Wives, con su cuidada imagen de los suburbios, también hay muchos puntos de comparación más recientes, como Suburbicon, dirigida por George Clooney. Incluso hay una pizca de Edward Scissorhands (El joven más de tijera) en la visión en tonos pastel de un callejón sin salida perfecto en el que los hombres conducen en fila al trabajo mientras sus esposas se despiden obedientemente.
Alice (Pugh) y su marido Jack (Harry Styles) parecen estar viviendo el sueño, festejando mucho con los compañeros de trabajo de él en el vecindario planificado al estilo de los años 50 donde todos residen. Los dos están locamente enamorados el uno del otro, casi de forma enfermiza, según cuenta la amiga de Alice, Bunny (interpretada por Wilde).
Sin embargo, todo parece demasiado perfecto y, por tanto, sospechoso, empezando por el hecho de que nadie explica qué es exactamente lo que hacen trabajando para algo llamado “Project Victoria”. También hay una devoción de culto al jefe, Frank (Chris Pine), que consigue que aquellos a su cargo acepten con entusiasmo que están “cambiando el mundo”.
Si el objetivo es una especie de discurso sobre el conformismo feliz, eventualmente da paso a un cierto “gaslighting” cuando Alice empieza a intuir que algo va mal, impulsada por sueños extraños, imágenes surrealistas y el comportamiento de un vecino. Con base en un guion atribuido a Shane y Carey Van Dyke (nietos de Dick Van Dyke) junto con Katie Silberman de Booksmart, Don’t Worry Darling cae en la trampa creativa de seguir el modelo de un episodio de The Twilight Zone, solo que sin el tipo de revelación que la elevaría al nivel más memorable de esa serie. Aunque la película tiene algo que decir sobre la política de género y la misoginia, no está lo suficientemente bien articulada como para distinguirse de otras películas.
Teniendo esto en cuenta, la pregunta planteada por The New York Times en relación con la controversia sobre las relaciones fuera de la pantalla: “¿Perjudicará la creciente publicidad a ‘Don’t Worry Darling’ en la taquilla?”, parece precisamente al revés; más bien, la verdadera cuestión es si esa curiosidad, incluido el análisis de las estrellas al estilo de Zapruder en el estreno del Festival de Venecia, puede impulsar el interés por una película que, por lo demás, es sosa.
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Prácticamente, a pesar de la intensa atención que rodea a Styles en su carrera como actor, el principal atractivo debería ser Pugh, cuyo creciente perfil, con una nominación al Oscar por Little Women, Black Widow y la próxima Dune, la pondrá de nuevo en la pantalla con Wonder, en noviembre.
Tras el impresionante debut de Wilde, siempre hay expectativas por ver si un cineasta puede conseguir otro éxito. En este sentido, Don’t Worry Darling parece más un modesto revés que una gran decepción, pero en última instancia, es difícil calificar este proyecto como una victoria.