El uróboro o la serpiente que se come su propia cola es un antiguo símbolo que ha estado presente en diversas culturas y representa el ciclo eterno de las cosas. Aunque para el IMF también simboliza que "aceptar esa condición permite soltar para encontrar sin miedo una voz propia", opinando que "Chile tuvo esa oportunidad" en el proceso constituyente.
La mañana de este lunes 18 de diciembre, luego del día del plebiscito en el que la opción “En contra” prevaleció, rechazando así la propuesta de una nueva Constitución redactada por el Consejo Constitucional. Plaza Baquedano apareció con una intervención cultural que dejó a más de uno sorprendido.
En el pedestal central de la plaza, apareció durante más de cinco horas un Uróboro que llamó la atención de los transeúntes en el centro de Santiago, el cual tenía la forma del territorio de Chile.
¿Qué es un Uróboro?
La figura utilizada representa un uróboro, símbolo de una serpiente que se come su propia cola. Esta obra fue creada por el colectivo Instituto de Motricidad Fina (IMF) de Valparaíso, quienes, a través del metal y con una escultura que simboliza el país, buscan trazar un camino y presentar una intervención de arte político.
El uróburo o la serpiente que se come su propia cola es un antiguo símbolo, que ha estado presente en diversas culturas, y representa el ciclo eterno de las cosas.
Originario de la tumba de la pirámide de Unis en Egipto, ha sido utilizado en múltiples culturas para expresar la idea de ciclos en la naturaleza, la vida y la historia.
La instalación, llevada a cabo por el instituto, busca reflejar los últimos cuatro años en Chile, caracterizados por el debate y, finalmente, la decisión que mantiene la Constitución de 1980.
En conversación con CNN Chile, el IMF explicó qué significa esta intervención en Plaza Baquedano, la cual consideran un “tríptico de seguimiento al devenir del proceso constitucional“.
— ¿Desde dónde surge la idea de utilizar esta figura para intervenir un espacio tan significativo como Plaza Italia?
—Este proyecto consta de tres obras gemelas, la primera de las cuales fue instalada en Valparaíso, en diciembre de 2019, sobre las ruinas de una automotora quemada durante las manifestaciones del Estallido Social.
“La forma alargada del territorio permite la metáfora de la serpiente. Sin embargo, lo fundamental es la dualidad que representa este símbolo milenario, que al mismo tiempo se devora y se regenera, aparentando un ciclo eterno“.
La segunda de estas obras se colocó también en Valparaíso el 2 de septiembre de 2022, dos días antes del plebiscito, como parte del seguimiento al proceso.
Según explicaron, “surgió la idea de trasladar la obra a Santiago. Después de todo, para bien o para mal, el sistema que sustenta a Santiago es el que más influye en la percepción del país“.
—¿Qué inspiró la creación del “uróboro” con la forma de Chile, emulando al país devorándose a sí mismo?
—Es un escape para lidiar con la realidad. En las últimas semanas de octubre de 2019, la vida se volvió surrealista o hiperreal, generando una confusión difícil de resolver. Siempre se habla de los efectos terapéuticos del arte, y eso es real, nunca será un cliché.
En esta misma línea, comentan que Chile es un país caracterizado por sus diferencias climáticas; todo intento de homogeneizar la identidad es inútil, excepto cuando se une el significado centrado en la diversidad.
“Al mismo tiempo, la forma alargada del territorio posibilita la metáfora de la serpiente”. Asimismo, explican que lo fundamental es la dualidad que representa este símbolo milenario, el cual “al mismo tiempo se devora y regenera, aparentando un bucle eterno, pero el hecho de aceptar esa condición permite dejar ir para encontrar sin temor una voz propia. Chile tuvo esa oportunidad“.
Los espacios públicos como lugares de reflexión
La figura de una serpiente que aparece un día después de que la sociedad chilena decidiera rechazar por segunda vez consecutiva una propuesta de nueva Constitución genera grandes preguntas en la ciudadanía, y diferentes políticos y analistas aseguran que existe una especie de “agotamiento constitucional”.
En tanto, desde el Instituto de Motricidad Fina, este tipo de intervenciones dan a entender que “utilizar los espacios públicos como sala de exposición busca generar momentos de sorpresa, fascinación y reflexión en las personas que día a día recorren la ciudad”.
Lo que a su vez son personas que no necesariamente “tienen un diálogo con las artes visuales, sino que más bien son parte del torrente sin nombre que hacen funcionar nuestro sistema de vida”, y que, a su juicio, “muchas veces no permiten apreciar lo espectacular del hecho de existir en este universo gigante y aparentemente sin vida. Al menos no de la manera orgánica que se propició en este planeta“.
“El arco desde el nacimiento de las bacterias hasta tener la mayoría del conocimiento humano en nuestras manos gracias a la tecnología es algo que no se valora de manera preponderante. La intención es dar la oportunidad de ampliar las expectativas y abrazar el día a día de manera más cálida“, explican.
—¿Por qué decides realizar intervenciones en espacios públicos de arte político en un momento en el que Chile atraviesa grandes divisiones?
—¿Cuándo no ha habido divisiones? Lo de grandes es un modo de operar político y mediático, a razón del avance de la tecnología en comunicación, que viendo ampliado su alcance de audiencia, conociendo más datos que nunca, necesariamente debe ocupar estímulos que exciten los instintos de la mayor cantidad de humanos posibles. Lamentablemente, uno de esos instintos está relacionado con la rabia y, por lo tanto, toda noticia que busque impacto está filtrada por esa emoción.
Siempre estamos rodeados de diferencias, pero ahora es más negocio tener rabia por eso.