JJK Powditch, artista visual y costurero: “Soy la respuesta masculina al feminismo”

Por Valeria Barahona

02.10.2018 / 16:10

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Recién entrado en la veintena y con una tesis que terminar, el estudiante de Licenciatura en Artes UC irrumpió con fuerza en la última feria Art Stgo con una selección de cuadros que mezclan los clásicos pañitos a crochet de las abuelas con cerámica, perlas y dibujos de hombres desnudos.


Más de 150 artistas reunió Art Stgo 2018, una de las ferias de arte más accesibles del país: no cobra entrada y las obras están con precios mucho más bajos respecto al mercado. Una suerte de democratización de las obras visuales durante un fin de semana completo.

A dos horas del cierre de la edición de este año, el Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM) estaba repleto de quienes buscaban los remates o iban a ayudar a los amigos a desmontar. En un rincón, Santiago Errázuriz da una cátedra improvisada sobre color y, metros más allá, un joven mostraba sus cuadros de pañitos a crochet impresos y mezclados con cerámica, decorados, a su vez, con perlas y torsos de hombres desnudos.

“Soy la respuesta masculina al feminismo”, dice José Juan Kitridge Powditch apenas nos conocemos y estrechamos las manos.

Días después voy a su taller, en cuyo jardín trinan los pájaros, y muestra, con orgullo, un cuadro de gran formato que de cerca parece un ramillete de girasoles, pero a dos metros de distancia es un pañito a crochet como los que tejen las abuelas. Más allá está colgado “el respaldo de mi cama, de una tía abuela que vivió en Europa, se vino y esta era la cama de su hijo que murió después”, por lo que el artista dibujó sobre la madera a un hombre joven que se tapa los ornamentos con un trozo de ornaburgo.

“Siempre he tenido un tema con la masculinidad, los textiles o la camisa, que me gusta como objeto y como idea de uniforme mundial. Y no es por ser machista, pero después de la camisa se inventó la blusa”, dice al mostrarme una prenda blanca en la que está bordando bolutas rojas, como las de los trajes victorianos, figuras que expuso el año pasado en la Galería Mamia Bretesche, en París, muy cerca del museo de Pablo Picasso.

“En mi obra voy construyendo masculinidad”, afirma Powditch, y agrega: “Pierre Bourdieu dice que un hombre no nace, sino que se hace”.

—Igual que Simone de Beauvoir sobre la mujer…
—Pero no criticando, sino que en la sociedad de hoy al nacer mujer, OK, tenís todo lo necesario, haz lo que querái, sé una mujer trabajadora, etcétera. Pero el caballero se crea, el hombre se crea, la masculinidad se crea. Hay psicólogos que dicen que la masculinidad es más compleja porque se crea, mientras que la mujer es más natural porque es más sensible y más sencilla, mientras que el hombre se tiene que hacer desde cómo enseñarle al hijo el apretón de manos, que debe ser fuerte pero no tanto, para que no se sienta una amenaza.

—Entonces en tu obra estás desarrollando la masculinidad pero, a la vez, trabajas con elementos que quizás son más asociados a las mujeres, como las perlas.
—Creo que el arte hoy en día es bastante conceptual, y el que trabaja a mano lo hace a propósito.

—¿Para conservar el “aura de la obra”, esa energía que transmiten los originales (pinturas, manuscritos, etc., que por eso son más cotizados), según Walter Benjamin?
—Eso se ha mantenido mucho (pese al avance tecnológico), encuentro muy inteligente esa parte de su pensamiento. Si se pudiera seguir diciendo ‘el aura de la obra’, tendría que ser como cada uno hace sus cosas y la obra se mantiene por lo que es y dónde está parada. Por ejemplo, un diseñador miraría esta camisa y me diría ‘está pésimamente cosida’, pero lo que me importa es que está pésimamente cosida porque soy hombre y los hombres no cosen, ni
tejen ni nada. Ni siquiera aprendí a la mala: desarmé una camisa, copié (el patrón) y la volví a armar cometiendo errores muy básicos, como que el cuello se hace al revés y yo lo cosí por encima.

“Mi obra siempre se ha tratado de hacer cosas mediante técnicas que no son bien vistas en los hombres”.

—Pero ahora están de moda los talleres de bordado para hombres.
—También me podís decir ‘en Chiloé los hombres tejen porque pasan muchas horas pescando’, pero yo nací en Santiago, soy ABC1 (vive en una casa en Las Condes), estudié en un colegio británico, y desde mi realidad no se me dejó aprender a tejer a crochet, por eso rayé un poco la papa con el crochet porque me gusta un montón. Al final los pañitos los convertí en objetos mediante la cerámica (mezcla tejidos con el material) o dibujos. Por eso mi obra tiene que ver con esa mano más ruda (de hombre), cómo se va aflojando y siendo más delicada, no femenina.

Powditch cree que el hecho de ser hombre no lo limita únicamente a su género. “Si fuera transgénero, ¿tengo que pintar cuadros que solo hablen de transgeneridad? No necesariamente, ¿se va a mermar? Sí, porque toda óptica cambia, por ejemplo, yo soy homosexual y dibujo súper mal a las mujeres porque le veo a los hombres otras cosas, y encuentro el cuerpo masculino mucho más interesante en cuanto a volúmenes”, asegura.

—Cuando nos conocimos me dijiste: “soy la respuesta masculina al feminismo”.
—Suena un poco mesiánico, pero sí y no. Soy feminista, pero encuentro que en Chile se está tomando mucho una posición que el feminismo es de mujeres, del fem, que partió como la defensa de una mirada más femenina que de la mujer, y a eso voy yo, me compro más la lucha contra el patriarcado y la dictadura masculina latinoamericana, porque acá al padre de familia le sirven la comida, por ejemplo. Más que de meterme en el tema de las agresiones, no es que no me importe, pero uno se tiene que centrar en algunas cosas en la vida. Mi obra siempre se ha tratado de hacer cosas mediante técnicas que no son bien vistas en los hombres.

Sobre ese punto, recalca: “El hombre no tiene una posición subyugada al feminismo: no es que el feminismo va a dar vuelta al patriarcado, o eliminarlo, sino que tiene más que ver con la equidad. El nombre en español lo encuentro atroz, un ‘ismo’ no lo encuentro lógico”.

—Estudias en la Pontificia Universidad Católica. ¿Cómo fue para ti el paro feminista cuando a los hombres les negaban la entrada a la Facultad de Artes?
—Pasó en todos lados, ahora el hombre en Chile es odiado. Participé en un solo conversatorio, porque era con mi profe (de tesis) y pedí permiso para comentar que acá no hay que discutir sobre género, sino sobre la diferencia en los roles con los géneros, porque es para los dos lados, lo femenino y lo masculino. ¿Cuál es el papel que toman los homosexuales hombres en este movimiento? Porque a mí me banearon porque no sabían que soy homosexual, sino que solo por lo que tengo en mis calzoncillos. ¿Qué hubiese pasado si soy transgénero en proceso de (cambio) y que aún no hago nada? ¿Te tengo que contar? ¿Me tengo que amarrar la bandera gay en el pecho? Esa al final es una posición como de “tengamosle pena a los gay y ayudemos”: hay que ayudar a la sociedad.

—¿Y qué opinas de las marchas feministas?
—Encuentro estúpido que las fotos más importantes hayan sido la de la tipa mostrando las pechugas al lado de la estatua del Papa Juan Pablo II en la Católica. Y lo del abrazo de la paca, creo que fueron pa la prensa, porque pueden pasar muchas cosas en la iglesia chilena, nadie te dice que le hagái reverencia a la estatua, pero tú te estái sacando la polera y haciendo gestos impropios sobre un símbolo que para otra persona es súper importante. Fui católico, pero nunca se me ocurriría ir a hacer algo así a una sinagoga o al Templo Bahá’í, aunque esté súper enojado.