El autor de "Synco" y "La dictadura" aseguró a CNN Chile que una dictadura noventera no habría sido muy distinta a la democracia tutelada de la transición y que, incluso, "desde cierto punto de vista, hubiera sido mejor". "El gran negocio de Pinochet fue dejar el poder en 1990", dice.
—¿Qué habría pasado si ganaba el SÍ?
—Me parece que hubiera entrado en conflicto la personalidad de Pinochet. Él no se hubiese adaptado a los nuevos tiempos, enfrentándose al Congreso o a las discrepancias con adversarios en igualdad de condiciones. Habría caído en conductas represivas y autoritarias. Ya en democracia, sin siquiera ser presidente, sacó a los militares a la calle. Habría sido un período largo y conflictivo, muy parecido al último año de su mandato, donde hubo mucha represión, incluso muertos. No creo que hubiese sido muy diferente, habría estado de todas maneras el ejército detrás de él y habría sido una democracia más que tutelada, una democracia, ahí sí, de pura pantalla.
—Pensando en lo que fueron los tempranos ’90, donde el FPMR seguía muy activo, ¿Pinochet podría haber llegado al final de su gobierno?
—Creo que hubiera llegado sin ningún problema, ya que él ejerció como senador -donde no hizo nada, prácticamente- y seguramente hubiera continuado hasta el final. Los dictadores se mueren colgando de los pies, fusilados o en su lecho de muerte. Al final, lo que él quería era legitimar su mando. Él cerró el golpe, después se inventó un cargo de presidente de la república con una elección trucha. Creo que lo que Pinochet soñaba era validarse con una elección legitima ese 5 de octubre. De esa forma hubiera actuado con más propiedad.
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“Si Pinochet hubiese completa su gobierno, nos habría entregado un Chile donde él y su posición pinochetista habría estado mucho más debilitada, eso habría dado más poder y tranquilidad para hacer los cambios y reformas”.
—¿Qué tan distinta hubiese sido la democracia tutelada a esta distópica dictadura noventera?
—Hubiese sido una relación cada vez más tensa con una convivencia más enfrentada. De solo pensar lo que les costó a los políticos de derecha “despinochetizarse” aun en democracia. Ellos se hubiesen mantenido cuadrados frente a Pinochet. Ya tenían el poder económico -la clase alta chilena es deudora de Pinochet- y habrían tenido también el poder político, además de la acción en el Congreso. A la gente se le olvida que el Congreso estaba diseñado para que Pinochet gobernara, con una Cámara de Senadores es la que iba a decidir con seis senadores designados más el presidente Pinochet en ejercicio. Todo esto habría sido una dictadura coja y una democracia coja juntas, al mismo tiempo.
—O sea, ¿el país hubiese sido parecido al que fue si ganaba el SÍ?
—Creo que la democracia que tuvimos fue coja. Si hubiese seguido Pinochet habríamos tenido una dictadura coja también. Habría sido bastante parecido en ambos casos, pero con un mayor énfasis en el caso de seguir Pinochet, ya que además de tener el poder de las armas, habría mantenido el poder político. Al final, el gran negocio de Pinochet fue haber dejado el poder el año ’90, ya que venía con un poder de mando desgastado, sin actuar en bloque o con el beneplácito del resto de las Fuerzas Armadas y ya hasta Estados Unidos le había quitado su apoyo. Además, la clase política chilena le hizo la desconocida de inmediato, la misma noche del plebiscito.
—¿Pinochet la habría tenido difícil para gobernar?
—Habría entrado en un período de los ’90 con una pérdida de poder interna y no con esa cohesión tremenda que tuvo durante casi toda la dictadura. Habría tenido diferencias internas, por eso habría sido una dictadura coja o una democracia coja, con más roces internos y mucho desgaste. Eso habría llevado a un gobierno de la oposición después de su mando con otro espíritu, ya que él no habría estado al mando del Ejército. No habríamos pasado por esa democracia tutelada de los ’90 y habríamos tenido una transición más digna, no la porquería que tuvimos.
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“La sola posibilidad de hablar en público sin temor era estar en el paraíso. Desde ese punto de vista, para la generación del ’80, la alegría llegó sin ninguna duda”.
—De haber seguido Pinochet hasta 1997, ¿cuánto habría afectado en cómo vivimos el Chile de hoy? ¿La transición habría sido de otra forma?
—Absolutamente. Hablando ya más como escritor que como analista histórico, creo que si Pinochet hubiese completado su gobierno, desde cierto punto de vista, hubiera sido mejor, porque lo habrían desgastado de tal manera que, cuando efectivamente perdiera el poder, habría sido de una manera mucho más dramática que en el año ’90. Esto habría permitido un recambio de la oposición bastante más empoderada, menos tutelada y con más convicción de hacer cambios.
—Se hubrían agudizado más las contradicciones.
—Por supuesto. Ya había un deterioro grande del gobierno el año ’89.
—También habría pasado que toda esta generación del Frente Amplio, los Boric y los Jackson, habrían alcanzado a vivir algo de la dictadura a conciencia.
—Se habrían comido un cachito de la dictadura y podrían hociconear con razón. Pienso que a Pinochet no le habría quedado más que apretar los cinchos y haber amenazado, sacando militares a la calle nuevamente. El proceso democrático con su transición habría sido llevada adelante por él y habría acentuado las contradicciones. Nos habría entregado un Chile donde él y su posición pinochetista habría estado mucho más debilitada, eso habría dado más poder y tranquilidad para hacer los cambios y reformas. Tal vez ahora no estaríamos peleando por cuestiones mínimas como por las que estamos peleando.
“La alegría llegó, sin ninguna duda”
—¿Cuál es tu opinión del plebiscito de 1988? ¿Fue efectivamente un momento épico en la historia de Chile?
—Aquí prefiero hablarle más a la gente joven que no vivió la dictadura, sobre todo cuando dicen que “la alegría no llegó” o que “nada cambió”. La verdad es que ellos (los jóvenes) conocieron un suelo bien mediocre, un suelo democrático chileno bien penca, tutelado en la medida de lo posible. Pero los que vivimos la dictadura -sin querer caer en un afán paternalista, sino una simple comparación de experiencias-, el sótano en el que vivimos durante casi dos décadas fue tan asqueroso, hediondo, terrorífico y oscuro que subir a este primer piso mediocre, casi a medio morir saltando de la democracia, a todos nos pareció un paraíso. La sola posibilidad de hablar en público sin temor era estar en el paraíso. Desde ese punto de vista, para la generación del ’80, la alegría llegó sin ninguna duda.
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“Si Pinochet hubiese completado su gobierno, desde cierto punto de vista, hubiera sido mejor, porque lo habrían desgastado de tal manera que, cuando efectivamente perdiera el poder, habría sido de una manera mucho más dramática que en el año ’90”.
—¿Sin duda?
—El punto es que no llegó como nosotros hubiéramos querido porque, para nuestra generación, la democracia era el equivalente a lo que para la generación de los ’60 era la revolución: una utopía maravillosa donde todo se podía concretar. Entonces, para mi generación, la democracia llegó. Era un sueño luminoso, abstracto y utópico.
—Un sueño administrado por la Concertación.
—Para quienes tomaron el poder, ellos ya conocían la democracia antes del ’73, entonces era una forma de administrar de negociar y transar. Y en eso el pencazo que nos pegamos como generación contra la realidad y contra la “realpolitik” fue tremendo y decepcionante. Creo que el trauma de mi generación y de los gallos de 50 años es haber chocado con esa política real y no haber sido capaces hasta el día de hoy de absorber esa desilusión. Nosotros creíamos que lo que venía era toda la libertad, toda la tolerancia, toda la alegría, la democracia y explosión cultural, pero lo que vino fue una democracia como la chilena de siempre, que era pacata, conservadora, “transaca”. Como siempre había sido durante toda la historia de Chile nomás.