La edición de este año retomó el formato de dos días que tuvo por última vez en 2013, ampliando la gama de subgéneros del metal y manteniendo la potencia y brutalidad que tanto esperaban las y los fanáticos del metal.
Este fin de semana se llevó a cabo la jornada doble del The Metal Fest, que en su versión 2024 congregó a miles de personas ante las presentaciones de Emperor, Sepultura, Anthrax y Dark Tranquillity, entre otros.
El festival, que en cada uno de sus días duró prácticamente todo el día, retomaba el formato de sábado y domingo que tuvo por última vez en 2013, cuando Down encabezó la primera noche y Devin Towsend Project la segunda.
Y así como en todas sus versiones anteriores, contó además con un escenario exterior en el que las y los asistentes pudieron disfrutar del metal nacional.
Sábado: De alegría a tinieblas
La primera jornada del festival prometía una variedad entre subgéneros del metal, con bandas que representan dichos estilos desde distintos países.
En el caso del sábado 20, fueron los noruegos de Emperor, emblemáticos en el black metal, quienes tuvieron la misión de encabezar el cartel. Pero también hubo representantes de Brasil, Alemania y Suecia.
La jornada comenzó a eso de las 13:00 cuando en el Hell Stage, el escenario exterior destinado para bandas nacionales, Battlerage tocaba los primeros riffs para recibir al público presente en el coliseo del Parque O’Higgins.
A pesar de una falla técnica tras Immortal Sin, que los mantuvo unos 5 minutos detenidos, el show demostró una impecable destreza en el heavy metal clásico, cuyas voces no se achican ante exponentes de la época dorada del género.
Al interior del coliseo, en el Devil Stage, los dos monolitos de calaveras y el popular bafomet coronándolo enmarcaban una escena poco común en los Metal Fest anteriores: un arpa, gaitas y flautas lucían tanto como las guitarras y la batería a las que estamos habituados. Se trataba de In Extremo, banda alemana de folk metal que hizo bailar a quienes ya estaban a esas alturas en el Movistar Arena.
De regreso al exterior, Necrodemon exponía una batería de riffs deathmetaleros que encendieron una caldera entre los fanáticos que los presenciaban, siguiéndoles Vastator, quienes a la velocidad de la luz impusieron un metal rápido y al hueso.
En tanto, Exodus aplicó su lección en violencia con el thrash metal que tantos adeptos tiene en nuestro país. Y si bien no fueron pocos los que al término de setlist gritaban Strike of the Beast, en referencia al clásico de 1985, los tiempos estaban en su contra y tuvieron que contentarte con lo demostrado.
La sesión thrashera seguiría bajo un símbolo latino en la escena: Sepultura, quienes se despedían de los escenarios a sus 40 años de carrera. Se despedían, en pasado, porque durante la presentación abrieron la puerta a una nueva visita para 2025, por lo que tendremos esas percusiones y brutalidad para una segunda oportunidad.
Soen y Gamma Ray seguirían en el Devil Stage: por un lado, con tecnicismo y melodías progresivas que tocaron teclas distintas a las habituales en el festival; por otro, riffs, velocidad y cánticos dignos de un viaje espacial.
Derrumbando Defensas, Sadism y Dogma mantuvieron viva la llama en el exterior, con variaciones de la música extrema que iban desde el metalcore al death metal, pasando por el groove más duro.
La fiesta metalera seguiría nuevamente al interior, cuando Killswitch Engage apareció con los primeros riffs de My Curse, canción que inmediatamente llevó a sus seguidores a abrir la cancha y dejar el espacio al moshpit.
El Hell Stage se vistió de gala para el cierre de su primer día con un emblema del metal nacional: Dorso. Vestido para la ocasión, un enmascarado Rodrigo “Pera” Cuadra demostró el porqué del lugar que ocupan a nivel mundial, con el diverso metal que han desarrollado por más de 40 años.
Y en la misma línea de la maldad y lo blasfemo, pero tocando otras teclas, llegaba el cierre en el escenario principal. Un desconocido para las miles de almas que repletaban el Movistar apareció en escena solo para hacer una presentación apropiada para un emblema traído desde Noruega.
Era Emperor, la legendaria banda de black metal que demostró en poco más de hora y media por qué aún sin publicar nuevo material por más de dos décadas siguen liderando carteles a nivel mundial. Despidiéndose con Ye Entrancemperium y el outro The Wanderer se cerraba la primera jornada que tras diez años volvía a ser doble, por lo que aún nos quedaba la segunda mitad.
Domingo: Chile en el infierno… otra vez
Replicando su buena organización y el ceñimiento al cronograma inicial, la gente llegó al gigante del Parque O’Higgins lista para disfrutar de la música extrema bajo un tiempo frío que favorecía a quienes vestían de negro.
Aprovechando La Terraza del Movistar Arena y los carritos que enmarcaban los pasillos exteriores, el público pudo apaciguar el hambre (y la sed) de un segundo día que prometía ser tanto o más que el primero.
Y es que nuevamente era la variedad de subgéneros lo que sorprendió a los miles que habían agendado su cita dominical: hardcore, death metal melódico, rock pesado y thrash metal, todos juntos en un solo día. Eso en el escenario interior, pero el exterior no se quedaba atrás.
Parasyche abrió los fuegos con un sonido demoledor y a ratos melódico, algo que continuarían desde Total Mosh, quienes desplegaron lo mejor de Violencia Necesaria en manos de la formación original de la banda.
Dentro del Movistar Arena quienes quedaron a cargo de la apertura fueron los estadounidenses de Forbidden, quienes hicieron gala del thrash directo al hueso que tan bien cultivó la Bay Area de San Francisco.
Pero la velocidad bajaría un par de cambios, sin reducir un ápice de brutalidad, cuando los suecos de Dark Tranquillity se tomaron el escenario con un death metal melódico macerado en las tierras escandinavas.
Entre papas fritas y un vaso plástico de cerveza, el Hell Stage recibió a Dark God y Cerberus, dos exponentes de un death metal tan veloz como demoledor.
El espectáculo al interior del coliseo estuvo a cargo de Amorphis, los finlandeses cuyos límites parecieran ser inexistentes en lo que a subgéneros se refiere, abordando distintas aristas con el mismo nivel de virtuocidad.
A los europeos del norte les seguiría el estilo niuyorkino que se replicaría un par de veces más tarde, pero desde el metal. Esta vez se trataba del hardcore de la mata, creado desde Brooklyn para el mundo: Biohazard aparecía en escena con toda la disciplina urbana, desplegando dureza, velocidad e incluso punk con un cover de Bad Religion.
Overkill tiró más la leña a la hoguera y retomó la posta abriendo circle pits cuyo diámetro era imposible de calcular. Y a pesar del evidente agotamiento del vocalista Bobby Ellsworth, que a ratos debía descansar detrás de los parlantes, el show no tuvo ningún punto bajo.
Alto Voltaje y Bonebreaker mantendrían el calor en el Hell Stage, pasando de un rock pesado a un death metal de aquellos que merecen ser cabeceados.
De regreso al interior, los neerlandeses de Within Temptation daban clases del metal sinfónico, con un virtuosismo musical trabajado desde el 96. Durante la presentación, la vocalista Sharon den Adel aprovechó de entregar su respaldo a Ucrania en su resistencia contra la invasión rusa, ondeando la bandera de dicho país y dedicando algunas palabras.
El cierre del escenario nacional quedó a cargo de Atomic Aggressor, quienes cual patada en la cabeza demolieron a los ya agotados asistentes, a quienes aún les quedaba rendir la última prueba.
Esta sería un emblema internacional, uno de los Big 4 del thrash metal, quienes ya han grabado un DVD en suelo nacional solo por lo impresionante de lo que han visto. Se trataba de Anthrax, que con una transmisión en vivo por la cuenta de Instagram del guitarrista Scott Ian daba cuenta de que esto debía ser mostrado al mundo.
Y así fue. Con un movimiento que hizo imperceptible las 12 horas de agotamiento que ya tenían los asistentes, los oriundos de New York retomaron la posta del thrash y se lanzaron con todo desde el segundo uno con Among the Living y Caught in a Mosh.
Cautivando la atención de la banda como siempre, el público respondió como si hubieran sido reseteados minutos antes del show, casi como si las ganas de disfrutar una vez más dos días de metal, en sus distintos géneros y variantes, desde distintos países y relevando lo nacional, fueran lo único que los mantuvo en el infierno que hizo del Movistar Arena.