Tal como ocurre en Hollywood, la reflexión en el industria local del cine no es diferente al respecto de la desigualdad de género que existe en el medio.
El final de “Casablanca” es uno de los momentos más recordados del cine. Un triángulo amoroso, en el que un accidentado amante decide ayudar a su amada a escapar junto a su marido de los nazis. Un desenlace que resuelve el dilema moral.
Varias décadas después, si revisamos los roles femeninos, nos damos cuenta de que la industria ha evolucionado bajo la mirada masculina.
En el cine de masas fue recién en 2017 con “La Mujer Maravilla”, que una directora, Patricia Jenkins, puso a una heroína potente en la pantalla con una mirada femenina, aunque limitada a un papel sin gran profundidad.
En Chile, el panorama tampoco es distinto.
Marialy Rivas y Dominga Sotomayor son dos directoras que han forjado una carrera con reconocimiento internacional.
La primera tuvo un gran debut en 2012 con Joven y Alocada. Un película con una mirada femenina y provocadora. algo que escasea en la industria del cine. “Yo como niña gay no tenía qué mirar, y sé la necesidad y lo bueno que es tener dónde mirarse, sé lo bien que hace. Y una, como mujer, también sabe que tiene que abrirle espacio a otras mujeres para que no les cueste tanto como a una”, dice.
Dominga Sotomayor hace unos meses se convirtió en la primera mujer en ganar el Festival de Cine de Locarno con Tarde Para Morir Joven, una película que tardó años en conseguir financiamiento. “La recharazon tres veces seguidas del fondo audiovisual en Chile, y yo terminé financiándola completamente por afuera y en un fondo muy chiquitito chileno, pero me costó harto, y eso que igual la primera película De jueves a domingo había tenido un bonito recorrido”, asegura.
Decoración, vestuario, locaciones, maquillaje, iluminación, entre otros ítems, son responsabilidad de la dirección de arte en el cine. A eso se dedica Estefanía Larraín, quien lleva una década trabajando en esto y ha sido parte de 10 largometrajes nacionales estrenados hasta la fecha.
“En mi experiencia, amigas mías que fuimos creciendo juntas, llegó el momento de formar familia y se retiraron. Tal vez puede ser una cosa de decisión personal, pero creo que tiene mucho que ver ese pensamiento social de dónde recae tu prioridad, como que ser madre tiene que ser solo eso, y tu trabaja pasa a ser algo secundario, como que hacer funcionar ambas cosas al mismo tiempo y en contemporáneo se hace bastante complicado”, sostiene Larraín.
Gloria fue el salto al reconocimiento internacional de su director, Sebastián Lelio, y de su protagonista, Paulina García, quien ganó el premio Oso de Plata por su rol en el Festival de Cine de Berlín en el 2013, y con ello, se transformó en una intérprete solicitada por directores del continente.
Con casi cuatro décadas de carrera, sabe bien sobre la desigualdad de género en el rubro: “Somos menos pagadas todavía y aquí en Chile eso es muy fuerte. La oferta de personajes o la relación entre quién eres, la categoría de actriz que puedo tener, con los roles que a una le ofrecen, no se condice o más bien se desdice”.
En 2017, en promedio, en Hollywood los salarios de las actores triplicaban al de las actrices. En Chile, la diferencia fue la misma en teleseries. Mientras la ropa negra se tomaba las alfombras rojas en protesta contra los abusos, los discursos en los premios clamaban por igualdad en los grandes estudios.
La reflexión en la industria local no es diferente, aunque también apuntan a cambiar la estructura y paradigmas sociales. ¿La clave? La educación.
“Son lugares a los que hemos accedido, pero según el diseño de los hombres. Estando adentro, se ha comprobado que es absolutamente imposible o tremendamente difícil cambiar las reglas del juego”, asegura la actriz, dramaturga y directora de teatro, Claudia di Girólamo.
“Lo que yo quiero como mujer, y quiero enseñarle a mi hijo o a mis nietas si las tengo en el futuro, es que aprendan a que tenemos que escribir la constitución de Chile, eso es lo que tenemos que hacer, escribir las bases del comportamiento de las bases en nuestro país, y ahí sí que va a haber una diferencia en el contexto”, añade.
Para el mundo, fue una mujer, Daniela Vega, la primera persona chilena que tuvo el honor de ser presentadora en los Premios de la Academia. Una paradoja para un país que aún no evoluciona en muchos aspectos y cuya desigualdad no es la excepción en el cine.
Por Pablo Figeuroa para CNN Chile.