El valor del arte de Pedropiedra: “Mi gracia no está tanto en la voz, sino en las ideas y las canciones”

Por Emilio Senn y Camila Morandé

10.01.2024 / 12:05

En entrevista con CNN Magazine, el cantautor chileno de 45 años explicó la importancia de la transparencia narrativa -y a veces, cruda- que siempre ha caracterizado su trayectoria musical. "Yo soy mal bailarín, no tengo calugas, ¿cachai? En el fondo, hay que reconocer cuáles son las fortalezas y las debilidades de uno", reflexionó. Su último sencillo, "Valor", capta lo mejor de aquella esencia y ya está en todas las plataformas.


Como buen compositor, Pedro Subercaseaux (45), más conocido como Pedropiedra, suele llevar consigo una libreta en la que plasma pensamientos y frases que “agarra, roba o se le ocurren”. Le gusta verla como un banco de ideas. Y fue precisamente entre esos escritos espontáneos que su último sencillo, Valor, adoptó forma y desplegó gran parte de sus primeras raíces.

Comenzó a escribir la canción durante un Año Nuevo, utilizando los fuegos artificiales como fuente de inspiración. También refugiándose en la melancolía propia que acompaña a las festividades. “Todos hemos sido esa persona que no puede participar”, comenta. “‘¿Y qué están celebrando estos?’. Ese es un poco el sentimiento que le dio origen”. 

Ya bastante más claro respecto a lo que buscaba crear, de la mano de la producción de Cristián Heyne se propuso “musicalizar la idea de que el mundo como que se fue un poco a las pailas”. Sin embargo, en este trabajo, la negatividad se va evaporando de a poco, y eclosiona hasta repetir un mensaje mucho más esperanzador:

 ”Después de la lluvia, sale el sol. Y al final de cada día, hay una noche escondida”.

Era exactamente en aquel fragmento de la canción, el estribillo, que Pedro buscaba generar un contraste. No podía ser todo tan denso. Tan agobiante, según él. “Sí, está la cagada, pero igual hay que echarle para adelante”, reflexiona.

Hace una pausa antes de volver a hablar, como repensando lo último que dijo y dándole otra vuelta. “Ah, claro. Su Alberto Plaza”, bromea. Su intención, aclara, esta vez con bastante más seguridad, era demostrar que los problemas son parte de la vida. Y siempre estarán ahí.

Esa dualidad del dulce y el amargo ha estado siempre presente en su arte.

“La música muy alegre no resuena conmigo y la música muy triste me pone mal. Entonces, siempre he tratado de mezclar esos claroscuros dentro de las canciones y  los álbumes. Eso, junto con las melodías, ha sido el hilo conductor de mi discografía, más allá de que cambien un poco los estilos. Eso se mantiene bastante estable”, explica.

La música: Una terapia confiable

Desde que fue padre por primera vez, hace ya una década, se ha sensibilizado ante la abundancia de malas nuevas en los noticieros. Últimamente, ha optado por no verlos, y justifica esa decisión en lo “espeso” que está el ambiente sociopolítico y económico a nivel mundial.

“Movimientos migratorios, inflación, guerras. Aún así, hay mucha gente que parece seguir viviendo en un mundo de fantasía”, acusa con cierta crítica.

Aunque traspasó gran parte de aquella aflicción a la narrativa tras su próximo trabajo de estudio -programado para este año-, aclara que no todas las canciones siguen ese patrón, “porque sería un disco muy angustiante”. Pero también reconoce que el pesimismo le aqueja con frecuencia. Y en las razones tras su música, es una constante que no ha variado en el tiempo.

¿Habla de aquello con un psicólogo? No. Una vez asistió a una terapia transpersonal, pero la experiencia no fue grata y le hizo rehuir de ese mundo. Sin embargo, la salud mental está lejos de ser un tabú en la cotidianeidad de Pedro Subercaseaux García de la Huerta hijo, padre y esposo; y cabe menos posibilidad de que llegase a serlo alguna vez en el universo artístico de Pedropiedra, el cantautor.

El mecanismo de expresión de ambos es la música.

He aceptado la composición como una terapia, sobre todo al escribir letras“, admite. Cree, también, que sus narrativas abordan temas que cualquier persona podría hablarlas con su psicólogo. “La paternidad, ser un hijo, ser un padre, tener plata, no tener plata, estar arriba, estar abajo”.

Todo el proceso envuelve un trabajo terapéutico. Pero confiesa que no se da cuenta hasta que termina de escribir lo que siente y volverlo música. “Y en vez de decírselo a una persona, uno se las dice a todas las personas en el fondo. Y camufladas. Se las dice bien pensadas y como adornadas y suenan bonito, pero son los mismos tipos de problemas”.

México, un regreso a sus orígenes artísticos

En la actualidad, Pedro está pronto a cumplir doce meses radicado en México -que, manifiesta, “han sido más de plantar que de cosechar-, y la decisión tras una mudanza tan radical se debió al deseo, en conjunto con su esposa, por emprender una “aventura familiar”.

Pese a los obstáculos, le alegra mucho que hayan reunido el coraje de hacerlo: Cuando llegué acá, con Carmen nos felicitamos frente al espejo. Venirse con tres hijos y todo, cambiarse de casa, llegar cada uno con una maleta es súper valiente, yo siento. Y eso me tiene súper orgulloso. No creía que sería capaz de hacerlo y pude”.

Se pusieron un plazo de dos años para definir si regresarán o no a tierras nacionales, “así que si nos volvemos este año 2024, estaríamos apurando y traicionando esa decisión (…). La idea es quedarse aquí un ratito. Probar suerte. Lo peor que puede pasar es que no nos vaya bien y volvernos a Chile, donde no estábamos tampoco tan mal”.

¿Quién va a cantar Inteligencia Dormida?

México es un país en el que ya vivió antes y del que siempre ha guardado memorias muy gratas. Sobre todo en el ámbito artístico, pues fue desde allí donde nació debutó como solista. Revivir esos recuerdos le hace meditar el largo recorrido artístico que ha hecho hasta ahora, cinco discos en solitario después.

Creo que yo no tenía otra opción que ser compositor, porque yo no tengo una gran voz. Nunca la he tenido y como que mi gracia no va tan por ahí, como por la voz; sino que más por las ideas y por las canciones. Cuando empecé a hacer mi primer disco, acá en México, precisamente, hace 15 años ya, algunas de esas canciones las hice para juntarme con compositores y para venderlas”.

Aunque se compartían creaciones propias que nacían destinadas a que otros las llevaran al escenario, desde un comienzo, las suyas emanaron tinte personal. Fue esa característica la que definió, casi por casualidad, el que sería su futuro artístico hasta hoy.

“Me decían: ‘Sí, está súper buena. Pero, ¿quién va a cantar esta canción?’ ¿Cachai? ¿Quién va a cantar ‘Yo no quiero parecerme tanto a mi papá’, Inteligencia Dormida, Las Niñas Quieren Verse Bien? Mis mismos colegas me decían que no veían a un artista cantando esas canciones. Entonces, a mí como que se me prendió la ampolleta y dije: ahí hay un espacio por llenar. Como que no tuve mucha opción”.

Siempre ha considerado meritorio interpretar canciones de autoría propia. Es un punto importante para él como artista. “Yo soy mal bailarín, no tengo calugas, ¿cachai? En el fondo, hay que reconocer cuáles son las fortalezas y las debilidades de uno. Y para mí, el valor de hacer esas canciones es que mucha gente me ha dicho que se han inspirado a mí, porque ellos tampoco cantan muy bien. Entonces dicen: ‘Puta, si el Pedro puede, yo puedo“.