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“Roma” de Alfonso Cuarón: Un poema sinfónico en 7 movimientos

Por René Naranjo

22.02.2019 / 18:31

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La nominada al Oscar a Mejor Película es una cinta que fue construida a modo de obra musical, que parte con un lento ritmo de adagio, solistas y coristas que dan forma a una de las competidoras favoritas de la noche del 24 de febrero.


Creo que una buena manera para aproximarse a Roma es verla como si se tratara de una obra musical. Estoy convencido de que su realizador, el mexicano Alfonso Cuarón, la concibió precisamente bajo criterios musicales, a la manera de un ‘poema sinfónico’ que soportara los  recuerdos, evocaciones y emociones de su infancia y primera juventud en la casa familiar situada en la colonia Roma, en Ciudad de México.

Ambientada entre los últimos meses de 1970 y los primeros de 1971, cuando Cuarón tenía 10 años de edad, Roma se inicia con un plano -ya antológico- del agua que corre por el patio de la casa. Es Cleo (Yalitza Aparicio) quien baldea esa superficie, como si se tratara de un instrumento solista que sutilmente va instalado el clima y los temas de la película. Comienza así un Primer Movimento en tono menor que se prolonga por algo más de 20 minutos, hasta que las dos asesoras del hogar, Cleo y su amiga Adela (ambas de origen mixteco) se acuestan en su habitación a la liz de una vela, ya que la patrona, doña Sofía (Marina de Tavira) les prohíbe quedarse con la luz eléctrica prendida.

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En este Movimiento inicial, en lento ritmo de adagio, el instrumento que parte con la melodía (Cleo) es pronto acompañado por otros solistas, que equivalen a las voces de Sofía, la abuela, los cuatro hijos y el padre, cuya entrada es presentada por Cuarón con un notorio cambio de ritmo.

De los calculados planos-secuencia la película pasa a una escena de puro montaje (la llegada del auto que maneja el pater-familia) con un total de 34 planos desde que el auto toca la bocina hasta que todos entran a la casa.

Cuando este Primer Movimiento concluye, todos los temas y conflictos de Roma están ya presentados; en especial dos que cruzarán todo el relato: la diferencia social entre la familia dueña de casa y Cleo, y el quiebre conyugal entre Sofía y su marido. Ambos temas, al igual que sucede en la música con los leit motiv, marcarán la narración y confluirán juntos en un gran ‘finale’ a toda orquesta a la orilla del mar.

El tercer gran tema que atraviesa “Roma” es la fallida maternidad de Cleo. Y precisamente con este concepto abre el Segundo Movimiento, que ya incorpora pasajes con más brío.

El encuentro amoroso entre la protagonista y el energético Fermín, aprendiz de artes marciales, será tan fugaz como la felicidad de Cleo. Paralelamente, la ruptura entre Sofía y su marido se hace realidad en el presunto viaje de éste a Quebec. El plano de la partida del esposo es el primer momento intenso de Roma y es enfatizado por Cuarón con una banda militar que pasa por la calle mientras el auto se aleja y Sofía lo contempla anonadada.

Desde ahí en adelante, Cuarón va añadiendo elementos que generan capas de significación en la película, en medio de una puesta en escena muy elaborada, que no deja ningún detalle al azar.

Así, por ejemplo, el más pequeño de los niños le cuenta a Cleo que antes de nacer él fue piloto de guerra. Cuando luego Cleo va al cine con Fermín, la película que ven muestra pilotos de guerra en combate. Para Cleo, sin embargo, esta visión termina en pesadilla, ya que Fermín la abandona antes de que termine la función. Más tarde, cae el granizo sobre la casa y los niños cantan ‘Que llueva, que llueva’ y ‘Ya viene el chaparrón’. Efectivamente, el chaparrón se deja caer sobre Sofía y Cleo, situación que es refrendada por un terremoto que anuncia, otra vez en tono menor, la futura muerte del bebé de Cleo.

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En el Tercer Movimiento de Roma la orquesta ya suena completa. La ciudad se ha presentado como personaje y la familia va a recibir el Año Nuevo de 1971 al fundo de unos amigos, entre los cuales hay varios invitados estadounidenses.

La empleada que recibe a Cleo le muestra las cabezas de los perros disecadas en la pared de la casona y entendemos de inmediato que estamos en un cementerio. Los balazos de la escena siguiente (disparados por los invitados a modo de tiro al blanco) profundizan esta presencia de amenaza y muerte. Este es un mundo de cazadores y terratenientes, que evoca directamente el gran clásico del cine La regla del juego (1939), de Jean Renoir. Ese filme aborda -a través de un amplio retrato social- las relaciones y conflictos de clase en la Francia pre Segunda Guerra. Cuarón trata aquí el mismo tema y la cita es directa y atingente.

Las diferencias de clase social son remarcadas por el cineasta mexicano en la misma secuencia, cuando Cleo baja al subterráneo donde celebran el Año Nuevo los sirvientes de la casona, en una animada diesta con corridos y aguardiente. Y cuando Cleo acepta un brindis de pulquito, una mujer que baila la empuja fuertemente y su jarro se quiebra antes de que haya bebido una gota. La cámara de Cuarón se queda con el jarro roto en el suelo, en una imagen que quiere dar cuenta de los quiebres sociales e individuales de los protagonistas.

Esa misma noche, Cuarón pone en paralelo la soledad de Cleo con la de su patrona, que rechaza a un pretendiente ebrio. Sus destinos ya están unidos, como melodía y contrapunto.

Más tarde, los fuegos artificiales provocan un incendio, en el agitado final del Tercer Movimiento, que es también un evidente comentario político que realiza Cuarón en la película: la unidad de la burguesía mexicana y el capital estadounidense traerá muchas tragedias.

El Cuarto Movimiento comienza, como muchas obras sinfónicas, por una alabanza de la naturaleza. Es una escena bucólica, en la que Cleo recuerda su pueblo natal gracias al paisaje, los sonidos y los aromas que la rodean.

Al regresar a Ciudad de México, todo cambia; las voces se amplifican y los conflictos reaparecen. Cleo emprende la búsqueda de Fermín, para contarle que espera un hijo de él. Para encontrarlo, recorre una ‘toma’ en la periferia de la urbe, donde se realiza un acto por la campaña presidencial de Luis Echeverría mientras los habitantes señalan que carecen de agua potable.

Fermín es parte de un numeroso escuadrón que lleva a cabo un entrenamiento masivo de artes marciales en un terreno eriazo. Al verse frente a Cleo y conocer la noticia del embarazo, su reacción es airada y agresiva. “Pinche gata”, le espeta, antes de salir corriendo. Cuarón registra ese encuentro en un solo plano, con creciente tensión.

El Quinto Movimiento es el más breve y disonante. Ya no hay armonías. Tampoco conjuntos; sólo solistas en desequilibrio. Los nervios se apoderan de la familia protagónica. Sofía abofetea a Toño, reta a Cleo y pierde completamente la calma. Las peleas entre los niños terminan con un vidrio quebrado, ante el estupor de la abuela. Sofía entra el Galaxy al patio a punta de choques con las murallas. Cuando se baja del auto, le dice a Cleo: “No importa lo que te digan, siempre estamos solas”.

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El Sexto Movimiento trae tonos mayores, agitación instrumental y coro. Es la impresionante secuencia de la matanza de ‘El Halconazo’, de la que Cleo y la abuela son testigos desde las ventanas de la tienda adonde han ido a comprar una cuna. Escenas de masas y asesinatos, que culminan con el primer plano de la pistola y el cara a cara entre Cleo y Fermín, ahora revelado como miembro de un grupo paramilitar. El impacto de este encuentro detona el parto de Cleo y aquí llega el primer clímax del filme.

Roma es una película en la que la emoción entra por acumulación. Es decir, la sucesión de situaciones crece Paul en intensidad (tal como hemos analizado) y nuestra mirada de espectador, identificada con el devenir de Cleo, explota junto con ella.

Cuarón decidió contravenir los principios del rodaje cinematográfico y grabar el filme de modo cronológico para lograr precisamente esta emoción acumulada que surge del parto (y del alumbramientos de la niña muerta). Cleo nos conmueve porque va viviendo los acontecimientos de la misma forma que nosotros, en un crescendo (otro concepto musical) que pasa de la contención sumisa al desahogo del llanto irrefrenable. En ese sentido, es un apuesta plenamente lograda.

El Séptimo Movimiento y final empieza otra vez con un solista -el sonido agudo que emite el afilador de cuchillos- que rompe el silencio. Pero esta calma ahora tiene además dolor. Cleo está sentada, con la vista en el vacío. La soledad que anunciaba Sofía se ha hecho realidad. En este filme de escasos primeros planos, el close-up de la abatida Cleo expresa ese desamparo femenino.

Sofía compra un auto nuevo, más pequeño, e invita a sus hijos y a Cleo a pasar un fin de semana en la playa de Tuxpan, en Veracruz. Ya en la carretera, el plano subjetivo de la conductora muestra por primera vez el horizonte. En la cena, Sofía les dice a sus hijos que su padre no volverá a la casa, que se va. El llanto de Paco es un emotivo contrapunto al discurso forzadamente optimista de su madre. El contraste prosigue en la escena siguiente, cuando la familia toma helados en silencio mientras al lado se celebra una boda.

El segundo clímax de Roma llega a continuación, cuando Paco y Sofi desobedecen a su madre y se internan más de lo prudente en un mar con marea alta. Nuevamente, Cuarón graba todo en un solo plano, un largo travelling que acompaña a Cleo (que no sabe nadar) en su arriesgado desafío a las fuertes olas. Y esa fuerza que exhiben tanto la naturaleza como la protagonista, esos choques del cuerpo menudo de Cleo contra las potentes olas, generan la emoción de esta escena, ya antológica también.

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El coraje con que Cleo rescata a la pequeña Sofi es un acto de redención. Ese rescate de las aguas la redime a ella del dolor de la muerte de su hija y señala un hito en el afecto entre los miembros de la familia. La pirámide que forman todos en la orilla de la playa sella ese pacto afectivo y les permitirá empezar una nueva atapa y seguir adelante.

En el auto, ya de regreso a casa, Cleo fija la mirada en el fuera de cuadro, recurso que Cuarón utiliza para señalar la posibilidad de un futuro más esperanzador y, quizás, con más amor.

El plano final de Roma, sin embargo, no olvida que el caminar de Cleo seguirá siendo arduo y empinado. La escalera que le toca subir hasta la azotea, reafirma la puesta en escena de Alfonso Cuarón, es la de la brecha social, que separa a ricos y pobres, y que continuará existiendo por muchos años.

Este domingo 24 de febrero, desde las 22:00 horas, Chilevisión transmite por segundo año consecutivo los Oscar 2019. Conducen: Millaray Viera y Jean Philippe Cretton. Participan: Ernesto Garratt y Ana Josefa Silva.