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El integrante del podcast “Tomás va a morir” abrió un novedoso centro de entrenamiento que imparte clases de kickboxing y boxeo solo para mujeres, prometiendo ser un espacio seguro de entretenimiento. Junto a su socio Nelson Manetti, conversan en exclusiva con CNN Chile sobre lo que significó levantar esta inédita, pero muy demanda apuesta: “Estamos construyendo algo que es bonito. Ellas están felices y lo disfrutan harto”.
“Estamos construyendo algo que es bonito”. Así describe Alejandro Barros el éxito que ha tenido su recién inaugurado gimnasio de artes marciales de combate solo para mujeres.
Integrante del podcast más escuchado de Chile en Spotify, Tomás va a morir, Buffy -como también es conocido- siguió aquello que le apasiona y lo combinó con un sentido de inversión para respaldar una propuesta inédita en el país: levantar un centro de entrenamiento donde las mujeres pueden conocer y practicar disciplinas como el kickboxing o el boxeo de forma segura, acogedora y entretenida.
La idea surgió a comienzos de este año, cuando Alejandro vio que sus clases de artes marciales de competencia estaban siendo recortadas en el gimnasio CAM Fit, ubicado en Santa Elena 1061 (Santiago). ¿La razón? El dueño del lugar, Nelson Manetti, decidió enseñarles a grupos compuestos solo por mujeres.
“Estaba enojado”, comenta entre risas en entrevista exclusiva con CNN Chile. “Nos dijeron que las clases mixtas se acaban y ahora había clases de mujeres a las 6:00 y a las 7:00, y a las 8:00 (de la noche) vuelven a ser mixtas o con otros profesores”, recuerda.
Fue tanto el éxito de esta nueva modalidad que llegó un punto en el que Manetti le dijo: “Ya es mucho, no me caben. Tengo que buscar un lugar aparte, pero necesito un socio porque esto es más caro y difícil. Además, como tú quizás puedes tener llegada más mediática, me puedes ayudar también a levantarlo”.
Manetti sintió que debían hacer algo “porque ya era demasiado lo que estaba convulsionando”. Él también es profesor de artes marciales -las que practica desde los 7 años-, estudió ingeniería en construcción civil y psicología, y trabajó en África construyendo hospitales tras las distintas guerras civiles ocurridas en el continente en 2007.
En un momento había 150 mujeres en un gimnasio mixto, es decir, las mujeres sobrepasaron todos los hombres que había en el gimnasio. “Entonces, ya por una cuestión de espacio y horario, no tenía cómo meter más gente. Las clases se me desbordaban y había que hacer algo: armamos un gimnasio para mujeres solamente”, cuenta Manetti.
Marzo y abril fue un periodo de reflexión para Alejandro. Tenía que tomar una decisión sobre la propuesta de su amigo. “Lo pensé bastante. A mí me encantan las artes marciales, creo que llevo toda mi vida practicando, no me considero un profesional del asunto, pero de forma recreativa llevo toda mi vida (haciéndolo); y bueno, también está el tema de hacer algo con la plata como para que eventualmente funcione como negocio. Todas esas cosas juntas, finalmente me dijeron: ya, vamos a con el negocio, tratemos de levantar el gimnasio”, comenta.
En junio comenzaron a trabajar en el proyecto y a fines de julio el recinto comenzó a funcionar.
El gimnasio está ubicado en una antigua casona de Ñuñoa que anteriormente fue utilizada como un taller mecánico en avenida General Bustamante 642. “Hemos tratado de hacer lo posible para mantenerla bien y bonita. Tiene el espacio que funcionaba como taller, que es un galpón muy grande y ahí es donde se hacen clases. Funciona muy bien. El espacio era ideal para hacer un gimnasio”, destaca Alejandro.
—¿Tenías la idea de crear un gimnasio?
—Desde que soy una persona madura, concientice y además con ingresos, nunca estuvo la idea en mi cabeza. De hecho, a veces lo pienso y digo ‘qué extraña esta cuestión que estoy haciendo’. Pero si hago una revisión más larga aún de mi vida, a mí siempre me gustó el mundo de las artes marciales. Las he practicado toda la mi vida.
Karate, kung-fu y boxeo son parte de estas disciplinas que Alejandro practicó durante su niñez, pero sin aspirar a levantar un gimnasio. No obstante, ese entusiasmo se gestó durante la adolescencia, cuando pensaba: “Debe ser muy rico tener un gimnasio, dedicarse a ser instructor y esas cosas”.
“Y ahora, haciendo una revisión más larga, me doy cuenta de que acá estoy, mira qué increíble. De alguna manera esos sueños que uno quizás deja olvidados se empiezan a hacer realidad”, agrega.
—¿Cómo ha sido pasar de ser alumno, a dueño de un gimnasio?
—Ha sido un dolor de cabeza terrible. Aprender a emitir facturas, a pagar el IVA, a hacer todas esas cosas que tienen que ver con el mundo empresarial no es fácil. Yo estudié administración de empresas en la universidad, me enseñan contabilidad, pero de la parte matemática. Nadie te enseña a hacer un trámite, y todos saben que pelear con el Servicio de Impuestos Internos es un tema. Así que ha sido un dolor de cabeza todo el tema contable, comprar los materiales, facturar, que las cuentas den. La cantidad de pormenores que hay hacer además (…). Son cosas que uno no dimensiona a la primera.
—¿Cómo ha sido tener este gimnasio? ¿Te gusta tenerlo?
—En un principio yo lo vi por el lado simplemente de poder invertir bien mis ahorros para que no estén como ahorros, porque ahorrar es tener la plata guardada, es peligroso y con la inflación se va perdiendo la plata. Pero una vez metido acá, conociendo a las personas, conociendo las actividades… Esto es muy entretenido y las chicas entregan otro espíritu porque tienen otra onda. Yo miro de lejos no más, porque no puedo participar ni hacer algo, pero hay una onda acá que es muy entretenida.
Alejandro destaca la fraternidad que ha surgido entre las personas que van a entrenar al gimnasio, donde incluso se han generado dinámicas que escapan de lo que tradicionalmente ofrece el recinto: “Hemos hecho un par de fiestas de celebraciones, como del 18 (de septiembre), Halloween, donde vinieron muchas chicas y fue muy entretenido”.
“Se empieza a generar una comunidad entre ellas, y como te digo, yo miro desde lejos, no más, pero igual lo hago con una sensación de orgullo. Estamos construyendo algo que es bonito. Ellas están felices y lo disfrutan harto. La idea es que esto crezca más y que se motiven, porque no es solamente venir a entrenar”, indica.
—¿Cuál es el método de entrenamiento?
—Una cosa que preguntan muchas personas es si en boxeo les van a pegar o si van a tener que pelear, y la verdad es que no. En ese sentido, el método va a depender mucho de cómo evoluciones tú. La gente que llega por primera vez pasa semanas o mucho tiempo, practicando solas, es decir, sin recibir golpe. Puede ser contra el saco o con una compañera, pero haciendo combinaciones a las manos. El sparring (combate) no se hace hasta ya mucho tiempo y hasta que la persona se sienta súper segura.
Así, Alejandro invita a no tener miedo y recalca que en el gimnasio hacen artes marciales de competencia “en un sentido deportivo y recreativo”.
—¿Tendrían nuevas sedes?
—Nos gustaría crecer. Está la aspiración. Nos dimos cuenta de que es un nicho que ha sido súper bien recibido. A las chicas les gusta entrenar entre ellas, tener un ambiente para ellas. Hay muchas mujeres que demandan por un espacio para ellas, por lo tanto, sigue siendo una buena idea hacerlo.
Buffy comenta que muchas personas de distintos lugares del país le escriben a través de Instagram para que abra un gimnasio de las mismas características. En ese sentido, dice que Viña del Mar “puede ser una buena idea” o incluso en otra zona de la Región Metropolitana: “No competir con nosotros mismos”.
Pero lo que está proyectado a más corto plazo es ampliar los servicios que son ofrecidos al interior del recinto donde está ubicado Camp Fit Girls. “La casona tiene dos piezas grandes que están sin ningún uso. Entonces, pensamos en arrendarlas y ya apareció la primera persona interesada en poner una cafetería en la habitación que está más cerca a la calle (…), y a nosotros nos pareció una muy buena idea”.
“Entonces, la idea es que haya cafetería donde la gente pueda esperar, comprar agua si es que no trajeron para entrenar, un café para después del entrenamiento, etcétera. La idea es hacer también un ambiente agradable donde las personas no vengan solo a entrenar, sino que también se puedan quedar conversando, comprar cosas, compartir, tomarse algo, etcétera”, agrega.
Tienen planes de 4, 8 y 12 clases, al igual que uno trimestral, semestral y anual. Todos los detalles los puedes revisar en el sitio web oficial de Camp Fit Girls.
La periodista fue galardonada por haber dejado huella en la ingeniería y en el desarrollo del país.