"Tenía plumas afiladas y valientes". Daniel Matamala reflexiona sobre la clásica publicación deportiva de la década de los '80 y del por qué hoy, más allá de la nostalgia, habla de buen periodismo.
Deporte Total, Deporte Total, la revista que sale a ganar… No hay que escribir más que eso para que muchos de los que estamos en torno a los 40 años (41 en mi caso) comencemos a tararear el inolvidable jingle de la revista deportiva por excelencia de la década del ochenta. Más información, más entretención, más entrevistas, más acción…, promete la canción que quedó grabada a fuego en las memorias de muchos.
Mi primera razón para elegir a Deporte Total como mi revista deportiva favorita de todos los tiempos es, obviamente, generacional. Cuando yo tenía 5 o 6 años, las esporádicas llegadas a mi casa en Valdivia de esos ejemplares con título en letras tricolores y foto de portada a todo color eran un acontecimiento memorable.
Cada una de esas revistas se convirtió en un objeto de colección que conservo hasta hoy, y cada dato, cada foto o cada tabla de posiciones, un auténtico tesoro en una época en que el flujo de información era de una precariedad inimaginable en el mundo híper conectado de hoy.
Revisar de nuevo esos ejemplares es, también, recordar momentos imborrables en nuestra memoria, como el “gol imposible” de Jorge Aravena a Uruguay, que acaba de cumplir 35 años; o la sensacional actuación del “Cóndor” Rojas en el 1-0 a Perú, por el repechaje de las clasificatorias a México ‘86.
Pero hay razones también más allá de la nostalgia.
Leyendo hoy esos ejemplares clásicos de 1983, 1984 o 1985, varios méritos saltan a la vista. Es una revista extraordinariamente bien escrita, que reunió a las plumas más talentosas del periodismo deportivo de la época: Gerardo Ayala, Marco Antonio Cumsille, Orlando Escárate y un joven Aldo Schiappacasse, por nombrar algunos, junto a la aguda columna del eterno Edgardo Marín.
Como muestra, esta crónica de Ayala sobre un amistoso entre Chile y Argentina o este triste testimonio de Escárate tras la eliminación de la Copa América 1983 en Caracas.
Un talento que convierte hasta el más insulso partido del fin de semana en una narración llena de drama, conflicto e interés (en un reflejo del machismo imperante, la presencia femenina entre quienes escriben es prácticamente nula).
También es un gusto comprobar el reporteo cercano, hasta íntimo, de los protagonistas. Es una época en que los camarines están abiertos a fotógrafos y camarógrafos, y en que los futbolistas, a veces aún en toalla tras pasar por la ducha, conversan sin tapujos con los reporteros. Los ídolos del día (Yáñez, Caszely, Aravena, Rojas), conceden largas entrevistas en que hablan de lo humano y lo divino, y podemos seguir la pista de los conflictos y las complicidades detrás de las hazañas de la época en palabras de sus protagonistas, no adivinando likes de Instagram o por trascendidos de grupos de WhatsApp como ocurre hoy. No hay representantes, contratos publicitarios ni agencias de márketing que hagan de intermediarios: los ídolos aparecen humanos y auténticos.
Claro que esa intimidad compartida tiene también sus riesgos: la cercanía muchas veces obnubila a la prensa y le quita capacidad crítica. Algo de eso habría detrás de la complacencia con que el periodismo chileno cubrió los problemas disciplinarios de la selección chilena, que culminaron en el escándalo del Cóndor Rojas en 1989. Un episodio en que la mayoría de la prensa chilena -presente en ese camarín del Maracaná- aceptó y defendió sin mayores cuestionamientos la versión oficial de que una bengala había herido al arquero chileno.
Pero esta cierta condescendencia hacia los futbolistas es compensada con creces con uno de los elementos más notables de la Deporte Total. Su rol crítico respecto a los dirigentes del fútbol y a los intereses políticos y comerciales que se mueven en torno al deporte.
Tras su inocentón jingle, Deporte Total tenía plumas afiladas y valientes. Una mirada crítica que había estado más bien ausente en la Estadio, la revista canónica del deporte chileno, que siempre se sintió más bien colaboradora de los esfuerzos de dirigentes tan brillantes como Carlos Dittborn o Juan Goñi. Pero los tiempos habían cambiado y en 1981, cuando Deporte Total toma la posta tras la desaparición de Estadio, el tono es otro. Deporte Total abrió las puertas del periodismo deportivo al reporteo de los problemas financieros de los clubes, las irregularidades dirigenciales y la intromisión política en el fútbol.
Así ocurre en 1983, con la exclusión de Carlos Caszley de la selección nacional, por su oposición a la dictadura (seis años antes, Caszely ya había sido vetado por el entonces presidente del fútbol chileno, un general de Carabineros). Deporte Total no calla lo ocurrido, e incluso entrevista a Caszely, quien pide el retiro de Pinochet y se define como “socialista”, declaraciones sin duda osadas en un contexto de represión a los opositores.
Este enfoque, más valiente y más ilustrado que el del periodismo deportivo tradicional, convierte a Deporte Total en una publicación pionera (ese análisis está en este número de Revista Dossier de la UDP)
Ha envejecido bien la Deporte Total. Y por eso revisar sus ejemplares hoy es una linda manera de recordar una época. Las historias de embargos de recaudaciones y sueldos impagos reflejan la profunda crisis de los ochenta. El creciente precio de portada ($100 en 1983; $120 y $140 en 1984; $160 y $180 en 1985…) nos recuerda la inflación aún desatada de aquellos años. El clima social y político se cuela en cada crónica, junto al relato de las glorias de la Vuelta a Chile, o la especial atención dedicada a las hazañas de Chile en deportes como la caza submarina o el ajedrez.
Cuando la cuarentena nos hace sentir la nostalgia más que nunca, y cuando la única manera de disfrutar del deporte es a través del recuerdo, hojear esas páginas de la Deporte Total es un ejercicio tan lindo como ilustrativo.
PD: Un especial agradecimiento a la página PartidosdeLaRoja.com, que ha subido en PDF crónicas de los partidos de Chile como las que comparto en el artículo.