La deportista, que obtuvo la presea plateada en el Mundial de Kickboxing disputado en el país árabe, contó cómo la exhibición de la bandera wiphala le trajo problemas, al ser confundida con el símbolo LGBT.
La deportista nacional Macarena “La Maquinita” Orellana relató la mala experiencia que vivió tras obtener la medalla de plata en su categoría en el Mundial de Kickboxing en Egipto.
Orellana usó su cuenta de Instagram para explicar cómo la exhibición de la bandera wiphala, característica para la representación de los pueblos andinos, fue la protagonista de la historia.
“Fueron días difíciles, de mucha incertidumbre en un país profundamente diferente a lo que acostumbramos en occidente. Para una persona disidente como yo, esta incertidumbre y miedo se acrecentaba“, comenzó escribiendo.
Luego, continuó con una dura revelación: “así lo sentí fuertemente cuando al bajar de recibir mi medalla me esperaba la policía armada con los organizadores del evento”.
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Según “La Maquinita”, estas personas le hablaban “de una bandera” y al mismo tiempo le mostraban fotos de sus redes sociales en las que mostraba la bandera wiphala: “me decían que era ilegal y me podían meter a la cárcel“.
Tras un segundos, recién pudo comprender “un poco” la situación, dijo, pues cuando se fotografió con el reconocido emblema de este lado del mundo confesó que “mucha gente le gritó cosas en árabe”, algo que no entendió, entonces un grupo de hombres llamó a la policía porque “creyeron que era la bandera gay y allá es ilegal la expresión pública de disidencia”.
La kickboxer relató que, con rabia y miedo a “mirar fijamente a la policía con armas”, sustentó a través de internet su afirmación sobre la tela. “Pero no me creían mucho”, dijo.
Posterior a aquello, quien la ayudó a expresarse con los efectivos fue un de colega chileno presente en el recinto, quien tras unos minutos logró hacer que la autoridad policial dejara el tema de lado: “Claramente a una persona leída como varón le escucharon más que a mí“.
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“Hace años que no me sentía tan pequeño, vi cómo todo el gimnasio se volvió inmenso y yo ahí, entre llantos, miedo y mucha rabia, sentía el odio de este sistema caerme encima una vez más. Lloré muchas horas y aún sigo llorando, de rabia, de pena, de pensar en cómo viven o sobreviven las personas disidentes en espacios de tanto odio. De ver cómo siempre nuestra existencia se vuelve un peligro, en todos lados. (…) Esa medalla de plata me sabe aún mas a triunfo después de todo esto. Queremos ver arder su sistema de odio, el silencio ya no es opción”, cerró.