En una emotiva reflexión sobre su vida, "El Emperador" revela las difíciles experiencias que lo llevaron a abandonar la gloria del fútbol para refugiarse en la favela. Enfrentando una batalla interna contra el alcohol, las drogas y la tragedia personal.
En los últimos días, las redes sociales se llenaron de conmoción tras la difusión del estado de salud de Adriano, uno de los grandes íconos del fútbol mundial, quien ha estado lidiando con serios problemas derivados del alcohol y las drogas.
Conocido como “El Emperador”, Adriano fue una de las estrellas más prometedoras de su generación, considerado uno de los mejores futbolistas de la década, gracias a su formidable talento y visión goleadora que lo llevó a jugar en algunos de los mejores clubes de Europa.
Sin embargo, el exjugador de la selección brasileña ha experimentado un giro radical en su vida. Después de su retiro de la élite, regresó a la favela Vila Cruzeiro en Río de Janeiro, el lugar que considera su verdadero hogar y donde siente que puede encontrar paz.
El hombre que buscó refugio en la favela para superar sus demonios
A través de una emotiva carta publicada en el portal The Players Tribune, Adriano abrió su corazón y detalló los desafíos que enfrentó para mantenerse en la cima del fútbol mundial. La muerte de su padre fue uno de los factores clave que desencadenó una serie de dilemas personales que lo llevaron a abandonar su carrera deportiva.
“¿Sabes lo que se siente ser una promesa? Lo sé. Incluyendo una promesa incumplida. El mayor desperdicio del fútbol: yo. Me gusta esa palabra, desperdicio. No solo por cómo suena, sino porque estoy obsesionado con desperdiciar mi vida. Estoy bien así, en un desperdicio frenético. Disfruto de este estigma”, compartió en su carta, reflejando la profunda lucha interna que ha vivido.
El exfutbolista también habló abiertamente sobre su batalla con el alcohol, una adicción que, según él, ha marcado su vida de manera significativa.
“No tomo drogas, como intentan demostrar. No me gusta el crimen, pero, por supuesto, podría haberlo hecho. No me gusta ir a discotecas. Siempre voy al mismo lugar de mi barrio, el kiosko de Naná. Si quieres conocerme, pásate por aquí. Bebo cada dos días, sí. (Y los otros días también.) ¿Cómo llega una persona como yo al punto de beber casi todos los días? No me gusta dar explicaciones a los demás, pero aquí va una: bebo porque no es fácil ser una promesa que sigue en deuda. Y a mi edad, esto es aún peor. Me llaman Emperador. Imagínate eso“, confesó.
Sam Robles/The Players’ Tribune.
En un momento de reflexión profunda, Adriano habló sobre su transición de ser un joven con enormes promesas a convertirse en “El Emperador”, un apodo que llegó a ser famoso en Europa.
“Un tipo que dejó la favela para recibir el apodo de Emperador en Europa. ¿Cómo se explica eso, hombre? No lo entendí hasta hoy. Bueno, tal vez hice algunas cosas bien después de todo. Mucha gente no entendió por qué abandoné la gloria de los estadios para sentarme en mi antiguo barrio, bebiendo hasta el olvido. Porque en algún momento quise hacerlo, y es el tipo de decisión de la que es difícil arrepentirse“, escribió.
La muerte de su padre: El giro definitivo en su vida
La historia de Adriano, uno de los futbolistas más talentosos de su generación, no solo está marcada por su brillante carrera deportiva, sino también por un profundo sufrimiento personal que ha dejado huella en su vida. La muerte de su padre, Almir “Mirinho” Ribeiro, el 4 de agosto de 2004, fue un punto de quiebre en la vida del exfutbolista, un evento que lo marcaría para siempre.
Mirinho, un hombre respetado en la favela Vila Cruzeiro de Río de Janeiro, no solo fue un líder comunitario, sino también una figura clave en la vida de Adriano. Era conocido por su firmeza y por su esfuerzo en evitar que los niños del barrio se desviaran hacia el crimen y las malas influencias. Según Adriano, su padre siempre buscaba que los niños se alejaran de las drogas y el alcohol, e incluso intervenía directamente cuando los veía consumiendo bebidas alcohólicas.
The Players’ Tribune / Cortesía de la Familia Ribeiro
En su carta publicada, Adriano recuerda con cariño las enseñanzas de su padre, aunque nunca fueron de forma directa. “No teníamos conversaciones profundas. El viejo no era de filosofar ni de dar lecciones morales, no. Su rectitud cotidiana y el respeto que los demás le tenían fue lo que más me impresionó”, compartió.
La muerte de su padre cambió radicalmente su vida. “La muerte de mi padre cambió mi vida para siempre. Hasta el día de hoy, es un problema que aún no he podido resolver”, admitió.
La tragedia ocurrió en un contexto difícil, pues Adriano había crecido en una comunidad marcada por la violencia y las dificultades. “Vila Cruzeiro no es el mejor lugar del mundo. Todo lo contrario. Es un lugar muy peligroso. La vida es dura. La gente sufre“, relató.
En sus recuerdos, Adriano habla de la fortaleza de su madre, quien asumió la responsabilidad de la familia tras la muerte de su padre. “La responsabilidad de llevar la casa recaía enteramente sobre mi madre. Y ella la afrontó”, recordó, destacando el apoyo de la comunidad y la familia en esos momentos difíciles.
La eterna “promesa del fútbol”
La presión de ser una “promesa del fútbol” y las expectativas que recaían sobre él fueron difíciles de manejar, y la fama no hizo más que aumentar su angustia.
En su tiempo en Europa, Adriano alcanzó el apodo de “El Emperador”, pero, como él mismo lo reconoce, ese título no fue suficiente para llenar el vacío emocional que sentía. Fue en ese contexto que, después de su salida del Inter de Milán, regresó a la favela para encontrar algo que el dinero y la fama no podían ofrecerle: libertad.
“Cuando ‘escapé’ del Inter y salí de Italia, vine a esconderme aquí. Estuve tres días recorriendo todo el complejo. Nadie me encontró. No hay manera. Regla número uno de la favela: mantén la boca cerrada“, comentó. Para Adriano, el regreso a Vila Cruzeiro fue una búsqueda de paz, un anhelo de recuperar algo de su humanidad que había perdido en medio de la fama y la presión.
Sam Robles/The Players’ Tribune.
“Me gustará o no, necesitaba la libertad. Ya no soportaba más tener que estar siempre pendiente de las cámaras. En mi comunidad no tenemos eso. Cuando estoy aquí, nadie de fuera sabe lo que estoy haciendo“, explicó.
Para él, no se trataba de los vicios que la gente asociaba con su vida en la favela, como el alcohol o las drogas, sino de algo más profundo: la necesidad de encontrar un espacio donde pudiera ser él mismo, sin las presiones del mundo exterior.
Adriano también reflexionó sobre su vida en la élite del fútbol, su lucha constante contra las recaídas y la incomprensión de aquellos que solo veían su éxito desde el exterior.
Sam Robles/The Players’ Tribune.
“La gente decía muchas estupideces porque todos estaban avergonzados. ‘Vaya, Adriano dejó de ganar siete millones de euros. ¿Lo dejó todo por esta mierda?’ Eso es lo que más he oído. Pero no saben por qué lo hice. Lo hice porque no me encontraba bien. Necesitaba mi espacio para hacer lo que quería hacer“, reveló.
Hoy, Adriano se encuentra en su barrio, viviendo una vida sencilla, alejada de los reflectores, donde busca paz y una conexión profunda con su pasado. “Ahora lo ves por ti mismo. ¿Hay algo malo en cómo nos comportamos aquí? No. Lamento decepcionarte. Pero lo único que busco en Vila Cruzeiro es paz”, concluyó, dejando claro que su vida ha tomado un rumbo distinto al de los lujos y las cámaras, buscando una paz que solo su comunidad puede brindarle.