El desarrollo que soñamos: Lo bueno, lo malo y lo feo del modelo económico chileno

Por CNN Chile

17.12.2020 / 23:37

A pesar de que en la década de los '90 fue reconocido como el "milagro chileno", en 2019 el modelo fue puesto en duda y obligado a una reevaluación. Desigualdad, innovación del Estado, ciencias y tecnología, combatir la informalidad del trabajo y mediomabiente son las claves a las que apuntan los expertos.


Las noticias del 11 de marzo de 1981 empezaron con el juramento de Augusto Pinochet en el mando, quien inició su denominado “primer período presidencial”, entrando en vigencia oficialmente la Constitución de 1980. 

Se levanta el telón para el nuevo modelo económico chileno diseñado por los denominados “Chicago Boys”, los economistas de Pinochet que buscaban hacer de Chile un bastión del neoliberalismo.

La economía se abrió al mundo, se invierte en infraestructura, el Estado se repliega, se privatizan los servicios públicos, las tiendas caracol son el nuevo símbolo del progreso y la explosión del crédito y el consumo. En esos años también nacen las AFP.

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Pero el 2019 el modelo chileno fue puesto en duda y obligado a una reevaluación. A pocos meses de que comience el proceso por una nueva Constitución, al más puro estilo del oeste, aquí está lo bueno, lo malo y lo feo del modelo económico chileno.

La llegada de Patricio Aylwin inaugura la década que convertirá al país en el llamado “milagro chileno”. La economía chilena se disparó, creció el ingreso per cápita, la industria del cobre sacaba cuentas alegres y atraía inversiones extranjeras. Chile crecía al mismo tiempo que su reputación internacional.

Fue la disminución de la pobreza uno de los mayores legados de ese gobierno, disminuyendo de un 39% en 1990 a un 9% en 2017. Se reconoce a Chile a nivel mundial como un ejemplo en la región y es considerado como un país atractivo para invertir, uno que respeta los acuerdos y se ha consolidado como un líder mundial en el uso de energía renovable.

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Allende llamaba al cobre “el sueldo de Chile” y mucho no ha cambiado con los años. La economía chilena extractivista depende de recursos naturales. Una ventaja comparativa que hay que potenciar dicen algunos. Debemos complejizar nuestro modelo, dicen otros.

Pero el crecimiento chileno tiene una contracara. Aunque ha disminuido, Chile sigue siendo uno de los países más desiguales de la OCDE. Las AFP enfrentan altos cuestionamientos de la ciudadanía.

En las últimas décadas Chile también ha sido golpeado por la corrupción. Lo feo del modelo incluyó escándalos de colusión, corrupción en instituciones del Estado y financiamiento irregular de la política

¿Cuál es el desarrollo que soñamos?

En medio de una pandemia que ha golpeado el empleo y el crecimiento en Chile y el mundo, la pregunta ahora es: ¿Cuál es el desarrollo que soñamos?

“Miremos la complejidad y la diversidad de esto que llamamos el mundo de la desigualdad, de las inequidades y las consecuencias humanas que ellas tienen en la vida cotidiana de las personas”, afirma Pablo Egenau, director social del Hogar de Cristo.

Por su parte, Eduardo Bitrán, ex vicepresidente ejecutivo de Corfo, expresa que “el Estado tiene que apoyar con recursos el proceso de innovación de las empresas, eso pasa en todas partes del mundo, especialmente en el mundo desarrollado y nosotros estamos muy atrás en esa materia”.

Cecilia Hidalgo, presidenta de la Academia Chilena de Ciencias, recalca que “no hemos logrado realmente despegar y convencer a nuestros gobernantes de que apoyar más la ciencia, la tecnología y la innovación son condiciones absolutamente necesarias para que chile avance”

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En tanto, Bernardo Larraín, presidente de la Sofofa apunta a que “la informalidad es en Chile un 30%, en la OCDE es cerca de un 10% y es en la informalidad donde están mayormente las condiciones precarias del trabajo”.

Finalmente, Marcelo Mena, ex ministro de Medio Ambiente señala que “el principal objetivo es aprovechar esta instancia de reactivación económica para poder forjar las bases de los próximos 30 años de crecimiento en el país, nos jugamos el futuro climático de las futuras generaciones”.