A 31 años de la visita de Juan Pablo II, un Papa volverá a Chile. Francisco pasará por Santiago, Iquique y Temuco entre el 15 y el 18 de enero de 2017, encontrándose con un país y con una iglesia muy distintos de aquellos que recibieron a Karol Wojtyla.
Si en esa época cerca del 80% de los chilenos se consideraba católico, ahora son 59% según la wencuesta Bicentenario 2014, y la Iglesia Católica ha perdido buena parte de su influencia en materias como la política, y la conducta personal.
Los desafíos también son distintos. Si en 1987 Juan Pablo II debió mantener un precario equilibrio entre los intentos de la dictadura y de la oposición por instrumentalizar su visita, ahora Francisco tendrá que responder a una feligresía desanimada por los escándalos de abusos sexuales en el clero, y por las acusaciones de obstrucción a esas investigaciones.
También deberá enfrentar declaraciones polémicas como su apoyo a la demanda boliviana o sus duras palabras contra los fieles de Osorno que protestan por la designación de un ex cercano a Karadima como obispo local. La visita a Temuco también despierta expectativas sobre el rol que podría tener Jorge Bergoglio en buscar acercamientos en el conflicto mapuche.
Una visita que aparece como una oportunidad para revitalizar a la Iglesia Católica, de la mano de un Papa carismático y cercano a Chile, aunque también deberá sincerar qué tanta influencia sigue teniendo esa iglesia en un Chile mucho más más secular y más diverso que el que recibió a Juan Pablo II
La defensa del mandatario aseguró que él fue víctima de acoso sistemático por parte de la mujer que, 10 años después de enviados los mensajes, presentó la denuncia en su contra.