El diseño de la ciudad ya no solo debe satisfacer necesidades básicas como vivienda y servicios, sino también fomentar relaciones sociales y fortalecer el tejido social en sus barrios.
Santiago, hogar de más de 7,5 millones de personas, ha sido tradicionalmente un centro de desarrollo económico, político y cultural. Sin embargo, la manera en que la capital ha sido construida genera dudas sobre si ha contribuido a fortalecer o debilitar el tejido social.
En el pasado, la planificación urbana se centraba principalmente en soluciones prácticas, como infraestructura y conectividad. Pero hoy, expertos destacan la necesidad de añadir una nueva dimensión: la cohesión social.
Luis Valenzuela, director del Centro de Inteligencia Territorial de la Universidad Adolfo Ibáñez, explica que las ciudades deben ser más que infraestructuras físicas.
Ahora, los urbanistas estudian cómo los espacios pueden promover la interacción social y mejorar la calidad de vida de los residentes. “La cohesión social implica vínculos que mejoran nuestras vidas y cómo nos relacionamos dentro de la ciudad“, señala Valenzuela.
Un ejemplo claro de cohesión social en Santiago son los barrios “9×18”, nacidos en los años 60 con políticas estatales que promovieron la autoconstrucción.
En estos sectores, las comunidades no solo levantaron sus viviendas, sino que también crearon redes sociales sólidas. “Estos barrios tienen una memoria colectiva, una vecinalidad familiar que ha resistido el paso del tiempo“, destaca Valenzuela.
La población Lavandera, La Faena y Las Pincollas son ejemplos de cómo la planificación urbana ha contribuido al fortalecimiento del tejido social.
Aunque inicialmente se enfocaron en resolver la masiva migración del campo a la ciudad, estos barrios construyeron más que infraestructuras: generaron una cultura de vecindad y apoyo mutuo.
El desafío actual es comprender cuáles son los factores mínimos necesarios para fomentar la cohesión social en nuevos desarrollos urbanos.
“No es fácil determinar qué elementos deben estar presentes para que una ciudad potencie las relaciones sociales“, concluye Valenzuela, destacando la importancia de diseñar ciudades que no solo resuelvan problemas operativos, sino que también construyan confianza y comunidad entre sus habitantes.
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