La candidata a un escaño del distrito 8 para la CC ahondó en CNN Chile sus propuestas e ideas para la nueva carta fundamental, no sin antes hacer una evaluación de cómo surge su candidatura y las implicancias del llamado estallido social. "La dignidad es el mayor valor de una Constitución", afirma.
Soy Bessy Gallardo Prado, candidata a convencional constituyente por el distrito 8. Este incluye las comunas de Maipú, Cerrillos, Estación Central, Pudahuel, Lampa, Colina, Til Til y Quilicura. Egresé de la carrera de Derecho en la Universidad de Las Américas. Soy madre de tres enanos pequeños, que tan pequeños no son si tienen 16, 14 y 12 años ya. Soy viuda, por cierto. Vivo en la comuna de Maipú, como cualquier persona normal.
Pertenezco a la comunidad LGBTIQ+: soy bisexual. Y llevo dos años de activismo en los derechos humanos. Primero fui vicepresidenta de Red Infancia Chile, ONG dedicada a la defensa y acompañamiento de familias víctimas de abuso sexual infantil. Participé ante el alto comisionado de la ONU para los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes; ahí expuse la situación de los niños del Sename. Además fui directora jurídica de Fundación Honra, donde nos dedicábamos a la prevención de la violencia en el pololeo.
Primero el partido Comunes me ofreció el cupo por el distrito 7, como precandidata. No resultó esa posibilidad y se me presenta la oportunidad de ser parte del Partido Progresista de Chile, en donde se me ofrece el cupo del distrito 8, el distrito donde yo vivo.
A mí me gusta el proyecto progresista, pese a que soy independiente, no tengo militancia por ningún partido. Pensé: bueno, como tengo que dar mis exámenes de grado en diciembre, no tengo tiempo para juntar las firmas como independiente sin apoyo de un partido político. Y como soy progresista, creo que Chile tiene que ser plurinacional, que las mujeres somos fundamentales en la conformación de la nueva Constitución, creo en las identidades de género, etcétera, dije, ya, vamos por el cupo del PRO.
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El PRO abrió todas sus candidaturas de convencionales constituyentes a solamente gente independiente, sin militancia política. Ese fue un llamado del fundador, Marco Enríquez-Ominami.
Lo que llamó la atención del PRO por mi candidatura fue haberle dado una voz, desde la ciudadanía, a lo que llamaron estallido social -que yo no llamo estallido, lo llamo revuelta-. Haberle puesto un rostro. Porque estábamos en un momento en que nadie sabía para dónde iba ir esta cosa en octubre de 2019. Sabíamos que los estudiantes habían saltado los torniquetes y que empezaba la represión, pero no sabíamos pa’ dónde iba.
Y, por cierto, la primera persona que habló de Estado subsidiario en una hora en que nadie habla de Estado subsidiario. Y en un lenguaje en que todos los chilenos y chilenas podían entender, fui yo. La que le puso cara a decir “la carne molida es lo que más se compra a crédito”, fui yo.
Entonces, dijeron “esta chiquilla representa las ideas progresistas, hay que invitarla”. Y yo nunca había sido ni siquiera candidata a la presidenta de curso. Mis hijos tuvieron harto que ver en eso. Me dijeron “oye, mamá, te vas a sentar ante todo Chile”. Es que me da un poco de pudor, nunca he visto las entrevistas que me hicieron del estallido social, entonces qué voy a hacer mirándome en un volante. “Ay, mamá, dale”. De ahí nace la candidatura también, de una inquietud de mis niños, de mis amigas, de mi pareja, de mi papá, que por cierto fue torturado. Entonces, no fue como subirse arriba del pony, fue una inquietud de la gente que me rodea.
Llevo 12 años en la calle. La primera vez que aparecí en televisión fue un 19 de junio, a propósito del día internacional a favor de los pederastas. Yo gritaba “Chile dice no a la pedofilia”, desde el útero. Fue reemocionante esa vez. Después salimos por el tema de John O’Reilly y después para el estallido social. Entonces, yo llevo muchos años en esto de estar con los pies en la calle. El año pasado logramos juntar un montón de zapatillas para un montón de niños del campamento Ferrocarril de Maipú. Entonces, tú a mí no me sacas de la calle ni amarrada.
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A mí me gusta estar con la gente. Siempre esperé que hubiera una revuelta. Obviamente no con la cantidad de mutilados, muertos ni heridos, pero siempre esperé que Chile abriera los ojos. Para mí la revuelta significó muchas cosas. Significó que por fin Chile decía “estoy cansando, estoy harto”. Ese despertar de Chile es muy importante para mí, pensaba que era muy importante decir sin miedo.
Cuando yo dije “queremos nueva Constitución para Chile“, fue como “tenemos la oportunidad de cambiar todo”. O sea, esa frase no es mía, es de millones de personas. Yo solamente usé mi garganta para decirla, pero esa frase no es mía para nada. Fue una de las demandas de millones de personas que estaban en la calle. Por eso uno también tenía que ser responsable de saber leer qué era lo que quería la gente.
Hay una cuestión que salía mucho durante el estallido social: “hasta que la dignidad se haga costumbre”. Y la dignidad es el mayor valor de una Constitución. Es la columna vertebral de una Constitución. Sin la dignidad los derechos humanos no existen. Así de importante es. Porque da el valor de ser persona, la calidad de individuo de la especie humana.
Entonces, eso de “hasta que la dignidad se haga costumbre” no es un panfleto. La dignidad humana tiene que ser el gran bastión de la nueva Constitución, el manto protector de toda la Constitución. Toda la Constitución debe regirse por la dignidad, y esa es la pelea que vamos a dar en la convención.
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