La iniciativa desarrolla novedosos sistemas de venta que evitan los costos extras a quienes compran en pequeñas cantidades. "La gente que compra en pequeños formatos paga un 40% más, y a eso yo le puse el nombre de impuesto a la pobreza", dice el director ejecutivo de la empresa.
Terminar con el llamado “impuesto a los pobres” es el objetivo de Algramo, una empresa que desarrolla novedosos sistemas de venta que evitan los costos innecesarios a quienes que por necesidad compran en pequeñas cantidades. Además la compañía ha sido recientemente premiada por sus aportes a la descontaminación de los océanos.
En la población Lo Sierra en la comuna de Lo Espejo hay un negocio muy querido por los vecinos. El almacén Nelson, del que hace 25 años es dueño Hernán Albornoz, tiene una característica particular: en su interior, y justo al otro extremo de las conocidas máquinas tragamonedas, hay un dispensador que llama la atención.
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“Se presentó haciendo un sondeo para ver si es que estábamos interesados en un proyecto. Se trataba de eliminar el polietileno. Y lo encontré fantástico porque justo había visto reportajes sobre la contaminación en los mares“, cuenta Hernán Albornoz, dueño almacén Nelson donde tiene uno de los dispensadores de Algramo.
Contribuir al cuidado del medioambiente, con ese desafío llegó a los negocios de barrio Algramo, una empresa que obtiene productos en grandes cantidades y luego los vende en máquinas dispensadoras donde se pueden comprar porotos, garbanzos, lentejas y arroz a granel y en envases reutilizables.
El objetivo es que los vecinos no paguen por un envoltorio, cada vez que adquieren productos básicos, sino que solo por lo importante.
Juan García, jefe de ventas de Algramo, explica el funcionamiento de la máquina dispensadora. Tan fácil como sacar un café. El cliente introduce las monedas por el monto del producto que desea, lo selecciona, pone el envase reutilizable en el dispensador y listo.
“Se abarata costos porque yo compro directo al productor y no paso por los que ponen el envase que encarece el producto, entonces aparte de no contaminar, la gente se abastece de un producto que es mucho más económico, que es muy útil además con todo lo que está pasando”, agrega Albornoz.
Crisis social en la que uno de los reclamos es lo mucho que cuesta llegar a fin de mes. Aquí, el medio kilo de arroz marca Algramo cuesta 350 pesos. Está por debajo de la gama más económica del arroz envasado que cuesta alrededor de 500 pesos.
“Compra mucha gente, le fue bien con la maquinita. Ojalá todos los almacenes tuvieran lo mismo“, dice Jessica Sánchez, vecina del sector Lo Espejo donde se encuentra el almacén Nelson.
Esta historia empresarial surgió de un grupo de amigos que decidieron hacer más de lo que le enseñaban en la universidad.
Envases reutilizables de Algramo.
“Algramo comienza en el contexto en que estaba estudiando ingeniería comercial en la Universidad Católica y con otros compañeros nos dimos cuenta que no estábamos de acuerdo con lo que nos enseñaban de que las empresas sólo generan utilidades para el accionista. Y por eso nos fuimos de nuestras casas y vivimos en La Granja“, relata José Manuel Moller, director ejecutivo de Algramo.
Iban sólo por un semestre, pero se quedaron a vivir un año y medio en la población Joao Goulart. Ahí se dieron cuenta de la inequidad para quienes no pueden comprar al por mayor.
En los sectores populares, las familias de bajos recursos se ven obligados a comprar en pequeñas cantidades por sus escasos recursos pero, paradójicamente, esto hace que gasten más. “La gente que compra en pequeños formatos paga un 40% más, y a eso yo le puse el nombre de impuesto a la pobreza“, dice Moller.
Y, luego, llegaron los detergentes marca Algramo. Aquí, la idea es que los vecinos paguen sólo una vez por el envase y, si lo devuelven, obtienen un descuento en su próxima compra.
Una iniciativa que luce perfecta, pero los primeros cuatro años no fueron fáciles. “Al principio era frustrante porque casi nadie volvía con el envase, era un 5% o 6%. Hoy estamos en el 80% de retornabilidad. Estamos evitando que ese plástico termine en los vertederos“, cuenta Moller.
José Manuel Moller, director ejecutivo de Algramo.
Y adonde los almacenes de barrio no abundan, llegó un nuevo modelo de venta de Algramo. Un triciclo 100% eléctrico va a la puerta de la casa a rellenar con detergente Omo y lavalozas Quix en comunas del sector oriente de la capital.
“Decidimos partir acá, haciendo los pilotos en estas tres comunas que son Providencia, Las Condes y vitacura, para después expandirnos hacia el resto de las comunas de la capital“, explica Pedro Álamos, gerente general Algramo.
A través de la app Algramo los vecinos pueden coordinar la visita. Lo novedoso es que los envases tienen un chip que permite vincular a la persona con el recipiente. Así, en la próxima recarga habrá un descuento. Por ejemplo, un producto que cuesta 10.490 pesos en el supermercado, si lo compra con este sistema, la primera vez ahorrará casi 2.700 pesos, y la segunda casi 3.600. Pronto se sumarán alimentos para mascotas.
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“Queremos demostrar que preocuparse del medioambiente incluso puede ser mas barato“, dice Moller.
El último reconocimiento a esta startup llegó desde National Geographic y Ocean Sky Venture, un fondo de inversión inglés en la categoría economía circular. El próximo paso es abrir una tienda en el mall Plaza Egaña y ¿el sueño? llegar a mercados como India o Indonesia.
“Queremos que sea una empresa atractiva, pero no a costa de las personas. Hoy la gente demanda empresas que sean distintas“, apuntó Moller.