Una filmografía fantástica: 17 películas que tienes que ver para entender la década del cine chileno

Por Bruno Delgado

30.12.2019 / 18:01

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El cine chileno en la última década se ha consolidado como uno de los más importantes de la región, lo que ha sido ratificado con dos premios Oscar y una presencia destacada en algunos de los festivales más importantes del mundo. Acá una lista con algunos de los títulos más importantes de los últimos 10 años.


En tan solo una década el cine chileno pasó de no tener ningún Oscar a obtener dos estatuillas. Actualmente es una de las industrias mejor valoradas de la región, con realizadores que se han ganado un espacio en la escena cinematográfica mundial y títulos aclamados en festivales y por la crítica.

Pablo Larraín, Sebastián Lelio, Maite Alberdi, Patricio Guzmán y Matías Bize son algunos de los cineastas que ya están dejando su huella en la gran pantalla. Mientras que Dominga Sotomayor, Alejandro Fernández Almendras, María José San Martín y Julio Jorquera Arriagada, por nombrar algunos, posicionan su cine como uno a seguir con detención tanto en el extranjero como en el país.

Películas sobre momentos clave de la historia nacional, otras que visibilizan debates necesarios o que se adentran en los cuartos privados de personajes para revelar lo que escondemos como sociedad. Esas son algunas de las temáticas que cruzan esta selección de 17 películas que marcaron al cine nacional durante estos últimos 10 años y que nadie debería perderse.

1. La vida de los peces (2010)

Matías Bize era uno de los directores que venía formando una sólida carrera desde la década anterior, llevando la cámara a la intimidad de las relaciones de pareja, navegando por las complejidades de la atracción, la crisis y la decepción, y demostrando que el panorama del cine chileno era más que los dolores de las heridas políticas. Y el punto más alto fue La vida de los peces, donde el reencuentro de una ex pareja resume todos los temas que ha explorado uno de los cienastas que logró llevar su cine a las salas masivas y a las de festivales como el Goya.

2. Nostalgia de la luz (2010)

Mientras en el cielo del norte de Chile se envuelven los misterios de la humanidad, en la tierra se entierran las historias de presos políticos y las angustias de sus familiares que no dejan de buscarlos. Y ese es el recorrido que hace el documental de Patricio Guzmán, una forma única y delicada de explorar el dolor que dejó la dictadura a 37 años, buscando respuestas tanto en las estrellas como en los ojos de quienes perdieron a alguien y recordarnos que el tiempo no cura todo.

3. El Mocito (2011)

Por décadas fue una figura que se movió entre los pasillos del horror y dolor de las casas de tortura de la dictadura, pero Marcela Said y Jean de Certau lo trajeron a la luz para realizar un retrato psicológico en primera persona de un hombre destruido por su pasado. Lejos de la misericordia, pero también de la condena, el documental escribió un nuevo capítulo de la historia trágica de Chile con una mirada nueva y hasta ese momento tabú.

4. Joven y alocada (2012)

Con una estética desenfadada y que incursionaba en las cárceles emocionales y morales que impone cierta clase social chilena vinculada al espectro más conservador de la Iglesia Evangélica, la obra de Marialy Rivas toma la novela autobiográfica de Camila Gutiérrez para respetar su corazón, pero hacerla propia e imaginar imágenes que recogen la frustración de una generación que se sentía castigada por explorar su sexualidad ante los ojos de Dios, sus familia y el país.

5. Mi último round (2012)

El cine chileno carece de grandes historias de amor. La cámara de los cineastas nacionales no han explorado del todo este género. Y una de las pocas que sí lo hizo en esta década fue el primer largometraje de Julio Jorquera Arriagada, donde un pugilista joven y desorientado (Héctor Morales) entabla una intensa amistad con otro boxeador maduro y resuelto (Roberto Farías). Y es en el ring y en el campo de entrenamiento donde la relación se vuelve real y va tomando giros inesperados incluso para ellos. Deshaciéndose de los clichés y lugares comunes, el director nos dice que lo importante no es que el amor sea homosexual, sino que las pasiones que se desatan son verdaderas y merecen ser filmadas.

6. No (2012)

Sin duda está película de Pablo Larraín marca el camino que años después terminaría en uno de los grandes hitos del cine chileno. Pero antes de ese momento estuvo No y el personaje de Gael García Bernal patinando en skate por las calles de Santiago planificando una campaña de marketing que sacaría al dictador de La Moneda. O esa es la historia que nos intenta contar. Independiente de las interpretaciones histórica que sacaron ronchas en varios sectores políticos, lo destacable fue la aproximación alejada de la épica hegemónica y mucho más cercana a las rencillas pedestres que se tejen tras una campaña política. Todo, obteniendo una nominación a los Oscar que abriría la puerta para algo más grande.

7. Gloria (2013)

Cuando las principales noticias vinculadas al cine se relacionaban a los blockbuster y los hit que revientan la taquilla, Gloria de Sebastián Lelio logró meterse en los segmentos de los noticiarios tras obtener el Oso de Plata del Festival de Cine de Berlín, uno de los tres certámenes clase A del cine mundial. La actuación de Paulina García como Gloria se convirtió en símbolo de las historias que el cine suele pasar por alto: las mujeres que a los 50 y tantos la sociedad da por realizadas y por tanto olvidadas, como si su rol y vigencia ya hubiera caducado, quedando en el olvido. Pero no para Lelio, quien ha hecho de ellas el motivo de su cine.

8. Matar a un hombre (2014)

De la tierra, a lo lejos, un hombre emerge del suelo. Así comienza Matar a un hombre de Alejandro Fernández Almendras (AFA), inicio que bien podría ser una forma de decirnos que lo que viene es una historia nacida de aquí mismo y que hemos formado nosotros. Pero este relato no es de advenimientos, sino de furia, indignación y rabia. Uno marcado por las desigualdades e impotencias de un hombre que decide tomar la justicia por sus manos ante la indolencia del país que parece no interesarse en los dolores de quienes más sufren. Vista tras el 18-O, en la cinta es fácil encontrar la sensibilidad social que encendió el estallido social en un hombre al que el mundo se le viene encima y no le da respiro.

9. La once (2015)

Lo quiera o no, Maite Alberdi filma la dualidad de vivir a través de una pequeña once compartida entre quienes se han acompañado prácticamente desde siempre: por una parte, el gozo de la amistad que se siente eterna y, por otro, la pérdida como contraparte de la flor de la vida. El documental sigue a un grupo de amigas de avanzada edad que se reúnen entre tecitos y pasteles en un ritual que las mantiene vivas y les da sentido. Todo, mientras el espectador va sintiendo el dolor de la perdida mediante unas sutiles elipsis que muestran cómo los pétalos van cayendo de a uno.

10. El club (2015)

En un pueblito alejado del mundanal ruido, un grupo de curas pecadores vive tranquilamente, manteniendo encerrado todo lo que no quieren reconocer. Eso, hasta que uno de los dolores que dejaron en el camino les toca la puerta, remeciendo el paraíso ilegítimo en el que eran amos y señores. A veces un cuento crepuscular, otras una historia de terror o un cuestionamiento social a un orden que hasta un par de años se daba por incuestionable, lo cierto es que Pablo Larraín mete la lanza en la herida sangrante de la Iglesia Católica chilena que esta década ha vivido una crisis que va más allá de la fe de sus feligreses.

11. Rara (2016)

A veces la ficción solo necesita abrir una página de un diario para tener una película, pero es la dirección la que le da la posibilidad de trascender más allá de una denuncia. Y el 2016 hubo dos ejemplos de ello. El primero fue la obra de la debutante Pepa San Martín, quien encontró el relato en el juicio de la jueza Karen Atala y en los ojos de la hija de la magistrada el espíritu de una película donde la sutileza vence al maniqueísmo y la tesis queda en un segundo plano, siempre presente, tal como lo vive la pequeña Sara (Julia Lübbert). Una historia reveladora de la doble moral que elude el sentimentalismo para contra una historia entrañable.

12. Aquí no ha pasado nada (2016)

Mientras Rara tomaba posición por la experiencia de la denunciante, Aquí no ha pasado nada lo hizo desde la indolencia del denunciado. Echando mano al atropello de Martín Larraín a Hernán Canales, AFA corre la cortina para mostrar la trastienda del poder desde el punto de vista de quien también tiene poco que decir y solo obedecer para proteger intereses que son más grandes que él. Con un tono seco, sin adjetivos y muy expositivo, ésta es una radiografía sobre las cocinas donde se toman las decisiones.

13. Una mujer fantástica (2017)

En los libros de historia quedará que el primer Oscar para un largometraje chileno en la categoría de Mejor Película de Habla no Inglesa fue para Sebastián Lelio y Una Mujer Fantástica. Y sería fácil quedarse ahí y olvidar que lo obtuvo por méritos propios con una deslumbrante Daniela Vega. En la cinta, el director extiende su entendimiento y reflexión sobre las diferentes formas de ser mujer, y expone el malestar y aversión de algunos ante la libertad y su necesidad por marginar y condenar a las personas que buscan formas diferentes de vivir. Una muestra del poder del cine para ayudar a que los ojos del país se pongan sobre discusiones que tenían protagonismo en las calles.

14. Allende, mi abuelo Allende (2017)

El valor de una obra, por ejemplo un documental, no siempre está en los temas contingentes, sino en contar una historia particular y privada que pueda resonar con el resto. Paseando por los pasillos de la casa donde se crió, Marcia Tambutti Allende reconstruye una vida familiar y personal para encontrar la respuesta a la pregunta “quién era mi abuelo, Salvador Allende”. Y en ese proceso íntimo, echa luz sobre uno de los protagonista de la historia nacional del siglo XX, poniendo en jaque silencios que no la dejan avanzar y conectar con parte de su propio relato.

15. Mala junta (2018)

La tentación de mirar obras con determinismo de revelación social hoy puede ser fácil. Sin embargo, hay películas cuyo ADN nace justamente desde el malestar, no como profeta sino como síntoma de los dolores que se acarrean. Es así como se puede entender Mala Junta de Claudia Huaiquimilla, quien habla de las desigualdades de dos conflictivos (y conflictuados) adolescentes que desde la carencia de privilegios se entienden y se ven como iguales en una sociedad que los marginaliza.

16. La casa lobo (2018)

Un siniestro cuento de hadas, de terror y folclor nacional convergen una película de animación que mezcla estilos, en una perturbadora proeza técnica hecha en Chile en base a stop-motion. Los dos realizadores, Joaquín Cociña Cristóbal León, se plantearon no solo contarnos sobre las repercusiones mentales de participar en una secta inspirada en la Colonia Dignidad de Paul Schaefer, sino que mostrarnos cómo es esa cabeza atromentada, a través de una casa que reacciona ante los sentimientos de una víctima en búsqueda de refugio.

17. Araña (2019)

A diferencia del resto, ésta sin duda es la que menos tiempo de exposición ha tenido y sus repercusiones están demasiado frescas. Sin embargo, la cinta de Andrés Wood es un nuevo ejemplo del poder de este arte para examinar las condiciones coyunturales de una sociedad mediante la ficción. Pese a no ser una obra perfecta, Araña es más que una película sobre Patria y Libertad, es una metáfora sobre el Chile de hoy. A través de los ex militantes, esta película aborda problemas que se anidan en parte de grupos en el país, como el clasismo, la xenofobia y el nacionalismo.