Así ha sido también en Chile, desde el siglo 19. Lo han padecido, entre otros, gobernantes como Pedro Montt, el año 1906 en La Comedia; Eduardo Frei, caricaturizado por Lugoze; Salvador Allende por Nelson Soto; Augusto Pinochet en la revista Apsi; o Ricardo Lagos por Franco.
Pinochet mandó incautar esa edición de Apsi, y su director fue a la cárcel. Hoy el riesgo ya no está en una dictadura allanando imprentas, sino en lo políticamente correcto, en especial cuando son mujeres las caricaturizadas.
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Es el caso de la viñeta de la ministra Cecilia Pérez, que causó el reclamo de ministras y parlamentarios. Una inversión que, en virtud del género, hace que una persona poderosa aparezca como víctima.
La caricatura de Cecilia Pérez en cuestión podrá ser divertida o aburrida, de buen o mal gusto, pero no es muy distinta de las que vimos antes de Frei, Allende, Pinochet o Lagos. En todas ellas, la exageración de rasgos físicos y la personalidad son el vehículo de la sátira.
El criterio del ex canciller Muñoz al difundirla por supuesto puede ser discutido. Después de todo, la sátira política es siempre provocadora y por eso juega al límite de lo socialmente aceptado.