"No sólo las sociedades cambian, las personas también pueden cambiar. Algunos que se opusieron al divorcio, luego hicieron uso de ese mismo derecho que querían negarle al resto de los chilenos", afirmó el conductor de 360°.
En los años 90, cuando se discutió acabar con la discriminación a los hijos ilegítimos, el entonces senador Hernán Larraín dijo que eso era un “grave peligro”, “con efectos catastróficos”, y el senador Miguel Otero agregó que no era acpetable dar iguales derechos “al hijo de una aventura adulterina”.
Cuando se eliminó el delito de sodomía, el diputado René Manuel García exigió que los homosexuales portasen en todo momento un test de Sida y votó en contra para “evitar el castigo de Dios”.
Cuando ya entrados los 2000 se discutió la ley de divorcio, el diputado Alberto Cardemil lo calificó como un “golpe mortal a una acción civilizadora de siglos”.
Cuando hace poco se discutió el aborto en 3 causales, el diputado Gustavo Hasbún dijo que de ser aprobado se acabaría la Teletón, porque las mujeres abortarían a los niños con discapacidad.
Y hoy, el diputado Eduardo Durán se opuso a la ley de identidad de género aduciendo que ahora los hombres se cambiarán de sexo para jubilarse antes.
Lo que llama la atención, ayer como ahora, es la falta de empatía, la dificultad de algunos de nuestros políticos para ponerse en los zapatos del niño que no fue reconocido, de la pareja que quiere rehacer su vida, o de quien carga un embarazo inviable.
Y ante esa falta de empatía, la inmediata sospecha sobre el otro. De que los chilenos van a torcer la ley en formas tan ridículas como cambiarse de sexo para jubilarse antes. ¡Como si jubilarse en Chile fuera sacarse la Lotería!
Pero las sociedades cambian. Avanzan. Evolucionan.
Hoy estos hitos de los derechos civiles son consensos. Que los niños tienen iguales derechos, que ser homosexuales no es ser un criminal, que el divorcio es una posibilidad, ya ni siquiera son temas de debate. Y que una mujer violada tiene derecho a abortar, es respaldado por una gran mayoría.
Y no sólo las sociedades cambian, las personas también pueden cambiar. Algunos que se opusieron al divorcio, luego hicieron uso de ese mismo derecho que querían negarle al resto de los chilenos. Otros comenzaron a defender la igualdad de las minorías sexuales cuando supieron que un hijo o hija era homosexual.
Cuando la vida nos golpea, cuando conocemos al otro, los prejuicios se acaban, y la empatía aparece. Y entonces todos podemos crecer.
Sólo un ejemplo: hoy, aquel senador que amenazaba con una catástrofe si se igualaban los derechos de los niños, es el ministro de Justicia, y se la jugó por sacar adelante la ley de identidad de género.