El ex estratega de Donald Trump iba a asistir a un festival de la revista, pero fue desinvitado tras los reclamos de los lectores, participantes del evento y asistentes. En esta columna el conductor de Cada Noche, Nicolás Copano, hace una revisión de la polémica.
The New Yorker es una revista semanal fundada en 1925 en (obviamente) la ciudad de Nueva York, Estados Unidos. Se trata de una revista global con identidad local, la identidad de la ciudad más influyente del mundo.
Cada lunes, la publicación incluye en sus páginas celebrados ensayos, reportajes de investigación, críticas a las diferentes artes, ilustración e incluso poesía, entre otras disciplinas.
Esta revista se encuentra actualmente en una polémica.
The New Yorker organiza un festival anual, el cual congrega a destacadas figuras de diversas disciplinas a conversar de actualidad. Pero un invitado a este festival resultó ser poco bienvenido: Steve Bannon, quien fuera estratega del actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
En 2012, Bannon fue el director de Breitbart News, el sitio semilla de lo que terminó siendo la llamada «alt right» estadounidense; es decir, los fanáticos a la extrema derecha de su espectro político. Trump reclutó a Bannon como generalísimo de su campaña en agosto de 2016.
Tras el triunfo electoral del empresario inmobiliario, Bannon se convirtió en asesor esencial del equipo de Trump, contribuyendo a la difusión de una agenda política basada en el nacionalismo de extrema derecha.
Su permanencia en este cargo duró hasta que el actual jefe de gabinete, John Kelly, le pidió la renuncia; algo similar a lo que pasó con Omarosa Manigault (salvo que ella fue directamente despedida): ambos no contribuían al orden y disciplina que Kelly esperaba de la Casa Blanca.
Actualmente, Bannon se encuentra en una campaña para unificar diferentes movimientos populistas de extrema derecha a nivel internacional: desde el Frente Nacional francés, pasando por Alternativa para Alemania, el Partido Independentista del Reino Unido, la Liga Norte italiana, hasta llegar a la candidatura de Jair Bolsonaro en Brasil.
Esta persona resultó poco bienvenida para una revista que sostiene una línea editorial liberal y cosmopolita. Otros invitados al evento pusieron en entredicho su participación, al estilo de «si él va, yo no voy». Por ejemplo, el comediante y realizador Judd Apatow señaló que «si Bannon está en el festival del New Yorker, yo me bajo. No participaré en un evento que normalice el odio».
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Ante las presiones de boicot por parte de los lectores, de las figuras que participarían en el festival y de los asistentes al mismo, el editor del New Yorker, David Remmick debió echar pie atrás y anunciar la desinvitación a Steve Bannon al mismo festival.
¿Usted cree que se puede entrevistar a Steve Bannon en una instancia al público? ¿Estará bien que un periodista experimentado como David Remmick entreviste de manera estricta y sin concesiones a uno de los personajes más polémicos del mundo actual? ¿Es correcto privarnos de un festival, es decir, un evento destinado al espectáculo para que reafirme su condición de tal?
Parece que hay un temor a que ciertas ideas que puedan amenazar la convivencia entre las personas sean masificadas por el solo hecho de estar en los medios de comunicación. Pero, les aviso, las creencias ya están: la gente ya está buscándolas a través de Google o Facebook. Ya están dejando de confiar en la medicina: es cosa de ver a los antivacucnas; ya están dejando de confiar en los hechos; es cosa de ver las conspiraciones.
¡Cómo no va a desconfiar la gente de la política si existen mesías que prometen acabar con la democracia! La culpa no es solamente de esta extrema derecha emergente, sino de los defensores de la democracia que no hicieron lo suficiente para defenderla. Ahora, se preocupan de las reglas del juego cuando ya es demasiado tarde. Ahora, que deciden cancelar a Steve Bannon del festival de una de las revistas más influyentes del mundo.