Con información de CNN

Exclusivo CNN: Así es la vida dentro de la cárcel que ejecuta a personas por traficar cannabis

Por CNN Chile

20.10.2024 / 18:48

{alt}

El complejo penitenciario de Changi, en Singapur, es un recinto amurallado de torres de vigilancia e imponentes puertas, construido a la sombra del principal aeropuerto del país. Aquí hay más de 10.000 presos y, según el último informe anual de la cárcel, la mayoría cumple condena por delitos de drogas. CNN tuvo acceso a una planta de un ala de máxima seguridad, la cual alberga a unos 160 presos encarcelados por delitos graves que van desde el tráfico de drogas a delitos violentos, incluido el homicidio.


Singapur (CNN) Aunque le proporcionan un felpudo de paja, Matthew dice que prefiere dormir en el suelo de cemento de su celda en el ala de máxima seguridad de la prisión Changi de Singapur.

“Así refresca más”, afirma este antiguo profesor de 41 años, condenado a más de siete años de prisión y siete golpes de bastón por vender metanfetamina.

CNN se reunió con Matthew, quien habló con la condición de que no se revelara su apellido, durante una visita exclusiva a la prisión de Changi ofrecida por las autoridades de Singapur en su defensa de la postura intransigente de la ciudad-Estado frente a las drogas.

En los últimos años, decenas de estados en Norteamérica y países que van desde Canadá a Portugal han despenalizado la marihuana.

Pero Singapur impone la pena de muerte obligatoria a las personas condenadas por suministrar determinadas cantidades de drogas ilícitas: 15 gramos de heroína, 30 gramos de cocaína, 250 gramos de metanfetamina y 500 gramos de cannabis.

Un hombre de 64 años fue colgado por delitos de drogas esta semana: la cuarta persona ahorcada en lo que va del año.

La dura condena sitúa a la rica ciudad-Estado en un pequeño club de países que incluye a Irán, Corea del Norte y Arabia Saudita, que ejecutan a delincuentes condenados por delitos de drogas.

K Shanmugam, ministro del Interior y de Justicia de Singapur, califica la guerra del país contra las drogas como una “batalla existencial” y afirma que cualquier relajación de la línea dura del Gobierno podría conducir al caos.

“Miren alrededor del mundo”, dice Shanmugam. “Siempre que ha habido cierta laxitud en el tratamiento de las drogas, aumentan los homicidios. Asesinatos, torturas, secuestros… todo eso aumenta”.

Un lucrativo mercado de drogas

Los visitantes de Singapur reciben una dura advertencia sobre la tolerancia cero de la isla con las drogas cuando los vuelos internacionales descienden para aterrizar.

“El tráfico de drogas puede castigarse con la muerte”, anuncia una voz de mujer por megafonía, entre instrucciones a los pasajeros para que se abrochen los cinturones de seguridad y guarden las bandejas.

Muchos ciudadanos de esta ciudad-Estado del sudeste asiático también saben que es ilegal consumir drogas en el extranjero.

Los singapurenses que regresan y los residentes permanentes corren el riesgo de enfrentarse a controles de drogas a su llegada.

“Cuando vuelvas, y si hay motivos para creer que has consumido drogas, podrían hacerte la prueba”, dice Shanmugam.


Lee también: Cómo una muestra de ADN en una camioneta vendida múltiples veces en más de 30 años permitió identificar a sospechoso de secuestro de una menor


Per cápita, Singapur es uno de los países más ricos del mundo. Con una población de casi 6 millones de habitantes, tiene un PIB anual per cápita de casi 134.000 dólares (alrededor de $127 millones en moneda chilena).

Este centro financiero y de transportes de la región tiene fama de seguro, eficiente y estricto bajo un gobierno monopartidista de facto.

El Partido de Acción Popular, al que pertenece Shanmugam, ha gobernado Singapur desde su independencia hace casi seis décadas.

Desde un balcón del Ministerio del Interior, con vistas a ordenados barrios de parques y villas, Shanmugam argumenta que su país es un mercado potencialmente lucrativo en una parte de Asia que, según él, está inundada de drogas.

“Si eres capaz de traficar en Singapur, el precio de la calle aquí comparado con el precio de la calle en algunas otras partes (del mundo)… es un imán”.

K Shanmugam, ministro del Interior de Singapur, afirma que la pena de muerte actúa como elemento disuasorio contra los delitos relacionados con las drogas. Rebecca Wright/CNN

Singapur se encuentra relativamente cerca del famoso Triángulo de Oro, la intersección montañosa de Tailandia, Laos y Birmania, devastada por la guerra civil. El año pasado, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) calificó la región como la mayor fuente de opio del mundo.

La producción de metanfetamina en la región también ha aumentado en los últimos años, superando a la de heroína y opio.

El zar antidroga de Singapur afirma que los castigos estrictos sirven para disuadir a los narcotraficantes.

“Nuestra filosofía penitenciaria no es la misma que, por ejemplo, la escandinava”, afirma Shanmugam. “Optamos por la dureza”, añade.

“No es un centro vacacional. Está pensada para ser dura”.

La prisión de Changi, en Singapur, tiene una población de unos 10.000 reos. Tom Booth/CNN

Celdas individuales en un calor sofocante

El complejo penitenciario de Changi, en Singapur, es un recinto amurallado de torres de vigilancia e imponentes puertas construido a la sombra del principal aeropuerto del país.

Aquí hay más de 10.000 presos y, según el último informe anual de la prisión, la mayoría cumple condena por delitos de drogas.

CNN tuvo acceso a una planta de un ala de máxima seguridad que alberga a unos 160 presos encarcelados por delitos graves que van desde el tráfico de drogas a delitos violentos, incluido el homicidio.

Una red de cámaras de seguridad instaladas dentro y fuera de las celdas individuales, e incluso sobre los aseos, permite que solo cinco guardias vigilen toda la planta.

Los alimentos se entregan a los presos en sus celdas a través de una pequeña escotilla. Rebecca Wright/CNN

A la hora de comer, el ruido metálico de las puertas al cerrarse resuena por todo el bloque de celdas, mientras un preso distribuye las bandejas de comida a través de una trampilla a ras de suelo situada en la parte inferior de la puerta de cada celda.

Las autoridades solo permitieron a CNN entrevistar a un preso, Matthew, el antiguo profesor de colegio que dijo ser adicto a la misma droga que vendía.

Su celda individual es austera, mide solo 7 metros cuadrados, con un inodoro en cuclillas bajo una ducha. Los reclusos no pueden tener muebles, así que no hay cama ni nada donde sentarse.

El clima tropical de Singapur, donde las temperaturas máximas diarias superan regularmente los 30 grados centígrados, es caluroso durante todo el año.


Lee también: Aeropuerto europeo fija límite de tiempo para abrazos de las despedidas y genera controversia viral


El efecto del calor extremo en los presos es cada vez más preocupante, a medida que en todo el mundo aumentan las temperaturas debido al cambio climático.

“Te darás cuenta de que no hay ventiladores ni aire acondicionado”, explica Matthew. “Hay algunos periodos de tiempo en los que es insoportable”.

Preguntado sobre si la amenaza de la pena de muerte tuvo algún efecto disuasorio en su tráfico de drogas, Matthew dice: “Me gustaría decir que sí”.

“Pero la verdad es que, en aquel momento, no pensaba en ello. De hecho, evitaba activamente todo el tema de las consecuencias”.

“Capitanes de vidas”

Las condiciones deliberadamente duras de la cárceñlcontrastan fuertemente con los abundantes mensajes de bienestar emocional en las zonas comunes del centro.

El taller, donde los presos empaquetan champú anticaspa y café instantáneo a cambio de un pequeño sueldo, está repleto de citas motivadoras de personalidades como Steve Jobs y Nelson Mandela.

Personajes de dibujos animados y fotos de cascadas decoran las aulas donde los presos reciben lecciones de control de la ira y formación laboral.

Funcionarios del Servicio Penitenciario de Singapur afirman que animan a los guardias a considerarse “capitanes de vidas” que ayudan a rehabilitar a la población reclusa.

Desde una sala climatizada conocida como “la pecera”, vigilan a los reclusos a través de las imágenes en directo de docenas de cámaras de seguridad colocadas por toda la cárcel.

Reuben Leong está a cargo de la unidad correccional de máxima seguridad de la prisión de Changi. Rebecca Wright/CNN

Reuben Leong, el funcionario a cargo de la unidad correccional, dice que el trabajo no está exento de riesgos. Cada pocas semanas, se producen incidentes violentos. Normalmente, peleas entre reclusos.

“Habrá periodos de tiempo en los que pueden ser exigentes, groseros y hostiles contigo”, añade.

El Proyecto Cinta Amarilla es un programa gubernamental destinado a rehabilitar a exconvictos, con inserción laboral y compromiso con la comunidad.

A pesar de estos esfuerzos, las autoridades singapurenses afirman que, aproximadamente, uno de cada cinco exreclusos acabará probablemente de nuevo entre rejas en un plazo de dos años. En comparación, uno de cada tres vuelve a prisión en un plazo de dos años en Estados Unidos, que tiene una de las tasas de reincidencia más altas del mundo.

Sin embargo, no hay rehabilitación para los condenados a muerte.

Singapur ejecutó en la horca a 11 presos en 2022, y a cinco el año pasado, según las últimas cifras. Todos fueron condenados por cargos de drogas.

Los funcionarios no permitieron a CNN visitar la Institución A1, donde más de 40 condenados a muerte esperan el mismo destino.

Dénle a mi hijo una segunda oportunidad

Fuera de los muros de la prisión, los familiares de los condenados a muerte mantienen una agónica vigilia esperando el destino de sus seres queridos.

Halinda binte Ismail tiene el pelo rubio decolorado y luce un pequeño aro en la fosa nasal izquierda.

Según cuenta, esta mujer de 61 años ha estado en la cárcel al menos siete veces, siempre por drogas. Halinda dice que solo tenía 12 años cuando fumó heroína por primera vez.

Su última detención fue en 2017, cuando la policía allanó el edificio donde vivía con su hijo mayor, Muhammed Izwan bin Borhan.

Tanto la madre como el hijo fueron condenados por narcóticos. Pero mientras Halinda acabó cumpliendo cinco años, su hijo fue condenado a muerte después de que la policía le sorprendiera con seis paquetes de metanfetamina y heroína, según documentos judiciales. Sigue en prisión, a la espera de su ejecución.

“Estoy muy enojada, porque el Gobierno no le da (a mi hijo) la oportunidad de cambiar de vida”, afirma Halinda.

Siempre rezo al Gobierno para que le dé una segunda oportunidad a mi hijo”.

Halinda forma parte ahora de un pequeño movimiento de activistas que pretenden prohibir la pena de muerte en Singapur.

“No resuelve nada, y se utiliza de forma desproporcionada contra algunas de las personas más marginadas y débiles de la sociedad”, afirma Kirsten Han, periodista y activista del Transformative Justice Collective, que presiona en favor de los condenados a muerte.

“Creo que es moralmente incorrecto”.

Las críticas abiertas de Han al sistema de ejecuciones de Singapur le han hecho ganarse la enemistad personal de Shanmugam, ministro del Interior.

“Es de las que idealiza a los condenados a muerte”, dice Shanmugam a CNN.

Sin embargo, Shanmugam confirma una de las observaciones de Han.

Alrededor de 40 presos están recluidos en la Institución A1, donde esperan ser ejecutados en la horca. Rebecca Wright/CNN

Entre los más de 40 presos que, según él, están actualmente en el corredor de la muerte, la mayoría pertenece a la “categoría socioeconómica más baja”.

Uno de los 11 presos ejecutados en 2022 por delitos de drogas fue Nazeri bin Lajim.

“Esperaba que le dieran la cadena perpetua, pero literalmente ahorcaron a mi hermano”, dice Nazira, su hermana sobreviviente.

Nazira dice que su hermano era drogadicto de toda la vida, pero no un hombre violento.

Muestra una serie de selfies en su teléfono de Nazeri, vestido con una camiseta de vivos estampados, sonriendo y mostrando un signo de victoria a la cámara.

Antes de cada ejecución, las autoridades organizan una sesión fotográfica profesional en la que los reclusos cambian sus uniformes de prisión por ropa civil.

Nazira no aprecia el gesto.

“Es una felicidad falsa”, afirma.

Dice que está animando a sus hijos adultos a abandonar Singapur definitivamente para emigrar a Australia.

Guerra contra las drogas

Los funcionarios singapurenses señalan encuestas que muestran un apoyo abrumador de la opinión pública a la guerra del gobierno contra las drogas.

En sus comparecencias públicas, Shanmugam suele destacar el consumo de drogas en las calles de ciudades europeas y estadounidenses para justificar el enfoque de Singapur ante el problema.

Pero quizá sea más apropiado comparar el historial de Singapur con el de Hong Kong, otra antigua colonia británica que aplica una política de tolerancia cero frente a las drogas.

La población de Hong Kong es aproximadamente un 25% mayor que la de Singapur, y no impone la pena de muerte por delitos de drogas.

Sin embargo, a pesar de tener una población considerablemente mayor, Hong Kong efectuó 3.406 detenciones por drogas en 2023, apenas unos cientos más que las 3.101 detenciones por drogas en Singapur.

Y según Shanmugam, las detenciones por drogas en Singapur aumentaron un 10% en 2023, lo que sugiere que, tal vez, la amenaza de muerte no esté actuando como elemento disuasorio de la delincuencia.

“Es una guerra que nunca se puede decir que se ha ganado”, afirma Shanmugam.

“Es un continuo trabajo en curso”.