Mohammed Diab Ibrahim al-Masri es conocido como “el invitado”, porque durante décadas se ha alojado en diferentes casas cada noche para evitar ser rastreado, y asesinado, por Israel. Ahora está al mando del ala militar Las Brigadas Al Qassem. “Es como un fantasma para la mayoría de los palestinos", afirmó Mkhaimar Abusada, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Al Azah de Gaza.
(CNN) – Tengo que admitirlo con una extraña culpa retrospectiva: una vez Hamás me salvó de un secuestro en Gaza.
El grupo extremista que está detrás de las masacres y los secuestros, la matanza de civiles y la cínica puesta en peligro de su propio pueblo, detuvo a una banda islamista segundos antes de que estuvieran a punto de secuestrarme en el Hotel Deira, en el norte de Gaza, en 2008.
Con silenciosa eficacia, los agentes de inteligencia de Hamás rodearon el hotel. No hubo disparos.
La banda de secuestradores, desviada de su misión, voló las cercanas oficinas del Consejo Británico en un arrebato de ira.
Ese era el antiguo Hamás. Sí, un grupo violento con un historial de tácticas de terror dirigidas contra israelíes, un largo compromiso con la destrucción del Estado de Israel (aunque no de genocidio contra judíos o israelíes), pero también un movimiento social de un islam político con reputación en el mundo árabe de eficacia y probidad.
Sin embargo, el grupo extremista palestino siempre fue cínico en su uso de la violencia y en la perpetuación de un culto al martirio.
Cuando, durante la segunda Intifada de 2000, las tropas israelíes utilizaron fuego real contra militantes armados y civiles desarmados en los territorios palestinos, Hamás desencadenó oleadas de terroristas suicidas e insistió en “celebrar” la muerte de niños palestinos como mártires.
En una reunión clandestina en Khan Younis, en el sur de Gaza, a principios de 2001, el jeque Ahmed Yassin jadeó y me miró fijamente. Me habló a través de un intérprete, la única persona del grupo que podía descifrar los sonidos que emitía.
En silla de ruedas desde joven, el fundador de Hamás afirmaba que mientras “los israelíes aman la vida”, “nosotros celebramos el mayor regalo del martirio para nuestros hijos. Toda madre quiere eso para su hijo”.
Unas semanas después, los israelíes lo mataron.
Pero la intensa combinación de victimismo y pasión por el martirio de su grupo perduró. De hecho, se acentuó a medida que Hamás se apoderaba de Gaza y se arriesgaba a sacrificar a sus habitantes a los ataques aéreos e invasiones terrestres israelíes, normalmente provocados por atentados de Hamás.
Los ciclos de violencia y paz ya habían caracterizado el enfoque de Hamás, dependiendo de cuál de sus alas (militar o civil) prevaleciera.
Una influyente figura militar de Hamás siempre se opuso resueltamente a cualquier tipo de paz con lo que Hamás insiste en llamar la “Entidad Sionista”.
¿Quién es El Deif?
Mohammed Diab Ibrahim al-Masri es conocido como El Deif (el Invitado) porque durante décadas se ha alojado en diferentes casas cada noche para evitar ser rastreado, y asesinado, por Israel. Ahora está al mando del ala militar de Hamás, las Brigadas Al Qassem.
Aunque se cree que nació en la década de 1960, El Deif es poco conocido entre los palestinos de a pie, según Mkhaimar Abusada, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Al Azah de Gaza.
“Es como un fantasma para la mayoría de los palestinos“, afirmó.
Las Brigadas Al Qassem se oponían al proceso de paz impulsado por Yassir Arafat, entonces líder de la Organización para la Liberación de Palestina, y a los Acuerdos de Oslo de 1993, que se suponía allanarían el camino hacia una solución de dos Estados, una nueva Palestina que viviera en paz junto a Israel.
En 1996, El Deif, un consumado fabricante de bombas, estuvo detrás de una oleada de cuatro atentados suicidas en los que murieron 65 personas en Jerusalén y Tel Aviv y de otros atentados que pretendían hacer descarrilar el proceso de paz.
Cuando Hamás arrebató Gaza a su rival Al Fatah en 2007 (tras ganar las elecciones palestinas del año anterior), Israel y Egipto estrecharon el cerco sobre el enclave, que alberga a unos dos millones de personas.
Muchos palestinos consideran que Hamás es la mejor alternativa al gobierno de la Autoridad Palestina, dominada por Al Fatah y la Organización para la Liberación de Palestina. La Autoridad Palestina paga los salarios del sector público en Gaza, y este verano las encuestas mostraban que el apoyo a la AP, que solo gobierna en Ribera Occidental, rondaba, sin embargo, el 70% en Gaza.
El apoyo a Hamás en Gaza rara vez ha superado el 50%. Y sobre el terreno, en conversaciones privadas, ha sido difícil encontrar personas que apoyen realmente la campaña militar de Hamás. Pero pocas personas están dispuestas a ser abiertamente críticas y arriesgarse a ser detenidas.
Las políticas de Israel sobre la Ribera Occidental -donde los asentamientos judíos, ilegales según el derecho internacional, se extienden sin cesar por los territorios ocupados- y sobre el acceso al complejo de la mezquita de Al Aqsa en Jerusalén, y los moribundos esfuerzos por lograr una solución viable de dos Estados significaron que Hamás pudo convertir en arma el agravio. Al movimiento no le faltan voluntarios en el abarrotado enclave que todos allí llaman la “mayor prisión del mundo“.
Cuanto más estrecho es el control israelí y egipcio sobre las fronteras de Gaza, más medios militares ha desarrollado Hamás (y otros grupos) para contraatacar.
El principal de ellos son los cohetes. Primitivos al principio, los misiles se han ido mejorando y perfeccionando a lo largo de los años con la ayuda de Irán.
La teocracia de Teherán, también dedicada a la erradicación del Estado judío, formó a ingenieros, organizó transferencias de tecnología y dirigió desarrollos para crear cohetes capaces de alcanzar Jerusalén y Tel Aviv.
Hombres como El Deif, los que fabricaban las bombas y tomaban las decisiones, fueron perseguidos por Israel.
En 2014, un ataque aéreo mató a su mujer y a su hija. Perdió parte de un brazo, una pierna y la audición. Sin duda, su odio hacia Israel se intensificó entonces.
Pero sus emociones estaban impregnadas de celosa astucia. Y el primer engaño, y el más importante, fue transformar la percepción israelí de Hamás.
En los dos últimos años, Hamás, bajo la dirección de El Deif, trabajó para convencer a Israel de que su atención se centraba en cuestiones internas, en reconstruir Gaza, en conseguir permisos de trabajo para que la gente buscara empleo en Israel, en construir sus infraestructuras.
“Los israelíes han sentido que, a largo plazo, se conoce más a Hamás por estas políticas que por el llamamiento a una confrontación militar con Israel“, afirma Abusada.
Sin embargo, mientras tanto, Hamás planeaba un asalto masivo que acabaría con cualquier percepción en Israel, y más allá, de que la Resistencia Islámica había perdido su habilidad estratégica.
En este cambio también fue clave otra figura importante del ala militar de Hamás, Yahya Sinwar. Antiguo jefe de las brigadas Al Qassem, es ahora el jefe de Hamás en Gaza.
Centró sus esfuerzos en establecer relaciones con potencias extranjeras, especialmente Egipto e Irán.
La situación
El ataque de Hamás a Israel el pasado fin de semana representa el peor revés militar israelí desde 1973. Por aquel entonces, Siria y Egipto lanzaron un ataque sorpresa contra Israel durante las vacaciones de Yom Kippur. Aunque al principio tuvieron éxito, Israel se recuperó y los repelió.
Ahora Israel está concentrando tropas en las fronteras con Gaza y en el norte, donde se enfrenta a Hezbolá, apoyado por Irán, a través de la valla con Líbano.
¿Qué ganará finalmente Hamás con su sangrienta apuesta? Karim von Hippel, director del Royal United Services Institute, con sede en Londres, afirma que “puede que lleven años planeando esto y pensando qué pueden hacer, porque todo lo demás que han intentado no ha funcionado“.
“Pero desde luego esto tampoco va a funcionar. Creo que esto significará el fin de Hamás”.
Esa puede ser una opción de suma cero que ni siquiera el tenebroso El Deif había imaginado.
Por Sam Kiley.
Con información adicional de Lauren Kent de CNN.