Pese al aumento de víctimas y detenciones, la ministra en funciones de la Presidencia, Khumbudzo Ntshavheni, señaló que la situación está totalmente estabilizada". Cyril Ramaphosa, presidente del país, afirmó que "está bastante claro que todos estos incidentes de agitación y saqueos fueron instigados".
(EFE) – El recuento total de fallecidos por la oleada de disturbios y saqueos masivos que vivió Sudáfrica en los últimos días asciende a 212 muertos y los arrestos se cifran en 2.554, informó el Gobierno de ese país.
Pese al aumento de víctimas y detenciones, la ministra en funciones de la Presidencia, Khumbudzo Ntshavheni, confirmó en una rueda de prensa que todas las zonas afectadas están “gradual pero firmemente” volviendo a la normalidad y que el Ejecutivo considera que la situación está “totalmente estabilizada”.
La región más afectada por el estallido es la provincia de KwaZulu-Natal, donde el balance de muertos sube a 180 y el de detenidos a 1.692. Allí, la situación es aún “tensa”, indicó Ntshavheni.
En el otro gran epicentro de los disturbios, la provincia de Gauteng (donde están Johannesburgo y Pretoria), los arrestos se cifran en 862 y las víctimas mortales en 32.
“El número de soldados desplegados se incrementó hasta 25.000”, confirmó también la ministra, antes de informar de que esta noche, el presidente del país, Cyril Ramaphosa, dirigirá un mensaje a la nación.
Por su parte, Ramaphosa afirmó que “está bastante claro que todos estos incidentes de agitación y saqueos fueron instigados. Hubo gente que los planeó y los coordinó”.
“Sí, podríamos haberlo hecho mejor pero estábamos sobrepasados“, admitió el mandatario, antes de asegurar que los presuntos responsables están ya siendo identificado y localizados.
En concreto, el Gobierno informó de que hay doce sospechosos principales por instigar la violencia -de los cuales uno ya ha sido detenido-, si bien las identidades no se han revelado para no comprometer las investigaciones.
La oleada de incidentes comenzó el pasado 9 de julio, en forma de protestas por el encarcelamiento del polémico expresidente Jacob Zuma (2009-2018) por desacato judicial después de negarse repetidamente a declarar por corrupción.
En los siguientes días, los altercados se replicaron en otras zonas -especialmente en Johannesburgo- y tornaron en una caótica oleada de disturbios y saqueos masivos, con turbas arrasando centros comerciales y tiendas, quemando edificios y vehículos y cortando carreteras y calles.
El estallido se veía así alentado por problemas sociales preexistentes, como la extrema desigualdad, el desempleo, los elevados niveles de criminalidad general en el país y el malestar por la pandemia de COVID-19.
Aunque las autoridades no han señalado aún públicamente a presuntos culpables, los medios locales colocan en el centro de las investigaciones de la instigación de la violencia a familiares, exespías y veteranos antiapartheid militarizados afines a Zuma.
El propio presidente sudafricano comparó el lunes pasado la magnitud de estos incidentes con los niveles de violencia que la nación austral vivió a principios de los años 90, durante la convulsa transición entre el sistema de segregación racista del “apartheid” y la llegada de la democracia (1994).