En octubre se presentó un proyecto de ley que propone transferir la gestión del terreno donde se encuentra la estatua de la supervisión federal a la Iglesia Católica. El hecho de que el futuro del Cristo Redentor esté en manos de la Iglesia, del Estado o de alguna colaboración renovada determinará no solo su papel como atracción turística, sino también su lugar en la narrativa cultural y ambiental de Brasil.
(CNN) – En lo alto de la montaña del Corcovado, el Cristo Redentor es más que un símbolo religioso o una atracción turística: es un ícono imborrable de la identidad brasileña. El Cristo Redentor es una postal no solo de la ciudad de Río de Janeiro, sino de todo el país.
Los brazos abiertos de la estatua, que se extienden a lo largo de 28 metros, parecen dar la bienvenida personalmente a los más de 3 millones de visitantes que cada año hacen el recorrido para ver el monumento. Pero ahora, su gestión y su futuro están en el centro de un debate sobre religión, conservación y gobernanza.
En octubre se presentó un proyecto de ley que propone transferir la gestión del terreno donde se encuentra la estatua de la supervisión federal a la Iglesia Católica.
Los defensores argumentan que la administración de la Iglesia resolverá problemas de infraestructura y accesibilidad de larga data. Los críticos, sin embargo, ven la medida como una amenaza para el Estado laico de Brasil y sus compromisos ambientales.
Un monumento en el bosque
Construida en 1922 por la Iglesia Católica, la estatua del Cristo Redentor se encuentra dentro del Parque Nacional de Tijuca, una amplia extensión de 3.953 hectáreas de Mata Atlántica restaurada, reconocida como uno de los primeros proyectos de reforestación a gran escala del mundo.
El parque nacional, reforestado a mediados del siglo XIX para mitigar los efectos de la deforestación causada por las plantaciones de café, fue creado por el Gobierno de Brasil para preservar ecosistemas de importancia ecológica y brindar un santuario para la biodiversidad.
Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2012 y, en la actualidad, alberga 1.619 especies de plantas y 328 especies de animales, muchas de las cuales están en peligro de extinción.
“Este parque es mucho más que un simple telón de fondo para el Redentor”, afirmó Mauro Pires, presidente de la agencia de parques nacionales y unidades de conservación de Brasil, ICMBio. “Es un sistema ecológico vital que sustenta la vida silvestre local y cumple un papel en la regulación del clima y el suministro de agua de Río”.
Las atracciones del parque incluyen miradores panorámicos de la ciudad, la bahía de Guanabara y el océano Atlántico, cascadas y ruinas históricas. Es un imán para turistas y locales por igual, que vienen a caminar, andar en bicicleta o hacer visitas guiadas para disfrutar de la belleza natural de Río.
Sin embargo, el equilibrio entre turismo y conservación es delicado, particularmente en zonas de alto tráfico como Corcovado.
Un acuerdo entre la Iglesia y el Estado
El acuerdo actual divide las responsabilidades entre la Iglesia y el Gobierno federal. A pesar de estar en terrenos federales, la arquidiócesis tiene autorización especial para rezar en la estatua y la capilla adyacente en cualquier momento, y es responsable de su mantenimiento, aunque no de la infraestructura que la rodea.
El Gobierno federal supervisa la totalidad del parque y su infraestructura, incluidas las carreteras, el transporte, los baños, las escaleras mecánicas y las entradas a la estatua (una parte de los ingresos de las mismas se le paga a la Iglesia, según un portavoz del parque).
Esta alianza ha permitido que el lugar siga funcionando como destino religioso dentro de un lugar secular. Se pueden celebrar misas, bautizos y bodas a los pies del Cristo, siempre y cuando el público en general siga teniendo acceso al parque durante el horario de visita.
La Iglesia y los promotores del proyecto de ley, por otra parte, sostienen que se debería hacer más para capitalizar la fama del monumento. “Si una marca de jabón quiere adoptar nuestro baño y renovarlo y poner su nombre por todas partes, ¿por qué no debería poder hacerlo?”, preguntó Claudine Milione Dutra, coordinadora jurídica de la Arquidiócesis de Río de Janeiro.
El arzobispo de Río de Janeiro, Orani Tempesta, dirige una misa católica en la estatua del Cristo Redentor en Río de Janeiro el 30 de mayo. Bruna Prado/AP
Dutra sostiene que la burocracia federal también está obstaculizando la atención de algunas de las necesidades de las que es responsable actualmente. En la presentación del proyecto de ley en octubre, los legisladores denunciaron que algunas escaleras mecánicas, baños y bebederos han estado fuera de servicio durante meses.
“No podemos aceptar que el Cristo Redentor, el icono internacional más identificable de Brasil, siga en un estado de abandono”, aseveró el senador Carlos Portinho, autor del proyecto de ley, cuando lo presentó en la cámara del Senado. “La Iglesia ha cuidado históricamente la estatua y es la mejor posicionada para gestionarla de manera eficaz”.
Pires, presidente de la agencia de parques nacionales, reconoció que se necesitan reparaciones, pero dijo que la privatización no es la respuesta. Bajo la administración del expresidente Jair Bolsonaro, los presupuestos de los parques nacionales se redujeron y solo ahora se están recuperando los fondos, añadió.
Muchas de las renovaciones necesarias, en Tijuca y otros parques nacionales, no se pudieron llevar a cabo por esa sencilla razón.
Pero para 2025, la agencia ha destinado 75 millones de reales brasileños (unos US$ 12,18 millones) para realizar renovaciones en la cima del cerro Corcovado, incluidas reparaciones en los cimientos de la estatua.
“Un precedente peligroso”
Según la legislación propuesta, la Iglesia obtendría el control sobre la estatua y su área circundante inmediata, junto con su infraestructura, y quedaría separada del Parque Nacional. Aunque esa área sería menos del 0,02% de la superficie total del parque, la agencia de parques nacionales advierte que la propuesta podría sentar un precedente peligroso.
“No se trata solo del Redentor, sino de la integridad de todas las áreas de conservación de Brasil”, explicó Pires. “Reservar secciones de parques nacionales para la gestión privada podría socavar décadas de progreso en la protección del medio ambiente”.
La iniciativa propone separar la estatua del Cristo Redentor y la zona circundante del Parque Nacional de Tijuca, y convertirla en una parte separada e independiente que será administrada por la Arquidiócesis de Río de Janeiro. Como la Iglesia es la única responsable de esta zona, tendría que encargarse de las renovaciones necesarias, pero también podría empezar a recaudar todos los ingresos por la venta de entradas.
El frágil ecosistema del parque incluye especies como el tamarino león dorado y el mono muriqui, ambos en peligro de extinción. El aumento del ruido, la contaminación y la construcción podrían alterar estos hábitats.
Tamarinos león dorados en la región del Bosque Atlántico de Silva Jardim en el estado de Río de Janeiro, Brasil, el 2 de diciembre de 2021. Pilar Olivares/Reuters
Pero Dutra desestimó estas preocupaciones y afirma que la Iglesia comparte el interés por la conservación. “Hemos mantenido la estatua y su entorno inmediato de manera responsable. Nuestro objetivo es mejorar la experiencia del visitante, no dañar el medio ambiente”, explicó.
En esencia, el debate no gira solo en torno al uso de la tierra o a su conservación. La constitución laica de Brasil prohíbe el favoritismo gubernamental hacia las instituciones religiosas, pero el Cristo Redentor está llevando la discusión a una zona decididamente gris, que plantea interrogantes sobre cómo puede Brasil equilibrar sus raíces católicas con sus compromisos seculares y ambientales.
El proyecto de ley, copatrocinado por el senador Flavio Bolsonaro, hijo del expresidente, ya fue aprobado en el Senado y está siendo analizado por una subcomisión de turismo. Si se aprueba allí, pasará a la Cámara de Diputados de Brasil.
El hecho de que el futuro del Cristo Redentor esté en manos de la Iglesia, del Estado o de alguna colaboración renovada determinará no solo su papel como atracción turística, sino también su lugar en la narrativa cultural y ambiental de Brasil.