Paloma Ávila, directora de CNN Futuro, es premiada por el Colegio de Ingenieros por su aporte al desarrollo del país
La periodista fue galardonada por haber dejado huella en la ingeniería y en el desarrollo del país.
El país de Oceanía se ha presentado como un ejemplo de cómo combatir el COVID-19. Desde junio, han vuelto casi a la normalidad y no ha habido necesidad de volver al confinamiento. Durante toda la pandemia, han acumulado 1.219 casos y 22 muertes.
(CNN) — Nueva Zelandia ha logrado un hito envidiable: más de 100 días desde que su último caso de coronavirus, que fue adquirido localmente de una fuente desconocida.
Hasta el lunes, el país había reportado 1.219 casos confirmados, incluidas solo 21 infecciones activas, todas en instalaciones de aislamiento administradas. No había surgido ningún caso por transmisión comunitaria en 100 días, anunciaron las autoridades el domingo, y todas las nuevas infecciones provenían del extranjero.
En total, la nación insular de 5 millones de personas ha informado 22 muertes por coronavirus.
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Nueva Zelandia se ha presentado como un ejemplo de cómo combatir el COVID-19. Una razón clave es que, aunque el país parece tener el coronavirus bajo control, las autoridades todavía realizan pruebas a miles de personas al día.
“Hemos visto en el extranjero lo rápido que el virus puede resurgir y propagarse en lugares donde antes estaba bajo control”, dijo el domingo el director general de Salud, Dr. Ashley Bloomfield.
“Necesitamos estar preparados para acabar rápidamente con cualquier caso futuro en Nueva Zelandia. No decepcione al equipo, ninguno de nosotros puede permitirse el lujo de hacer eso”, agregó.
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Su estrategia era simple: en palabras de la primera ministra Jacinda Ardern, el país tenía que “esforzarse y hacerlo pronto”.
Cuando Ardern cerró la frontera a los extranjeros el 19 de marzo, el país solo tenía 28 casos confirmados. Y cuando anunció un confinamiento nacional el 23 de marzo, solo había 102 casos confirmados y ninguna muerte.
El confinamiento fue relativamente estricto: no había comida para llevar ni playas y no se podía conducir fuera del propio vecindario. Las reglas más estrictas estuvieron vigentes durante unas cinco semanas, pero el país permaneció bajo confinamiento efectivo durante otras dos semanas.
Todo eso era parte de la estrategia más amplia del país: la eliminación.
“La eliminación no significa erradicar el virus de forma permanente de Nueva Zelandai; más bien, se trata de confiar en que hemos eliminado las cadenas de transmisión en nuestra comunidad durante al menos 28 días y podemos contener de manera efectiva cualquier caso futuro importado desde el extranjero”, indica el sitio web del Ministerio de Salud.
El país esperó hasta que bajó su curva antes de levantar las restricciones. El 8 de junio, cuando Ardern anunció que se levantarían todas las restricciones, casi 40 mil pruebas en los 17 días anteriores no habían arrojado un solo resultado positivo.
Desde junio, el país ha vuelto casi a la normalidad y no ha habido necesidad de volver al confinamiento.
Nueva Zelandia también combinó el confinamiento con estrictas restricciones fronterizas. Solo los ciudadanos pueden ingresar al país y deben pasar dos semanas en una instalación aprobada por el gobierno. A los neozelandeses que regresen a casa se les cobrará ahora 3.100 dólares neozelandeses (US$ 2.040) por las instalaciones si regresan temporalmente.
En total, se han identificado 95 casos confirmados en la frontera y el 70% de los casos del país fueron casos importados o relacionados con la importación, según las estadísticas del Ministerio de Salud.
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En todo el mundo, se ha puesto mucho énfasis en el uso de mascarillas para controlar la propagación del coronavirus.
Pero en Nueva Zelandia, las mascarillas no han sido una herramienta importante contra el brote.
Hay algunas razones para eso. El país no tiene una cultura de usar mascarillas y en marzo, cuando Nueva Zelandia se preparaba para entrar en cuarentena, era difícil comprarlas en las tiendas locales. Para cuando la gente pudo salir en público y viajar nuevamente por el país, había muy pocos casos de coronavirus en la nación.
Además de las estrategias de salud pública de Nueva Zelandia, el país tenía algunas ventajas naturales.
No tiene fronteras terrestres, lo que le da más control sobre quién ingresa al país y no está densamente poblada; según datos del Banco Mundial, Nueva Zelandia tiene solo 18 personas por kilómetro cuadrado, en comparación con 36 en EE.UU. y 275 en Reino Unido. India, que tiene el tercer número más alto de casos en el mundo, cuenta con 455 personas por kilómetro cuadrado.
Pero el hecho de que las mascarillas no hayan sido parte de la estrategia de Nueva Zelanda en el pasado no significa que ese sea el caso en el futuro. El Ministerio de Salud recomienda que todos los hogares se preparen para otro posible brote abasteciéndose de mascarillas.
“No es una cuestión de si ocurrirá o no, sino de cuándo”, dijo Bloomfield a la emisora nacional Radio New Zealand la semana pasada, cuando se le preguntó si era inevitable otro caso de transmisión comunitaria en Nueva Zelandia.
La periodista fue galardonada por haber dejado huella en la ingeniería y en el desarrollo del país.