Durante su carrera, Yamamoto se ha dedicado a fomentar la comunidad en las ciudades de rápida expansión de Japón. El presidente del jurado y ex ganador, Alejandro Aravena, lo describió como “un arquitecto tranquilizador que aporta dignidad a la vida cotidiana”.
(CNN) – En los 45 años de historia del Premio Pritzker, ningún país ha producido más ganadores que Japón y hoy, Riken Yamamoto, de 78 años, fue nombrado el noveno y último ganador japonés del denominado “Nobel de la arquitectura”.
Yamamoto, más conocido por sus innovadores proyectos de vivienda e instituciones educativas, es una elección sorprendente. En un comunicado anunciando la decisión, el presidente del jurado y ex ganador, Alejandro Aravena, lo describió como “un arquitecto tranquilizador que aporta dignidad a la vida cotidiana”.
“La normalidad se vuelve extraordinaria. La calma conduce al esplendor”, agregó.
A lo largo de una carrera de cinco décadas, Yamamoto se ha dedicado a fomentar la comunidad en las ciudades en rápida expansión de Japón. Desde proyectos de viviendas que incitan a los residentes a interactuar espontáneamente hasta una estación de bomberos con paredes de vidrio que invita a los transeúntes a mirar dentro, su arquitectura parece decidida a “difuminar los límites entre sus dimensiones públicas y privadas”, agregó una cita del jurado.
Como tal, Yamamoto tiene más en común con otros ganadores recientes del Premio Pritzker (un premio que favorece cada vez más a los arquitectos con mentalidad social sobre los creadores de monumentos emblemáticos) que con los galardonados japoneses de épocas pasadas.
Es un punto de diferencia que se remonta a principios de la década de 1970: mientras muchos de sus compatriotas de vanguardia (en particular, el premio Pritzker de 1987, Kenzo Tange) defendían ciudades flotantes conceptuales y grandes “megaestructuras”, Yamamoto conducía a través de los continentes con su mentor para ver cómo vivía la gente en las aldeas de todo el mundo.
En declaraciones a CNN antes del anuncio del martes, describió estos viajes formativos como “mi punto de partida como arquitecto“.
Lo que Yamamoto descubrió, ya sea en el norte de África o en Centroamérica, fue que las sociedades humanas se construían tradicionalmente alrededor de un umbral fluido entre espacios privados y compartidos, entre las aldeas y los hogares dentro de ellas. Sin embargo, en las metrópolis modernas esta división se ha afianzado en detrimento de sus habitantes, afirmó.
“En la ciudad tenemos muy pocas comunidades, a veces ninguna comunidad”, dijo Yamamoto en una videollamada desde Yokohama, cerca de Tokio, donde fundó su estudio de arquitectura hace más de 50 años.
El aislamiento social es una preocupación tanto para la arquitectura como para el urbanismo. Yamamoto sostuvo que la preferencia de las ciudades por la zonificación, que rige cómo se utiliza la tierra, a menudo mantiene separadas la vida diaria y la actividad comercial; Mientras tanto, las altísimas torres residenciales (o “mansiones torre”, como las llamó, usando una traducción directa, pero adecuada del término japonés para condominios de gran altura) refuerzan lo que llamó el sistema “una familia, una casa”.
“A veces puedes tener 5 mil personas viviendo completamente independientemente de la ciudad, y las personas que están dentro (de los bloques de torres) son independientes entre sí… la mayoría de los japoneses creen que este es el sistema de vida ideal. No estoy de acuerdo con eso”.